La familia Marista de Málaga celebró ayer un homenaje a los seis hermanos mártires fallecidos en 1936. La Catedral fue el escenario en el que el Obispo de la Diócesis, Monseñor Catalá, recordó a la figura de los hermanos Guzmán, Teógenes, Roque, Luciano, Fernando María y Pedro Jerónimo; esta era la comunidad Marista de la calle Fresca el primer año de Guerra Civil y que fueron beatificados, junto a otras 516 personas víctimas de la persecución religiosa, en octubre de 2013.

A la ceremonia acudió el Delegado del Hermano Provincial, Juan Miguel Anaya, junto al superior de la comunidad de Málaga, el hermano Benito Hinojal, y el director del colegio Nuestra Señora de la Victoria, el hermano Francisco Pereda, entre otros miembros de la comunidad educativa Maristas. Hubo una masiva presencia de profesores y alumnos, destacando la presencia del presidente de APAMAR -asociación de padres-, Jesús Orellana, y de ADEMAR -asociación de antiguos alumnos-, Alberto Peinado, así como el hermano Fulgencio Martínez.

En la eucaristía de ayer también se bendijo un cuadro realizado por Raúl Berzosa, antiguo alumno del Colegio Nuestra Señora de la Victoria, de los hermanos Maristas, y que está cargado de simbología. La pintura está presidida por la Buena Madre, imagen que San Marcelino Champagnat tenía en su habitación y que es el icono mariano que está presente en las comunidades maristas. Alrededor de ella, los retratos de los seis hermanos, siguiendo el modelo de la vidriera existente en el colegio; a sus pies, dos ángeles, que representan a los jóvenes educados en el carisma de Marcelino, portan sendas ramas de palma como símbolo del martirio.

A los pies de la Buena Madre están presentes las tres violetas, símbolo de sencillez, la humildad y la modestia siempre presentes en esta orden religiosa. En cuanto al manto que aparece en la parte inferior de la obra, el autor ha querido rendir homenaje a la comunidad de hermanos de Alepo (Siria) -conocidos como los Maristas Azules- y a todos los hermanos fallecidos.

Desde la comunidad se ha puesto en valor la imprescindible participación de ADEMAR en la organización y desarrollo de los actos de homenaje a los hermanos mártires. En este sentido, destaca la figura de Fernando Orellana, afiliado al Instituto de Hermanos Maristas, que ha tenido una implicación directa.

El cuadro se expondrá durante los próximos días en el hall del colegio, en calle Victoria, hasta que el 7 de noviembre sea ubicado en su lugar definitivo, que será la capilla del centro educativo.

Además, se ha realizado una placa de mármol en la que se recuerda a los hermanos para que los alumnos tengan siempre presente la implicación de aquellos miembros de la congregación que dieron su vida defendiendo su fe. A lo largo de esta semana, además, los alumnos han conocido más en profundidad la vida estos hermanos.

En concreto, a los alumnos les llamó especialmente la atención la historia del hermano Guzmán, director del colegio en 1936 y que en 1931 ayudó al entonces obispo, Manuel González, a escapar con vida de los ataques de las turbas que pretendían asaltar el Palacio Episcopal. El hermano Guzmán, además, pudo salvar su vida, ya que era muy cercano a las familias más humildes, pero decidió continuar en la defensa de su fe y dio la vida junto a sus hermanos de comunidad. Un año más tarde, los diarios de Málaga hablaban de él como «el amigo de los obreros malagueños que supo con sus bondades atraerse la simpatía de todo aquel que lo trató, por su cordialidad, por su buen corazón».

Al acto también acudieron el hermano Timoteo Pérez, superior de la comunidad de Benalmádena; la hermana mayor de la cofradía del Amor, Mari Carmen Ledesma; Pablo Atencia, presidente de la Agrupación de Cofradías; y el hermano Fulgencio Martínez.