­Primero pidió perdón y luego aseguró que él era la víctima. Esa fue, al menos, la declaración que hizo ayer ante el Tribunal del Jurado Manuel M. A., el cordobés de 48 años acusado de acabar con 131 puñaladas y un botellazo en la cabeza con su novia, Ana María Márquez, que era la directora del Museo de Historia Natural de Nerja, en la mañana del 8 de agosto de 2014 en la casa que ella tenía en Torrox. Así, explicó que la mujer le atacó primero y que, en episodios de malos tratos anteriores, él era el que sufría: «El agredido era yo cuando discutíamos».

La Fiscalía pide para él 28 años de cárcel por el asesinato y dos episodios de malos tratos anteriores. Él empezó el juicio agachando la cabeza: «Quiero pedir perdón a la familia, a sus compañeros y amigos y a la sociedad en general, a todos, porque yo soy una de las personas que está en contra de estas cosas. Muestro mi rechazo a estos delitos y mi arrepentimiento».

Luego, se dedicó a desgranar todo un historial de consumo de cocaína y alcohol, vicios en los que incurrió en abundancia desde el mediodía del 7 de agosto hasta primera hora de la mañana del día 8, cuando cometió el crimen. Habían discutido, y él compró dos gramos de cocaína en los que invirtió 100 euros. Ya por la noche, llamó a un amigo, que trabajaba en un bar cercano, y bebió con él tanto en ese local como en otro y en la casa del hostelero. A las seis de la mañana, volvió al piso de su novia, con la que llevaba un año y medio, y se acostó en el sofá.

Además de droga y alcohol, señaló que estaba en tratamiento psicológico y psiquiátrico porque le habían afectado una serie de trágicos hechos: la muerte de su hija de siete años, la de su padre, la de su madre, y su situación económica. En 2012, trató de quitarse la vida. La medicación que tomaba, por tanto, también debió de afectarle.

A primera hora de la mañana del 8 de agosto comenzaron a discutir porque ella no quería ir a trabajar. «Ella cogió un cuchillo, yo la reduzco y se lo quito. Me defiendo evitando que me pinchase», subrayó, para luego añadir que debía «salvar su vida». En ese forcejeo, él sufrió heridas y, según agregó, uno de sus dedos ya no le vale para nada. A partir de ahí, asegura: «Yo respondí», pero ya no se acordaba de nada, o eso dijo.

La fiscal le llamó la atención sobre una contradicción en su declaración en relación al botellazo en la cabeza que le dio a su novia y él le pidió: «No cambie las cosas», lo que le valió la reprimenda del magistrado-presidente. «A raíz de ahí no me acuerdo de nada», precisó. No se acordaba de, como relata la Fiscalía, haberle dado un botellazo en la cabeza -lo que sí reconoció en instrucción-. Ni de las 131 puñaladas que le dio y que terminaron con Ana María, ni de haber hecho esperar a la Guardia Civil unos minutos cruciales que podrían haber cambiado el trágico rumbo de las cosas, ni tampoco retenía en su memoria la frase que, según los agentes, les soltó nada más entrar en el domicilio: «Ahí está, ya lo he hecho». «Si yo hubiera dicho eso... la Guardia Civil lo habrá puesto en mi contra», precisó, y luego dijo que el sentido de sus palabras tal vez sería: «Yo he hecho esto, ya no puedo hacer nada».

El relato de hechos de la Fiscalía es espeluznante: no en vano, la acusadora pública relata que él le decía, mientras la seguía con el cuchillo, «¿ya no quieres pelea, verdad?», mientras ella pedía clemencia por su vida.

La fiscal relata además que el acusado, a lo largo de un año antes de los hechos, llegó a morderla y a tirarle de los pelos, pero él contó una versión muy diferente: «El agredido era yo cuando discutíamos».

A preguntas de su abogado, señaló que él consume cocaína desde los 20 años, que es «habitual» y que, de dos gramos salen 24 rayas, que fue las que pudo consumir en aquellas 24 horas frenéticas que señaló haber vivido.

A la fiscal también le negó tener una condena previa por haber amenazado a su exesposa. Hoy continuarán declarando los peritos y guardias civiles.