Muchos conocen el puerto de Málaga por su actividad lúdica o deportiva, pero pocos saben cuál es la auténtica razón de ser de la ciudad. Desde la llegada de los comerciantes fenicios a este rincón del Mediterráneo occidental, la bahía malagueña ha crecido gracias a la entrada y salida de personas y mercancías, por lo que la vocación marítima siempre ha estado muy presente.

Han pasado 220 años desde que el rey Carlos III emitiera una cédula para la fundación del Real Colegio de San Telmo, el primer centro de formación de navegantes en la ciudad, cuya actividad fue suprimida en 1846. A partir de entonces y hasta 1924, la enseñanza de náutica se integró en el Instituto Gaona, que desde ayer acoge una exposición.

Gaona y el mar es el título elegido por el instituto para mostrar la importancia que tuvieron esas enseñanzas en Málaga a lo largo de la historia y realzar el patrimonio educativo. La pieza protagonista de la muestra es la corbeta San Telmo, con la que se instruía a los alumnos del Colegio Naval.

Víctor Manuel Heredia, historiador y comisario de la exposición, explica que la reconstrución realizada al modelo ha sido financiada por el propio instituto y espera que algún patrocinador se una al proyecto para poder completar todas las velas. «Es una oportunidad para ver la corberta como realmente es», asegura.

Al otro lado de la sala, junto a la puerta, se le dedica un gran espacio a dos magníficos óleos del marino mercante, marinista y académico Vicente Gómez Navas que muestran imágenes del puerto malagueño a comienzos del siglo XX.

El resto de la exposición se estructura en torno a seis paneles, en los que puede visualizarse la historia del Real Colegio de San Telmo y además se profundiza en algunos alumnos y directores de la escuela, como Joaquín María Pery, autor de la popular Farola que en 2017 celebra su bicentenario.

«Tenemos la ficha original de Pedro Blanco que, después de ser alumno, se dedicó al tráfico de esclavos. Fue el gran negrero español», comenta Heredia.

Otro de los documentos que llama la atención es el ejemplar de las ordenanzas del colegio, donde figuran las instrucciones para castigar a los niños: «Las penas extraordinarias serán el encierro sin comunicación, el cepo o un grillete al pie con su cadenilla en delitos graves».

Víctor Manuel cuenta que el colegio era militar y se admitían dos tipos de alumnos: los colegiales, que eran huérfanos, y los porcionistas, hijos de la nobleza. La exposición también muestra el informe de limpieza que tenían que presentar los alumnos. «Además de ser huérfanos, tenían que demostrar que sus familias eran cristianas, católicas y que no tenían mezclas de judíos o musulmanes», explica el historiador.

La muestra, que cuenta con piezas cedidas por el Instituto Martiricos y que estará expuesta en el Gaona hasta el 4 de diciembre, será complementada por una serie de conferencias, en las que profesionales del sector hablarán de la relación que ha tenido Málaga con el mar a lo largo de la historia para resaltar su importancia comercial.