Pedro González, uno de los tres hijos de José, pone en marcha el proyector y en la pantalla blanca aparece la Málaga de 1961: el aeropuerto del Rompedizo, la Malagueta sin bloques, las vistas de la ciudad desde El Candado... La cámara acompaña a Antonio Molina en su recorrido en coche por la ciudad de hace medio siglo al inicio de la película Café de Chinitas.

El sabor del cine anterior a la era digital, el que con tanto afecto se aprecia en la entrañable película Cinema Paradiso, todavía está vivo en la familia de José González Navajas, el cordobés del año 37 afincado desde pequeño en Málaga, fallecido hace tres años y que hizo del cine la pasión de su vida.

José vive no sólo en el recuerdo de toda su familia y amigos sino también en los cientos de carteles, películas, afiches y cinco proyectores que en un local de la capital dan fe de su entrega al Séptimo Arte.

«No me imagino mi vida sin el cine. Con mi abuelo aprendí un montón de cosas, era como un padre para mí», confiesa Inmaculada Delgado, su nieta de 21 años, que no olvida las películas navideñas que le proyectaba. Tampoco su prima Ana González de 18 años.

Como recuerda su viuda, doña Rafaela Jiménez, «desde los 14 años está mi marido con esto». Doña Rafaela lo conoció con esa edad en Benalmádena, cuando José González llegaba en tren con su padre, Miguel, «y el proyector tenían que subirlo a lo alto del pueblo en un borriquillo».

José, al igual que su padre que fue secretario municipal en Mijas y Yunquera, compaginó con los años una profesión -técnico aeronáutico en el aeropuerto de Málaga- con la de operador de cine, su gran vocación.

Por las expertas manos de José González han pasado cientos de películas que proyectaba en los cines Albéniz, el Victoria o el Andalucía de la capital, pero también en las Escuelas del Ave María, las Hermanitas de los Pobres, la Base Aérea, el Campamento Benítez o Algarrobo, en un cine arrendado e incluso el psiquiátrico de San Juan de Dios, entre otros muchos puntos, porque también recorrió pueblos de Málaga y Cádiz con las películas de Antonio Molina, al comprar sus derechos.

«Mi abuelo me contó una vez que cuando tenía 16 ó 17 años él y su padre tuvieron que echar la misma película en dos pueblos distintos, entonces, cuando acababa la primera parte tenía que llevar ese rollo en bici al otro pueblo», cuenta Inmaculada.

Supermán vs. Antonio Molina. Al hilo de las películas de Antonio Molina - en 35 mm. y en color sepia- otro hijo de José, Miguel González, que acompañó a su padre en muchas de sus proyecciones, recuerda que en Villamartín, un pueblo de Cádiz, hacia 1981, un empresario le argumentó que frente a las películas de Antonio Molina, «él tenía la película de Supermán, entonces mi padre le dijo, mire usted, no tiene nada que perder y al final fue más gente a ver a Antonio Molina».

En las proyecciones en los pueblos, sobre todo en la posguerra, «cuando llegaba el hombre del cine se movilizaba el pueblo entero y donde se guardaba el autobús se sacaba fuera y cada persona llegaba con una silla de su casa», destaca Pedro González, hermano de Miguel. En esos tiempos de hambre, por cierto, Inmaculada cuenta que, según recordaba su abuelo, «el cine era una manera de matar el hambre, así que la gente se traía de casa o compraba batatas asadas, se las comía viendo el cine y mañana sería otro día».

Y entre los muchos recuerdos que Pedro tiene de su padre, el que proyectara en el cine Andalucía nade menos que 86 veces Doctor Zhivago «cuando la máquina era con carbones», lo que implicaba que durante cada proyección (3 horas y 20 minutos) «tenía que estar pendiente de acercar el polo positivo y el negativo para que se produjera el arco voltaico, no podías ni cerrar los ojos».

Miguel González se emociona al recordar a su padre, quien también fue operador en la famosa Semana Internacional de Cine de Autor de Benalmádena. «Soy el hermano mayor y desde pequeño iba con él a todos lados», cuenta. No se le olvida, por ejemplo, cuando terminaba «a las tantas de la noche» de proyectar en el cine Victoria, «y como vivíamos en la calle Berlanga, me llevaba con una motillo en el sidecar».

Ni tampoco un detalle curioso, que resalta la mucha maña de José González con la cámara: «Un día en el Campamento Benítez proyectaba cine con 500 soldados en el comedor, muchas veces mi padre montaba la película e iba muy justito de tiempo y una vez se le olvidó la bobina de recoger la película. No tuvo otra cosa que pedirle a un soldado el canasto inmenso de los chuscos de los bocadillos para recogerla».

El coleccionista. Gracias a este malagueño de adopción, tanto la Filmoteca Nacional como la Andaluza, con sede en su Córdoba natal, cuentan con muchas de sus películas. «Mi padre siempre las ha ido coleccionando y cambiando con su núcleo de amigos, aparte de que fue distribuidor cinematográfico de Norte films», señala su hijo Pedro.

Entre las joyas de su colección, Huyendo del halcón, película de acción de 1966 rodada en Málaga o la película más antigua de la Semana Santa de Málaga, donada a la filmoteca andaluza, que Miguel González Navajas, hermano del operador, rescató casi de milagro de la Casa de la Misericordia, a punto de terminar en la basura. «A la hora de proyectarla, como la película era de nitrato y corría el riesgo de incendiarse, lo primero que hizo mi padre fue tener un extintor a mano mientras mi primo grababa en una cámara de vídeo de alta definición, no fuera a perderse. Por suerte no pasó nada», comenta Miguel González, que destaca que es una película de comienzos del siglo XX, de hacia 1904, en la que aparecen los nazarenos con capirotes en forma de habichuela de la cofradía del Rico.

La pasión de José González Navajas le llevó a proyectar de forma desinteresada en muchos rincones de Málaga como las Hermanitas de los Pobres. Su labor la continúa ahora su hijo Pedro, que emplea un proyector de los años 80. «Son películas antiguas españolas o andaluzas antiguas que les gustan mucho».

Además el próximo 17 de diciembre, a las 6.45 de la tarde, Pedro González proyectará en el colegio de Gamarra El Cristo del océano (1971). De entrada libre, quienes quieran asistir sólo deben traer un kilo de alimentos no perecederos para entregar a una institución benéfica. (Pedro se ofrece también a cualquier organización para proyecciones gratuitas. Su correo pedrogonzalez70_7@hotmail.com.

La huella del generoso operador José González Navajas permanece viva en su familia, orgullosa de haber compartido tantos años con este amante del cine cuyas anécdotas y vivencias guardan mucha relación con el universo de Cinema Paradiso.