Málaga ha sido objeto de invasiones pacíficas desde el siglo XIX. Estas invasiones no tienen nada que ver con las de siglos anteriores. No son invasiones bélicas ni de huestes al mando de conquistadores de tierras que se apoderan de cuanto encuentran a su paso. Son invasiones apacibles de gentes que encuentran en nuestra tierra algo que los malagueños no valoramos porque lo que se tiene desde siempre no se aprecia. Nosotros, por ejemplo, estamos habituados a nuestro clima, y no lo evaluamos hasta que nos trasladamos a otros lugares y empezamos a notar la diferencia.

Las invasiones más consolidada, porque los tataranietos de los primeros siguen en Málaga, fueron la de alemanes, belgas, ingleses, franceses, italianos, holandeses, suizos€, que acapararon, por ejemplo, los negocios relacionados con los vinos y frutos secos. Si uno echa una mirada a las bodegas y firmas exportadoras de Málaga de finales del siglo XIX y parte del XX, encontrará apellidos extranjeros, como Gross, Rein, Krauel, Disdier, Clemens, Lamothe, Scholtz, Power, Albert, Pettersen, Príes, Huelin, Garret, Valls, Caffarena€, que unidos a los malagueños López, Ramos Téllez, Jiménez, Garijo, Pedro Morales, Benítez, Barceló, Mata, Quirico López, Pérez Texeira, Romero, Flores, Sureda€ crearon una fuente de riqueza que entró en declive por culpa de la filoxera que acabó con los viñedos. Muchas de aquellas bodegas desaparecieron. En el momento presente el sector vuelve a renacer con nuevas estrategias.

Si pasamos al sector ferretero y metalúrgico fueron los franceses los que se establecieron en Málaga. Casi todas las ferreterías que había en el siglo pasado estaban en manos de franceses que se establecieron en nuestra ciudad. Los apellidos Goux, Temboury, Arribère, Taillefer€ revelan su origen. Sus descendientes son tan malagueños como la calle Larios.

La pasa y frutos secos, dos productos malagueños expandidos por todo el mundo, tuvieron como promotores a extranjeros también, como Van Dulken, Bevan, Valls, Rittwagen€, cuyos descendientes, como en los casos anteriores, son malagueños aunque en algunos casos los dos primeros apellidos sean de origen extranjero.

Los cameranos

En la historia de Málaga tienen un capítulo importante los nacidos en la provincia de Logroño, exactamente en Sierra Cameros. Los Heredia, Larios, Sáenz, Gómez€ que monopolizaron el negocio de los tejidos procedían de aquella zona. Don Manuel Agustín Heredia, el gran promotor e industrial de la Málaga de finales del siglo XIX y comienzos del XX era natural de Cameros. Como en los casos de los extranjeros, sus descendientes son malagueños.

Los granadinos

Otra invasión sufrida por Málaga hasta hace muy pocos años fue la de los granadinos. Al carecer Málaga de Universidad, muchos de los granadinos que se licenciaban en Medicina, Derecho, Farmacia€, elegían como destino nuestra ciudad que necesitaba titulados superiores por carecer la ciudad de centros universitarios. Los hijos de malagueños pudientes sí se formaron fuera de la ciudad, preferentemente en Granada y Madrid. Pero los que se formaron fuera de Málaga eran insuficientes para cubrir las necesidades de una ciudad cada día más poblada pese a la carencia de grandes industrias.

Málaga demandaba farmacéuticos, médicos de las especialidades más solicitadas (cirujanos, oftalmólogos, pediatras, ginecólogos, odontólogos, forenses), arquitectos, ingenieros, notarios€ y los más cercanos eran los formados en la Universidad de Granada o escuelas especiales de Madrid. Con la creación de nuestra Universidad aquella carencia de titulados se solventó, y la invasión granadina cesó, aunque muchos de sus descendientes se quedaron en Málaga para siempre.

Los profesionales del Turismo

Cuando Torremolinos, primero, y después Marbella, Benalmádena, Mijas, Estepona, Fuengirola, Nerja € empezó a sonar en el mundo como lugar de veraneo y sobre todo de invernada, en Málaga no había profesionales preparados para dirigir hoteles, apartamentos, agencias de viajes, inversores convencidos de las posibilidades de ganar dinero, barmen, administradores, gobernantas, maitres, organizadores de eventos, orquestas de baile, go-gós para animar las salas de fiestas€, profesionales en definitiva para hacerse cargo de todos y cada uno de los puestos de responsabilidad para que la naciente industria empezara a funcionar y prosperar.

