­El tiempo no perdona. Tampoco parece que esta vez lo firmado se quede en papel mojado. «Se amortizarán el 50 por ciento de los cargos de confianza, incluyendo la totalidad de las direcciones de distrito. Además, en línea con la racionalización proyectada, se unificarán bajo una misma gerencia las sociedades Teatro Cervantes y Festival de Cine». Es un extracto del acuerdo de investidura que suscribió el PP el pasado mes de junio con Ciudadanos, para que Francisco de la Torre pudiera permanecer al frente del Ayuntamiento después de dejarse la mayoría absoluta por el camino en las pasadas elecciones municipales de mayo. Si finalmente se consuma el cese de los actuales directores de distrito, a partir del próximo 1 de enero estas plazas serán ocupadas en el organigrama municipal por una serie de funcionarios dispuestos a lidiar con los problemas diarios de una ciudad, que cuenta con un núcleo de población que supera los 560.000 habitantes.

Buscarle una definición técnica a la labor que desempeña un director de distrito se antoja complicado. En sí, no tiene encaje en ninguna descripción que sirva para trazar un puesto de trabajo definido. «Actuamos como intermediarios para poner en contacto a los ciudadanos con las distintas áreas que componen el Ayuntamiento», intenta darle respuesta a la pregunta Francisco Cantos. Es el director del Distrito Centro y el encargado de unos 82.000 habitantes censados. Llevado a la práctica, esto significa que hay unas 82.000 peticiones potenciales que necesitan canalizarse de alguna manera.

Una jornada de Cantos difiere mucho del funcionario al uso, acostumbrado a la bondad de un horario que le permite desconectar hasta el día siguiente a las tres del medio día. Papeleo en el despacho, ruedas de prensa, atención personalizada y reuniones con las diferentes asociaciones de vecinos. «Es un trabajo al que se le pueden echar todas las horas que uno quiera», describe Cantos un panorama que se asemeja a un paseo por arenas movedizas. Cuando se soluciona un problema, ya han surgido dos por otro lado. Prueba de ello es el móvil de Cantos. Las más de 20 notificaciones en Whatsapp se suman al correo electrónico. «Una media de 60 al día», asegura Cantos. Un día cualquiera empieza a primera hora de la mañana. A las 9.00 horas de la mañana ya hay una cita concertada en Urbanismo. La Asociación de Vecinos Segalerva-Molinillo tiene problemas de climatización en el edificio que le sirve como sede y quiere que el Ayuntamiento se haga cargo de los gastos. La reforma necesaria asciende hasta los 4.000 euros. Es el ejemplo que escenifica el mismo paso que siempre se repite siempre. El director de distrito se erige como la cara visible para los vecinos y su despacho es la puerta más aporreada a nivel municipal. Los problemas de uno automáticamente pasan a ser los más urgentes. En este caso, Cantos se sienta en una misma mesa con un técnico de urbanismo y la asociación de vecinos para ver si el Ayuntamiento se puede hacer cargo de los gastos. «Hacerlo este año resultará difícil», admite Cantos. Con los presupuestos de 2015 ya casi exprimidos, se hace más complicado. En todo caso, una respuesta sincera es más valorada por los vecinos esas largas que luego nunca se cumplen. Si le preguntan a Ángel Jurado sobre el inminente adiós de Francisco Cantos sólo puede mover la cabeza. «Para mí es la metedura de pata más grande que se ha hecho en este mandato», se muestra rotundo. Demasiadas veces ha llamado a horas insólitas para ahora encontrar motivo de queja. A Jurado, con más de 25 años de activismo vecinal a sus espalda, le cuesta imaginarse a un funcionario al uso cogiéndole la llamada un domingo a las nueve de la noche. «Para hacer este trabajo se necesita una buena dosis de vocación por el servicio público», apura Cantos antes de seguir eliminando puntos de la agenda. A las 10.30 horas hay convocada una rueda de prensa en la que también participará Gemma del Corral, la concejala del Distrito Centro. En esta ocasión se trata de apoyar una iniciativa para darle un empujón al comercio local. Como tantas otras importaciones de Estados Unidos, también el Black Friday está calando. Es la parte de representación institucional que ahora está tan puesta en duda. Después de la rueda de prensa, Cantos aprovecha la oportunidad para ponerse al día con su concejala. Así, la rutina del director de distrito flota entre una agenda dilatada. La próxima cita ya está fijada para las 13.30 en El Pimpi. La presentación de unas jornadas solidarias requieren la presencia de Cantos. Antes de llegar a casa a medio día, ya habrá cumplido con una jornada regular, pero con toda una tarde de trabajo todavía por delante. Después de comer Cantos vuelve a la oficina para darle respuesta a los registros de entrada que se han ido acumulando. «Esto es un trabajo muy egoísta, porque acabas priorizando las necesidades de los demás por encima de las tuyas», apura Cantos. Antes de llegar a casa habrá recorrido dos o tres veces las calles del centro atendiendo los problemas vecinales.

