­En 2010 le dieron la peor de las noticias: tenía un cáncer de ovarios y metástasis de pulmón, huesos y vagina. Esta médico granadina le plantó cara al cáncer eliminando aditivos, azúcares, grasas y alimentos precocinados y adaptando semillas y especias a la dieta mediterránea. Sus oncólogos no le encuentran explicación a su recuperación y ella ha decidido contarlo a los cuatro vientos. «Se puede».

Superó un cáncer y el peor de los diagnósticos, metástasis. ¿Cómo se decidió a plantarle cara de esta forma?

Cuando te dicen que tienes un cáncer con metástasis, con 32 años y un niño de tres, y encima eres médico y sabes lo que es, pues el diagnóstico te cae como un jarro de agua fría, me costó asumirlo. Así que decidí hacer algo más. Me ayudó mucho ser médico de familia porque estamos acostumbrados a ver cómo afectan las emociones, la alimentación y el estilo de vida a la salud. Me informé y busqué la relación entre el cáncer y la alimentación y vi que en EEUU aparte de tratamientos convencionales ofrecían asesoramiento nutricional, cursos de cocina... Así que decidí aplicármelo, el problema fue que no encontré a profesionales que lo hicieran, así que fui autodidacta, lo diseñé yo misma. Lo que funcionó fue el tratamiento convencional con una alimentación sana, aunque mi oncólogo diga que mi caso es un milagro yo siempre digo que me lo he currado.

Somos lo que comemos, dice la frase hecha. ¿En qué medida puede ayudar a prevenir o a curar un cáncer tener una alimentación sana?

La OMS dice que uno de cada tres cánceres se podrían prevenir con una alimentación correcta. Una vez que la enfermedad está instaurada no se sabe bien cómo se puede evolucionar, pero se sabe que es un soporte imprescindible en el buen desarrollo de la enfermedad. Se está utilizando en muchos hospitales, aunque en España aún no. Espero que lo apliquen.

¿Qué alimentos «prohíbe» en su libro o son perjudiciales?

Siempre digo que no hay nada prohibido, de vez en cuando el ser humano necesita pecar. Hay que reducir o limitar las carnes rojas y los embutidos, como mucho tomar 80 gramos a la semana, esto es lo que más aumenta los riesgos. También hay que quitar frituras, barbacoas, salazones y ahumados, reducir harinas refinadas y alimentos azucarados así como no consumir aceites refinados como el de girasol y productos envasados o precocinados. Y por supuesto no fumar o beber, de poco sirve hacer una dieta saludable si se sigue fumando o bebiendo alcohol.

¿Y los más beneficiosos?

En general la fruta, la verdura, las semillas, los frutos secos, las legumbres o el pescado azul. En concreto, pues el brócoli, el tomate, el espárrago, la alcachofa, la cebolla o el ajo, la manzana, los frutos rojos, los cítricos, la chirimoya o el aguacate. Echar frutos secos como nueces o semillas de lino a un batido, una ensalada o un yogur.

Tener una alimentación así, ¿necesita de una ingesta extra de vitaminas?

Está demostrado que una dieta bien equilibrada puede ser completa. Si fuera sólo vegana sí se necesita un aporte de suplemento B12, pero si incluye huevo o pescado no hace falta. En el mundo vegetal tenemos suficientes vitaminas y minerales, sólo hay que tomar extra si no es variada.

¿Sirven también las recomendaciones para los niños?

Yo en casa lo intento, limito carnes y embutidos, les doy mucha fruta y verduras. Lo primero es dar ejemplo, implicarlos en la cocina, que vean la huerta, de dónde vienen los alimentos. En los colegios hay que reivindicar cambios, el coste sanitario cambiaría mucho. En Andalucía hay una iniciativa de comedores saludables y cada vez hay más padres concienciados.

La dieta mediterránea es una de las más sanas del mundo. ¿La suya se parece?

Sí, básicamente la cocina anticáncer es una dieta mediterránea de fondo a la que añado varias cosas para prevenir el cáncer, como la cúrcuma o las algas. Pero el resto está bien, porque es rica en ensaladas, pescados, gazpachos, guisos de legumbres combinadas... y tiene como pilar el aceite de oliva, si se lo añades puede tener un papel oncoprotector frente al cáncer de mama. El problema es que cada vez hacemos menos dieta mediterránea, eso pese a que sabemos que por ello somos los países con menos cáncer por esta dieta. Aún así en Chipre o Grecia tienen menos casos porque la siguen más. Podríamos hacerlo mejor.

Pongamos que alguien que lea esta entrevista decide seguir sus consejos. ¿Por dónde se empieza?

Lo primero es informarse bien, por qué se va a cambiar la alimentación y contrastar los datos después de saber los perjuicios de lo malo y los beneficios de lo bueno. Después hay que ponerla en práctica: primero se empieza por eliminar el exceso de carne, la comida procesada y comprando alimentos más frescos. No se trata de no comer bizcocho, sino de cambiar su harina por integral, el azúcar por azúcar integral de caña, y la mantequilla por aceite. Es lo mismo pero más saludable, como no dejar de comer lentejas, sino de no echarle chorizo o panceta.

¿Qué tipo de cáncer es el que más ligado está a comer mal?

El de mama, colon y próstata, los más frecuentes en nuestra sociedad. El de mama está relacionado con el exceso de grasa y de lácteos, así como de tóxicos de cosmética, el de próstata está relacionado con el consumo de alcohol y el de colon con tomar poca fibra.

¿Ha sentido alguna vez que sus compañeros de profesión no la hayan tomado en serio o criticado por sus libros?

Sé que algunos al principio decían que no servía para nada. Lo bueno del primer libro es que tiene 1.200 referencias bibliográficas, tiene una base científica. Cada vez consultan más dudas, esa es una de las cosas más positivas: mi deseo era llegar a mis compañeros y que les ofrezcan a sus enfermos lo que yo no tuve cuando me diagnosticaron el cáncer a mí.

¿Se puede salir a la calle a tomar unas tapas o una cerveza y no recaer en una alimentación insana?

Se puede. Si vamos a beber alcohol siempre es mejor beber vino tinto, si no un zumo natural. En cuanto a la tapa, en vez de un bocadillo de embutido, lo mejor es un tomate aliñado o unas verduras a la plancha. Cuando salgo con mi familia prefiero informarme antes de sitios saludables; en vez de ir a un asador mejor un vegetariano, que tiene opciones más saludables.

¿Se puede congelar la comida?

Si se hace, mejor congelar el producto fresco porque cocinado pierde más propiedades. Siempre es mejor que las conservas, que llevan azúcares y aditivos. El pescado aguanta bien, pero la verdura no.