«Empecé yo sola, con los lagrimones no veía ni el teclado», confiesa Lorena Aguinaleo (Málaga, 1975). Acababa de regresar con su marido Rafa de una estancia de cinco años y medio de trabajo en Lima cuando a comienzos de 2014, al ver que su hija Sofía, de 5 años, llevaba semanas sin parar de beber agua, decidió llevarla al hospital. Allí, además de coincidir con Isabel Pantoja y una nube de cámaras, le comunicaron que su hija tenía 650 de azúcar y debía ingresar en la UCI. «Cuando a tu pequeña te la quitan de las manos, porque llegué ignorante a Urgencias, y te dicen que se tiene que quedar ingresada, que puede estar muy grave y entrar en un coma diabético... no sabía qué hacer», confiesa.

Pero Lorena sí supo qué hacer y decidió, como terapia, escribir sobre la situación y mientras pasaban los días compartió su experiencia en un blog. «Al poco empieza la gente a escribirme de Perú, de Suiza, de Alemania... 10.000 personas habían leído el blog», explica.

Dos de las personas que leyeron su blog, Marta García y Carlos Moncada, le animaron a convertirlo en libro y el resultado es Chiqui Sweet, el lado dulce de la diabetes, la experiencia de una familia malagueña con un mundo desconocido y en el que tuvieron que aterrizar de emergencia.

«A mi hija le diagnosticaron la diabetes mellitis tipo 1, la más grave. Hay que ponerle cinco inyecciones al día para toda la vida, y ahora mismo once controles al día que ella misma ya se lo hace», destaca. También precisa que Sofía, que en el libro se llama Carlota, «necesita dos tipos de insulina, la lenta, la que necesita para vivir y la rápida, la que necesita para comer».

Otra característica de este tipo de diabetes es que la persona afectada puede comer de todo. «No tiene alimentos prohibidos pero si quiere comerse un pastel de chocolate es una vez cada dos meses y ese día tenemos que ponerle una inyección más».

«Lo llevamos muy bien». Casi dos años después de este traumático diagnóstico -en el lenguaje de los diabéticos, el debut-, Lorena, que no sabía nada de la diabetes, señala que la enfermedad de Sofía ha cambiado la vida de toda la familia -su marido y dos hijas más- «pero lo llevamos muy bien».

Lorena Aguinalea, que trabaja en el equipo técnico provincial de orientación educativa y profesional (Delegación de Educación), cuenta que por la enfermedad de su hija podía haberse dado de baja pero ha preferido seguir trabajando «para normalizar todo», mientras Sofía, que acaba de cumplir siete años, aprende a convivir con su enfermedad, que afronta siempre con una sonrisa.

«Nosotros estamos en continua coordinación con su colegio (NovaSchool) que se ha volcado tanto y me ha dado tanta confianza que ya hay cuatro niños diabéticos en el centro», cuenta.

Lorena Aguinalea, una malagueña extrovertida y positiva que en Perú trabajó para una ONG que atiende a niñas víctimas de abusos sexuales, está muy satisfecha con la respuesta tan buena de un libro que comenzó con «lagrimones» y terminó con una sonrisa de alivio. Una joven diabética le dedicó a Carlota, la protagonista del libro, estas palabras: «Gracias Carlota, eres como mi hermana pequeña azucarada».

«El libro está dirigido a familias con niños de cualquier tipo de diabetes y para cualquier persona con un hijo con una enfermedad crónica», explica Lorena. Tanto alivio y sonrisas está repartiendo Chiqui Sweet que la autora ya prepara un segundo volumen.