Carretera de Cádiz

«Me duele que al final se esté dando una imagen del director de distrito que no corresponde a la realidad. Nos pintan como si estuviéramos todo el día por ahí de paella en paella y nada más lejos de la realidad». Son las palabras de Alberto Díaz, el todavía director de distrito correspondiente. Con una densidad poblacional similar a la de una ciudad de tamaño medio -115.000 habitantes-, Carretera de Cádiz es un distrito que puede llegar a desbordar, tanto por su complexión como por la cantidad de peticiones que llegan a las manos de Díaz. «Mi jornada laboral suele ser de ocho de la mañana hasta las diez de la noche», afirma. Díaz se ve como el enlace entre el ciudadano y el concejal de turno. Para Díaz, la jornada empieza con una visita a las inmediaciones del Martín Carpena. Le han avisado de un posible problema de señalización en las vías. Inspecciona la zona y traslada el problema al área correspondiente. Por la tarde tiene cita con un vecino. Un árbol caído ha levantado parte de la calzada. El día antes le entregaron un papelito en mano para avisarle. Es el contacto directo entre el ciudadano que echará de menos. «Esto tiene difícil encaje en la figura del funcionario tal y como está concebida», avisa Díaz con las maletas ya hechas para dejar su cargo.

¿Qué hace un director de distrito?1. Enlace entre el ciudadano y el concejal de distrito

Málaga es una ciudad que se divide en once distritos. A pesar de todo, presenta en su funcionamiento una fuerte centralización y todas las áreas dependen directamente del Ayuntamiento. Los directores de distrito se presentan como la primera puerta de entrada al Ayuntamiento y son una figura accesible que ejercen como cordón umbilical entre el ciudadano y la institución. La principal crítica que hace la oposición, especialmente Ciudadanos, es que se ha politizado la figura del director de distrito hasta el punto de haberla convertido en el brazo prolongado del equipo de gobierno de turno. Para el portavoz de Ciudadanos, Juan Cassá, el «director de distrito debe gestionar y tener atribuciones propias fijadas y regladas». «Los directores de distrito son el brazo prolongado del PP que sirve para duplicar su estructura orgánica», asegura Cassá.

2. No hay tiempo para hacer política en los distritos

Ante la crítica de la oposición, los directores de distrito señalan que no tienen tiempo para hacer política. «Es algo que se diluye en el día a día», afirma Cantos que señala que los vecinos no se fijan en las siglas políticas, sino en el trabajo que realizan y en la efectividad a la hora de solucionar los problemas diarios.

3. Salario y horarios

Un trabajo que no está pagado. Es el credo universal que reina entre los trabajadores de distrito. Francisco Cantos y Alberto Díaz cobran un sueldo anual del 46.000 euros. Hablar de horarios fijos es imposible. Las agendas se dilatan a lo largo de todo el día y el trabajo finaliza, muchas veces, a altas horas de la noche. También implica un esfuerzo los fines de semana. Los eventos de las asociaciones se duplican los sábados y los domingos y éstas reclaman presencia institucional. Sin apenas vacaciones, el director de distrito se convierte en una especie de comodín para todo.