Vuelve el circo electoral a la provincia. En pleno silbido de balas yihadistas y con Cataluña amenazando la unidad del país, se escucharon ayer los primeros ecos de campaña con la aparición estelar de Pedro Sánchez, que acudió a Málaga para la puesta en escena de su candidatura de cara a las elecciones del 20-D. El graderío del Palacio de Ferias y Congresos se llenó de militantes para arropar a su máxima figura a nivel nacional y reclamar con creces la utilidad del Palacio de Ferias como ese espacio multiusos de referencia para los partidos políticos que quieren congregar a su militancia antes de lanzarse a la conquista electoral. Según la organización socialista, más de 1.200 almas se congregaron ayer para asistir al viaje temporal de Pedro Sánchez.

Una vuelta atrás en el imaginario colectivo del puño y de la rosa para dibujar un futuro más próspero basado en la igualdad y en el rescate urgente de esas políticas sociales, que habrían sido podadas por la motosierra de Mariano Rajoy. «Si Felipe González puso en pie la España de los derechos y José Luis Rodríguez Zapatero la de las libertades, nosotros estamos convocados a impulsar la de las oportunidades», señaló Sánchez al empezar su intervención ante las múltiples voces que ya lo aclamaban como presidente.

No se sabe muy bien si fue Málaga quien eligió a Pedro Sánchez o si fue al revés, pero la decisión de optar por la capital de la provincia para dar por iniciado su maratoniano camino hacia la Moncloa fue una confirmación en toda regla. Concretamente, la de una apuesta decidida por reinar en la en territorio azul, arrebatarle la hegemonía al Partido Popular y coger aire desde tierras soleadas.

A pesar de unas encuestas que no invitan a acomodarse, con Ciudadanos amenazando el sistema solar socialista, las cuentas del PSOE pasan por ganar en Málaga y repetir unos resultados que convirtieron al partido en la fuerza más votada en las últimas elecciones autonómicas de marzo. De esta manera, y perfilando a los socialistas en todo momento como «la única alternativa de cambio posible ante el fracaso de Mariano Rajoy», Sánchez puso ayer sobre la mesa lo que será la base de su campaña de aquí a los próximos treinta días: la reivindicación permanente de las políticas sociales en un discurso centrado en ofrecer propuestas concretas que sirvan para combatir las desigualdades en todas sus vertientes posibles.

Frente a la supuesta recuperación económica del PP, Sánchez apeló a esa dimensión cercana que se escapa a la frialdad de los números y lanzó una batería de propuestas para lograr que nadie se quede atrás. Con el objetivo último de acabar con las desigualdades, se comprometió a impulsar lo que llamó «un ingreso mínimo vital para las 720.000 familias que están en riesgo de exclusión social». A veces pausado, a veces con una literalidad aplastante, el líder socialista siguió con el camino firme a través de su programa electoral hasta llegar a la reforma laboral del PP. Por si hubiera algunas dudas sobre su intención, para acabar con todas las especulaciones posibles, aseguró con rotundidad que derogaría la reforma en su totalidad si se convierte, finalmente, en el próximo inquilino de la Moncloa. No se acabarían aquí las reformas, que necesitarían un nuevo quiebro de cintura para que todo vuelva a su sitio. En esa lista, según Sánchez, estarían también la Lomce del ya exministro de Educación José Ignacio Wert, y la conocida como ley Mordaza.

También avanzó, entre cada grito que hacía alusión directa a las bondades de su físico, capaz de cumplir siempre con la fotografía, el desarrollo de una ley de Igualdad Salarial para equiparar a ambos géneros al final de mes. Sin querer dar un paso, Pedro Sánchez dejó ayer claro que se presenta con la única intención de liderar un proyecto ganador frente a posibles experimentos mediáticos.

El candidato de los socialistas también habló de Cataluña y defendió que «Mariano Rajoy ha acometido una política de levantar muros cuando los catalanes tienen los mismos problemas que en el resto de España. Por otra parte, no quiso dejar escapar la oportunidad de referirse a la corrupción y aseguró que «el nombre de Rajoy estará siempre ligado al SMS que mando a Luis Bárcenas».

En todo caso, fue atrevido al recordar a González y a Rodríguez Zapatero porque no siempre el pasado es mejor que el futuro. Volverá de nuevo durante la campaña.