Las dos furgonetas aparecen a las 12.30 del pasado viernes. Los voluntarios llevan desde las seis de la mañana recogiendo fruta, verdura, pan y yogures en los puestos de Mercamálaga. «Como saben que muchos de estos alimentos no aguantan para el lunes nos los dan, luego nosotros nos encargamos de limpiarlo», cuenta Miguel Ángel Molina. Este antiguo transportista de 51 años lleva cinco en el paro y es uno de los voluntarios de la asociación Ayuda Humanitaria Familiar (Ahufa), que desde hace dos años reparte comida todos los viernes en la calle, en el nuevo Bulevar Adolfo Suárez, muy cerca de la estación Victoria Kent, junto a Nuevo San Andrés.

De este barrio era precisamente la presidenta de Ahufa, María José Valera: «Nos fuimos de Nuevo San Andrés por un desahucio del banco, nos dieron un piso social en Soliva pero hemos vuelto aquí porque hay mucho paro».

El desempleo también es un problema para María José y su familia: ella, su marido y sus cinco hijos están sin trabajo y sólo reciben una paga de 426 euros al mes.

Por este motivo, el reparto de comida de Ahufa, del que se benefician unas 80 familias -la mayoría de Nuevo San Andrés, pero también de otras partes de Málaga- es crucial. «Si una semana no hay reparto pues no comemos», cuenta Serafina Santiago, una de las vecinas que espera su turno. Serafina, de Nueva San Andrés, explica que reparte la comida entre su familia, «y tengo 22 nietos».

A su lado está Isabel López, voluntaria de la asociación, uno de cuyos hijos, José Pedro, fue asesinado en una reyerta en Benalmádena hace ocho años, «y desde entonces nos ha ido mal». Después de 40 años en Félix Sáenz fue despedida, al igual que su marido de Mitsubishi. Además tiene dos hijos más en paro pero, como señala, «aparte de la comida que aquí cojo para mi casa, si alguien viene a pedirme le doy».

Pero el gran problema de Ahufa es que, al hacer el reparto en la calle, dependen de la lotería del tiempo. «Cuando llueve no repartimos la comida y cuando hace un calor tremendo, como en agosto, tampoco», cuenta la presidenta.

«Necesitamos un local, una sede, así podríamos hacer el reparto en condiciones y además podríamos tener un ordenador con la ficha de cada familia», cuenta Miguel Ángel Molina. A su lado está Rafael Corredera, marido de la presidenta y voluntario, quien también subraya la necesidad de un local para acabar con el reparto en plena calle.

Pero además en Ahufa todo es esfuerzo y trabajo en común, por eso Miguel Ángel Molina cuenta que la asociación recibe «la voluntad» para poder reunir el dinero y pagar el gasoil de las dos furgonetas de voluntarios. «Hoy hemos tenido que dar cuatro viajes con las furgonetas y eso cuesta dinero». Aunque fundada hace dos años, Miguel Ángel explica que la asociación tiene los papeles en regla desde hace algo más de un año. María José Velasco comenta que ha sondeado al Ayuntamiento por si hubiera en la zona una sede libre «y nos ha dicho que no hay», mientras que cuenta que no se ha dirigido aún a la Junta .