Mucho ruido y pocas nueces. «Los turistas vienen con los bolsillos cosidos para que no se les escape ni un solo euro», bromea una dependienta, y la lluvia, que no cesó durante toda la jornada de ayer, tampoco ayudó a lo contrario. El Allure of the Seas, propiedad de la compañía Royal Caribbean y el crucero más grande del mundo, compartió escala en Málaga con otros tres barcos dejando unas cifras que, cuanto menos sorprenden: más de 13.000 cruceristas y un impacto económico superior al medio millón de euros. O eso es lo que se esperaba, porque la mayoría de los comerciantes del Centro insisten en no asociar cruceros masivos con gastos equivalentes, pues sostienen que el «tipo de pasajeros» que viajan en estos grandes buques no goza precisamente de un alto poder adquisitivo. «Desde hace unos años, las compras han disminuido considerablemente y la repercusión es bastante menor», lamenta un empleado de Souvenirs Victoria, que situado frente a la Catedral se supone uno de los mejores puntos de venta de la ciudad. «Supercruceros» que dejan estampas singulares y cifras históricas por número de turistas pero que no garantizan a los negocios grandes beneficios.

De lo que no hay ningún tipo de duda es de la multitud de visitantes que desde bien temprano, las ocho de la mañana, invadían las calles del centro. «Ruta picassiana y en los alrededores de la Catedral, panorámica de la Alcazaba, parada obligada en El Pimpi y paseo por la calle Larios», explica, mientras reúne al grupo y se refugia con el paraguas, Miguel González, uno de los guías del crucero insignia de Royal Caribbean. Recorrido que también sigue Antonio Lafita, un cicerone veterano, que procedente de Barcelona está más que acostumbrado «a atravesar todo el Atlántico». Jhasir, sin embargo, es la primera vez que hace escala en Málaga. Forma parte del departamento de venta de excursiones del Allure of the Seas y su trabajo incluye el acompañamiento y asistencia a pequeños grupos de pasajeros durante la visita. La mayoría de los turistas de su barco son americanos de EEUU, que superan los cincuenta años, y que «quieren salir a conocer la historia de Málaga porque apenas la conocen».

Se trata de la última escala del trasatlántico antes de iniciar su travesía de diez días hasta Fort Lauderdale (Florida). Sus viajeros, unos 5.300 clientes más 2.000 empleados, no son nuevos en este tipo de turismo y algunos como, Jessica, de Quebec (Canadá), que viaja con toda su familia, presume de haber visitado en anteriores ocasiones otros rincones de la provincia, y especialmente Torremolinos. Al igual que Iván, que como buen español aficcionado al futbol y los toros, reconoce que no puede irse sin volver a ver La Rosaleda y La Malagueta. Ricardo, por el contrario, dice haber alucinado con «el moderno Muelle Uno» y no para de alagar los cambios que, en su opinión, han mejorado la imagen de la ciudad.

El barco más grande del mundo presenta unas medidas descomunales, una eslora de 360 metros, un alzado de 72 metros y un registro bruto de 225.282 toneladas, que permiten un gran espacio abierto con vegetación tropical, terrazas y tiendas. Y no fue el único que atracó en el puerto, también lo hicieron el MSC Divina, que con unos 4.300 viajeros a bordo se considera gran crucero, y el Zuiderdam, propiedad de Holland América y con otros 2.388 pasajeros. Además de el Star Pride, un buque de lujo más elitista, de la naviera Windstar Cruises y con capacidad para unas 200 personas.

Con todo esto, este mes está considerado como el más intenso para el sector, por lo que habrá que esperar a mañana jueves cuando se produzca la llegada de otros cinco barcos, dos de ellos de MSC Cruceros, y unos 12.000 viajeros.