Muchos niños, sin ser conscientes de ello, siguiendo modelos familiares a veces erróneos, se labran un futuro que les condena a la exclusión. La mayoría de las veces la falta de recursos económicos está detrás de estas necesidades de educación especial. Pero otras se deben, sin duda, a la ausencia de referentes, que les introducen en dinámicas de vida perversas y alejadas de un contexto social saludable. Con el objetivo de ayudar a estos escolares de entre seis y 16 años de edad, la fundación Javier Imbroda trabaja desde hace dos años a diario con ellos en el polideportivo de Malasaña. Son niños y jóvenes del barrio de la Trinidad, a los que se les ofrece una alternativa a través del estudio, la alimentación sana, la higiene personal y el baloncesto.

Sin ayudas públicas. Sin ningún tipo de financiación. Javier Imbroda, reconocido entrenador de baloncesto, técnico del Unicaja, el Real Madrid y la selección española, entre otros, y hasta hace muy poco gerente de Málaga Deportes y Eventos, empresa pública del Ayuntamiento, creó la fundación que lleva su nombre. Una idea que rondaba su cabeza desde hace más de una década. Como doctor en Innovación Educativa por la Universidad de Málaga, quiso desarrollar sus conocimientos y ponerlos al servicio de los más jóvenes, quienes vivieran situaciones desfavorables, y «usar el deporte como herramienta para ofrecerles una oportunidad de vida y un espacio de normalidad ante las dificultades que puedan encontrar en su día a día», como él mismo explica. Y este año ya son cien jóvenes y hay lista de espera.

El trabajo se desarrolla con niños en riesgo de exclusión social, candidatos al absentismo escolar, al fracaso... A través de los Servicios Sociales del distrito le llegan los nombres de los niños que sufren estas condiciones. «Son ellos los que mejor conocen el barrio y a sus familias en dificultades», señala. Durante cuatro días a la semana, cuatro horas al día, los niños reciben clases de refuerzo académico, para afianzar los conocimientos adquiridos en la escuela, reciben ayuda ante las necesidades educativas que presenten y, de este modo, también previenen que puedan surgir dificultades en el futuro. «El principal problema con el que nos encontramos es la falta de interés por el estudio que presenta el alumnado, pero también sus padres, que ni motivan ni fomentan que sus hijos vayan al colegio. El ambiente familiar es hostil», explica Chema del Río, coordinador de esta escuela de valores, como así se denomina.

El premio ante el esfuerzo de estar estudiando es luego tener la satisfacción de poder entrenar y hacer deporte. «El cambio de actitud es considerable, toda vez que el niño reconoce el polideportivo como suyo, como su santuario», agrega Del Río. Y el boca a boca está funcionando en el barrio.

Además, los responsables de esta escuela llevan a cabo un seguimiento de la notas con el objetivo de que los alumnos sigan superándose. A cada escolar, además, se les ofrece una merienda sana, nada de bollería industrial, bocadillos que aporta La Canasta, una de las empresas colaboradoras, y fruta, que provee Maskom. «Antes los niños venían porque los padres les empujaban porque podían merendar y ahora vienen porque quieren estar aquí», destaca Imbroda con satisfacción.

La segunda pata de este proyecto es el equipo de baloncesto Medabasket. Está dirigido a jóvenes más mayores, de entre 18 a 24 años, que forman parte de la plantilla y reciben una beca de estudios. «Tienen la exigencia de estudiar, aprobar y competir». Y además, colaboran en la atención de los más pequeños. «Reciben ayuda y nos ayudan a ayudar», describe Javier Imbroda de forma gráfica. Puede que no juegue el que meta más puntos, o el que coja más rebotes, sino el que apruebe sus asignaturas. Y lo consiguen. Algunos datos objetivos para comprobar la evolución: «El curso pasado, los mayores llegaron el primer trimestre con 40 suspensos entre todos, el segundo con 24 y el tercero solo 10».

El proyecto tiene vocación de extenderse a otros barrios de Málaga, pero no tiene recursos. «Llego hasta donde puedo llegar», reconoce Imbroda. Sin embargo, esta situación puede cambiar, ya que fundación La Caixa, a través de sus programas ProInfancia, se ha interesado en incorporar este proyecto entre sus planes. «Desde hace siete años, cuando se crean, ninguna fundación había entrado y este año nos han admitido. Es algo impresionante porque es una decisión que se toma en Barcelona, a nivel nacional. Me siento muy honrado de que hayan considerado que este proyecto les encaja perfectamente en todas sus acciones sociales. Nos da una aportación que nos mantiene y da estabilidad al proyecto», reconoce Imbroda.

Los jóvenes se forman, aprenden con el baloncesto a competir, ayudan a otros niños, se van forjando como personas, conocen que muy cerca, a la vuelta de la esquina, hay familias que pasan verdadera necesidad. Puede que no tengan problemas económicos pero sí llenos de frustraciones, sin motivación, sin hábito del esfuerzo. Y todo eso cambia también gracias a la fundación de Javier Imbroda, quien quiere agradecer la contribución de las empresas colaboradoras, como La Caixa, La Canasta, Top Digital, Icono o la escuela Meda.