Lo mismo en el siglo XIX, Málaga fue Eldorado para muchos industriales; en los años cuarenta y tantos del siglo XX se volvió a repetir la historia: gentes de otros países y regiones de España se establecieron en Málaga para hacerse cargo de los puestos más importantes de la prometedora industria turística.

Sin orden cronológico me vienen a la memoria nombres de los que de una forma u otra contribuyeron al desarrollo de la Costa del Sol. En la relación hay inversores, empresarios, profesionales de la hostelería, agencias viajes, restauración, en suma, profesionales de todas las ramas, como José Meliá (hoteles Don Pepe, 3 Carabelas y Costa del Sol), Fermín Aguirre (Alay), José Banús (Nueva Andalucía y el puerto que lleva su nombre), George Langworthy (Santa Clara), los Hohenlohe (Marbella Club), Ángel Carazo, Mato y Alberola (Pez Espada), Rudi, Perlac, Ángel Palomino, Bosch, Cibantos, Manolo Martínez, Carlota Alessandri (Parador de Montemar) Eloy Durán, De Gunten, Aletty, Rudolf von Schonburg, Frutos (restaurador), los hermanos Franco, Juan Sánchez Morente (Al-Andalus), Pepe Sendra, Buendía, García del Valle (Savitur), Fernando Barreto, Goizueta, Ignacio Coca (Los Monteros), José Huete, Helmut Schmitt, Luis Callejón, Pedro Turpault, Robert Trent, el marqués de Nájera (El Remo), Marc Melmoux, Martín Lorca, Goyo Camarero, Teodoro (cocinero), Agustín Picazo, Paul Schiff (cocinero), Benito Fernández Palassó, Olsen (Tívoli), Miguel Sánchez, José Miguel Vadillo, Carlos María Gil, Salvador Camino€ y una interminable lista que es imposible de recordar y que cada uno en su parcela hizo posible el emporio que es hoy la Costa del Sol. En los nombres escogidos al azar, como apunto en algunos casos, hay capitalistas, directores de hotel, agentes de viajes, restauradores€ Muchos de ellos ya no están entre nosotros, pero su obra, su paso por la Costa del Sol, ha dejado profundas huellas de agradecimiento.

A estos se unieron malagueños como Enrique Bolín (padre e hijo), Enrique Van Dulken, su hermano Gerardo, Antonio Andrade, Francisco Fernández García, Ignacio López (Carihuela Palace), Juan Jiménez Lopera (El Pinar), Salvador Guerrero (Elviria), Luque (Hotel el Fuerte), Manuel Utrera Molina (agencia de viajes), Antonio Rodríguez (espectáculos), José María Rosado, Rafael de la Fuente, Angelita Rubio-Argüelles€ y otros muchos que contagiados por el auge de la Costa del Sol en general se subieron al carro con grandes inversiones y nuevos negocios.

La Universidad

La última invasión ha venido de la mano de la Universidad de Málaga, aunque en este caso no fueron los foráneos los que lucharon de forma denodada para su creación sino los malagueños capitaneados por un grupo que se hizo llamar Amigos de la Universidad, y que no cito a ninguno en particular por el riesgo de omitir alguno. La Universidad de Málaga fue un logro de los malagueños, de la ciudad entera, de Málaga, en definitiva.

Su instauración propició una nueva incursión de gentes de otras tierras. Se necesitaban catedráticos y profesores de otras universidades españolas para los primeros pasos de las facultades que se iban creando. Muchos catedráticos y profesores se decidieron por la joven Universidad de Málaga abandonando centros de abolengo y larga historia. Casi todos se acomodaron en la nueva universidad, y muchos de ellos, ya jubilados, se han convertido en ciudadanos malagueños. Afortunadamente, hoy, en nuestra ya menos joven universidad, hay catedráticos y profesores que se han formado aquí, lo mismo que ha sucedido con las otras actividades reseñadas en rúbricas anteriores. Ya hay bodegueros malagueños, profesionales del turismo malagueños, médicos, farmacéuticos, químicos, biólogos, arquitectos, abogados, jueces€, nacidos y formados en Málaga.

De momento no avisto nuevas invasiones, salvo la de los jubilados de medio mundo que eligen Málaga como lugar donde esperar tranquilamente y si prisas el adiós a la vida.

Cuando ponía punto final a este trabajo me acordé de lo que escribió hace años José María Moreira en la revista Málaga (Boletín de Información Municipal). Exactamente en el número 10, primer trimestre de 1971. Empezaba uno de los párrafos: Málaga, tierra que nació para ser invadida, para no quedarse muda ni sedienta, da la bienvenida al viajero€».