­La próxima primavera se estrenará Las educadoras, un documental dirigido y producido por Mercedes Sánchez Vico sobre la importancia de la coeducación para acabar con la lacra de la violencia doméstica. «Terrorismo de Estado», como lo califica. Este proyecto audiovisual de una hora de duración, y que será ampliamente difundido, trata de sacar a la luz el poder transformador de la mujer, casi siempre invisible. Han participado 16 educadoras y cuenta con la colaboración de la soprano Pilar Jurado, que el próximo 27 de noviembre presentará en el Conservatorio Manuel Carra el Himno contra la violencia de género, que ha compuesto.

¿Cómo se llama esta iniciativa y cómo surge?

Llevo fraguando este proyecto desde hace un año y medio. Se llama Las educadoras y surge porque como experta en igualdad y género empiezo a participar como formadora en cursos, atendiendo también a talleres coeducativos, asistiendo a reuniones de AMPAS... y me doy cuenta de que en todos los casos es la mujer la que realiza la labor coeducativa. Es siempre la mujer la que está revolucionando el mundo. Pero esas mujeres están invisibilizadas y no se conoce su labor, a pesar de su poder transformador. Y decido romper el silencio y crear este proyecto audiovisual.

¿Por qué es necesaria la coeducación?

Es necesario crear una coeducación real en el aula, en la calle, en la casa, en la vida, en la cotidianeidad... Tenemos unas leyes fabulosísimas a nivel europeo, pero hay mucha esquizofrenia entre la aplicación de la ley y la realidad. Hay un auténtico abismo, y sucede también con la lacra social de la violencia de género, un terrorismo de Estado tremendo. Falta educación en igualdad de género en esa sociedad que se enfrenta a la realidad evidente. Y lo hemos comprobado con los resultados de la última encuesta del Ayuntamiento de Málaga, que decía que más de la mitad de los hombres encuestados no intervendrían en un acto de violencia de género cometido por un amigo contra su pareja. Me parece vergonzoso que en cualquier acto de violencia, de la índole que sea, no se intervenga. La omisión es una de las causas principales de la violencia de género. Y lo que falta es una educación y una base fundamental para que no se reproduzca.

¿Dónde se encuentra el germen?

En la desigualdad. Si no existiera, evidentemente no habría violencia de género. Aunque vivamos en el primer mundo, en esta sociedad no se ha conseguido ni mucho menos que exista una coeducación real ni una igualdad de derechos.

¿Qué es exactamente la coeducación?

Es la educación en valores que implica una educación en igualdad de género y una transformación del mundo a mejor, y aquí también se hablaría de la igualdad de carácter étnico y racial y a mejorar la convivencia para combatir cualquier tipo de acoso. Los contenidos son esenciales. Tanto a nivel estatal y autonómico tenemos un plan de igualdad que obliga a la coeducación, tanto transversal como directamente. Lo que pasa que en la realidad dista mucho. Es una coeducación de cartón piedra. Se sale para salir del paso.

¿Por qué no se aplica?

Porque tendría que haber una mayor formación, tanto al profesorado como a los padres. Para que se llevara a cabo en los centros educativos y en los hogares. José Antonio Marina lo deja claro: nos falta formación. Y es crucial. Y además hace falta una concienciación. Cuando se luchaba en EEUU por la defensa de los derechos entre hombres blancos y negros, como faltaba esa concienciación se asumía perfectamente que un negro no tuviera los mismos derechos.

¿No cree que esta sociedad va a dos velocidades? ¿Por un lado la mujer, que ha logrado conquistas históricas en muy poco tiempo, y por otro la sociedad, que no lo ha terminado de asumir?

Totalmente. Son las mujeres y también algunos hombres, que representan las nuevas masculinidades, los que están transformando el mundo. Porque la mujer no lo puede hacer en solitario. Necesita a esos hombres. Y los hombres, a su vez, también se benefician, porque siempre han tenido vetado y prohibido el mundo de las emociones. Parecía que un hombre no era tan hombre si le afloraban las emociones, y creaba frustración. Y el hombre reivindica así que no solo puede ser fuerte, sino que también puede ser emotivo, y un gran padre, y sentir mucho por sus hijos y educarlos. Y las mujeres que defendemos esta revolución queremos a esos hombres, porque con ellos el mundo se puede transformar de una manera bellísima.

¿Cuántas generaciones tendrán que pasar para eso?

El último informe de la ONU dice que en la actualidad no hay ningún país donde exista una igualdad real, ni en el más avanzado de los nórdicos, que siempre se usan de referencia. Y teniendo en cuenta cómo avanza el primer mundo, podremos hablar a finales del siglo XXI de igualdad. Los que estamos aquí no lo vamos a ver.

¿El hombre todavía se limita a ayudar en casa, si ayuda?

Pero es que no se trata de ayudar, sino de colaborar. De trabajar por igual. La ayuda lleva implícita una deuda. Yo he creado una asignatura que es única en Andalucía y que me ha valido varios premios y reconocimientos, que se llama Igualdad de género a través de la imagen. Se imparte en cuarto de la ESO y primero de Bachillerato y computa igual que las materias instrumentales. De hecho cuenta para la media de Selectividad. Pero es algo aislado, que se da en un solo centro. La coeducación es crucial para romper con muchos estereotipos sexistas que aún existen. Y a quienes intentamos hacer estas cosas todavía se nos considera como las locas del instituto.

¿Cómo perjudican a la mujer los avances sociales logrados?

