Desde que se jubiló hace tres años Joaquín Fernández -gaditano con raíces en la Sierra logroñesa de Cameros, la de los Larios y los Heredia- confiesa que está viviendo una segunda vida. «En la otra vida me he ganado la vida como biólogo, catedrático de Universidad», precisa. Los frutos de esta segunda existencia pueden verse desde ayer jueves y hasta el 31 de diciembre en la sala de exposiciones del Jardín Botánico de La Concepción. La muestra lleva por título Suspicere-Inspicere-Prospicere, verbos latinos que traducidos corresponden a «contemplar, examinar y mirar de lejos», tres formas para observar su obra, formada por cuadros y esculturas de abstracción geométrica.

La pasión por el arte es temprana pero como señala, «tú di en tu casa en plena posguerra que quieres estudiar Bellas Artes, que quieres ser artista». Por eso escogió el camino indirecto de la Arquitectura, que no terminaría pero que le ofreció una buena base para el dibujo. «En la Escuela de Arquitectura de Madrid había una asignatura pura y dura que era dibujar estatuas», recuerda. Completó la formación en una academia dirigida por Florentino Trapero, un republicano represaliado con el que aprendió mucho.

Pero los dibujos de estatuas clásicas dieron paso con el tiempo a una visión propia y desde hace veinte años, a la abstracción geométrica, en la que se mueve desde entonces. «Me interesa muchísimo toda la vanguardia de principios del siglo XX, el arte contemporáneo ya no tanto porque hay algunas cosas que no me dicen nada». Y entre sus influencias, Paul Klee, aunque también le encanta Picasso, «pese a que es figurativo y no tiene casi nada abstracto». Pero la división entre modernos y tradicionales, recuerda, no es absoluta y pone como ejemplo a un pintor tan tradicional como Zuloaga, «que en uno de los dos retratos que pintó de Falla tiene un fondo abstracto».

En esta su primera exposición en Málaga este gaditano ligado por familia a la ciudad de Picasso expone cuadros monocromos junto con otros que son lo opuesto: un festival de colores con cubos y otras figuras geométricas.

El que fuera catedrático de Biología suele hacer un esbozo previo y luego se pasa al lienzo: «Lo hago muy automático, me pongo sobre el lienzo y directamente me pongo a dibujar», explica.

En cuanto a la reacción del público, cuenta que en general, «al público creo que le gusta, lo que es buena cosa porque el arte abstracto o la abstracción es algo que muchas veces a la gente le lleva a decir esto qué es, una pregunta bastante frecuente».

Porque como destaca, sigue habiendo público al que «no le llega» el arte abstracto «y cree que ahí, en el cuadro, tiene que haber algo distinto a lo que es la pintura».

Y junto a los cuadros, esculturas también geométricas y abstractas, una disciplina que practica desde que se inició en la pintura. En la exposición hay esculturas con el volumen de la propia escultura «y el volumen de la propia pintura dentro de la escultura», por eso aconseja que «hay que sentarse y mirarlas despacito y ver ese juego».

En la segunda clase de obras, monocromáticas, se aprecia más la madera (de haya, roble, pino o encina). Pero no sólo se atreve con la madera, en la exposición hay esculturas de piedra con asperones recogidos en Segovia, La Mancha o caliza de los Picos de Europa. La segunda vida de Joaquín Fernández sigue dando muchas sorpresas creativas.