La conciliación es la gran mentira que nos han vendido a todos. Hablamos de una corresponsabilidad responsable, donde debería existir una conciliación real. Pero estamos a años luz. En el lenguaje esencial todo lo que es bueno es «cojonudo» y lo que es malo es un «coñazo». A través de los genitales marcamos ya el primer estereotipo de género nada más nacer. Cometemos auténticos atentados contra la igualdad, porque ya todo lo que viene de una mujer es negativo.

Esto viene desde el Génesis...

Por supuesto. Pero según los últimos descubrimientos, en el Paleolítico sí existía una igualdad evidente. Era una sociedad nómada en la que se compartían las tareas por igual, incluso la propia caza. Y National Geographic ha descubierto en una cueva de Cantabria que el 60% de las manos que hay plasmadas en la pared son femeninas. Es decir, las artistas eran ellas. Pero nunca en los libros de texto aparece así. La invisibilidad de la mujer en los libros de texto es enorme. Solo se recoge el 5% de las aportaciones de la mujer en la historia. En el libro de literatura que yo manejo en la ESO, en 225 páginas solo aparecen tres mujeres: Rosalía de Castro, Maruja Mayo y Almudena Grandes.

¿Cuándo se discrimina a la mujer?

Desde que nacemos nos asignan el rol de grandes cuidadoras y si no cumplimos con él nos tenemos que sentir culpables. Al hombre se le enseña a adiestrarse frente a una mujer a la que no se le dan muchísimas oportunidades. Y todo ello, a pesar de que hoy ya existe la Universidad, en la que estudian los mejores expedientes, que son de mujeres. Pero luego los puestos de dirección de las empresas los siguen ocupando los hombres. A nosotras no se nos reconocen muchos de esos derechos. Y en el mundo de pareja tampoco. Si uno de los dos tiene que renunciar a algo siempre es ella.

¿Cree que hay alguna relación entre la última manifestación del 7 de noviembre y el repunte de asesinatos posterior?

Quiero pensar que no. Es una desgracia tremenda, cuatro asesinatos en cuatro sitios de España distintos y distantes. Parecido a lo que ocurrió en agosto pasado. Las vacaciones son problemáticas en cualquier pareja, ya que el mayor número de divorcios se registra en época de vacaciones. El maltratador o uxoricida, que quiere decir el hombre que asesina a su pareja, evidentemente en época vacacional tiene más tiempo para ejercer esa violencia.

¿No cree que los medios deberían dar mayor visibilidad a las condenas, más que a los casos de violencia de género?

Hay que visibilizarlo, pero más aún las condenas, y también los nombres de los asesinos y de las víctimas. Hablamos de violencia de género pero sin darnos cuenta parece que descargamos de responsabilidad al hombre que ha cometido un asesinato. Creo que así empezaríamos a ver cambios. La violencia de género no termina con el asesinato. La igualdad es vida, la desigualdad es muerte. Y en la violencia de género vamos para atrás aunque no nos lo creamos.

¿Cómo es posible?

Ya podemos hablar de esta lacra también entre los adolescentes. Donde más ha crecido es entre los 14 y los 25 años. El retroceso ha sido muy grande en la última década. La mayor parte de denuncias tanto en juzgados tanto por ayudas de asistencia jurídica y psicológica proceden de adolescentes. Porque no existe una conciencia de lo que es violencia de género. Solo se reconoce la violencia física, pero la psicológica, verbal y ambiental no la reconocen como tal. El control que las parejas adolescentes ejercen con el uso del móvil, de las redes sociales... Eso es violencia de género, puesto que no es amor ni respeto. Es posesión y siempre termina generando en violencia de género. Se empieza por lo psicológico y se acaba con los físico.

¿Si la corresponsabilidad de las familias en la educación es clave, en este ámbito es aún más fundamental?

Fundamental. Pero hay también padres excepcionales pero no pueden luchar contra algo que está ahí: en las redes sociales, en los medios de comunicación, en el cine... Flaco favor hacen películas como la trilogía de Crepúsculo, que es un ejemplo clarísimo en el que se reproducen los mitos del amor romántico, que es la primera causa de la violencia de género. Eso de «sin ti no soy nada», «no puedo vivir sin ti...». Cuando uno puede vivir perfectamente aunque el amor se acabe, aunque el otro no esté, yo sigo siendo yo. Las medias naranjas es otra falsedad y hace mucho daño a la relación de pareja. Las mitades generan frustración. Las relaciones no tienen por qué ser permanentes y si se rompen no es un fracaso.

Pero el matrimonio es para toda la vida...

A pesar de la ley del divorcio, sigue siendo un auténtico trauma para muchas familias que alguien se pueda divorciar y sigue estando mal visto y se sigue viviendo como una frustración. Tendríamos que cambiar tantos conceptos en el amor, en el mundo de pareja, en el modo de ver la vida... que yo creo que construiríamos un mucho muchísimo mejor, por eso es tan necesario coeducar.

Los extremos son malos. ¿Cuánto perjudican las feministas radicales a la causa?

El primero de los errores que intentamos quitar es que el feminismo no es el antónimo de machismo, sino que sería hembrismo. Machismo significa que el hombre se considera superior a la mujer. Feminismo, que es el movimiento social más revolucionario del siglo XX y XXI, reivindica y está muy bien definido hasta por la RAE «la igualdad de género entre hombres y mujeres». No hay movimiento social más vivificador. Pero el propio patriarcado ha difundido una idea equivocada de mujeres histéricas. El feminismo además es para hombres y mujeres y es otra idea que tampoco se sabe. En Australia o Canadá el feminismo es una asignatura obligatoria. También hay hombres feministas. Y si no fuera por ellos no se hubieran podido dar muchos pasos. Todos los hombres integrados en las nuevas masculinidades se reivindican como feministas. Es un bien para el hombre.