Me llamo Ángel, tengo 44 años y soy natural de Algeciras. Mi historia de vida no puedo decir que haya sido fácil, pero tampoco es muy distinta a la de otras muchas personas que durante un tiempo y por diferentes motivos se han visto obligadas a vivir en la calle, sin un techo propio donde resguardarse.Desde pequeño estuve muy cerca del mundo de la droga, de su venta y del consumo. Esto me llevó a delinquir para poder costearla y de ahí a cumplir condena en prisión, de donde estuve entrando y saliendo durante 14 años perdiendo mi juventud.

Llegó un punto que cuando no estaba en la cárcel me encontraba durmiendo en la calle, dado que nadie se fiaba de mí. Una dura situación que me fue alejando de la realidad. Durante mucho tiempo he sentido el rechazo de la sociedad, incluso con miradas de desprecio, lo que me llevó a perpetuar mi vida como una persona sin hogar.

Entiendo que por mi conducta nadie confiara en mí, pero confieso que en esos momentos me faltó un empujón, una ayuda para salir adelante y hacer realidad mis ganas de cambio de vida. Cuando salía de prisión, me encontraba solo y rechazado sin nadie a quien recurrir, que me ayudase a conocerme realmente, a valorar quien soy y todo lo que puedo aportar a la sociedad.

Mi historia da un giro en 2012 cuando salgo de prisión y llego a Fuengirola, donde residí en uno de los denominados pisos de reinserción de Alternativa 2. Durante casi un año de convivencia con otros 7 compañeros completo mi proceso de desintoxicación gracias al apoyo constante de Ana y Mercedes, psicóloga y trabajadora social del centro, respectivamente. Fueron ellas las que me dieron la primera oportunidad, quienes me trataron como una persona más, sin prejuicios, y las que me derivaron a la Asociación Arrabal en Málaga, para alejarme de mi entorno más cercano, algo que en esos momentos era muy perjudicial para mí.

Son muchas las personas a las que he conocido y tareas muy variadas las que he desarrollado desde que formo parte de la familia arrabalera. Gracias a Pepi, Bea, Laura, Francisco, Esther, Fátima y otras muchas personas he tenido la oportunidad de formarme, conocer distintos oficios, realizar prácticas en empresas e incluso de acceder a ofertas de empleo, algo muy complicado en los tiempos que corren.

A todo esto hay que añadir el descubrimiento de un nuevo modelo de vida, basado en la confianza y el respeto a los demás. Gracias a mis compañeros del piso de acogida de la Asociación Arrabal y el Ayuntamiento de Málaga puedo decir que he encontrado mi verdadero sitio y mi espacio.

Con motivo del «Día de las Personas Sin Hogar» me atrevo a contar mi historia para dar gracias de corazón por toda la ayuda recibida y hacer visible esta realidad. Cualquiera de nosotros, por diferentes motivos, puede encontrarse un día durmiendo en la calle tras haberlo perdido todo. Una situación en la que necesitará que alguien le tienda una mano, le vea como una persona y le ayude a reintegrarse en la sociedad de la que forma parte. Creo que el crecimiento de un país no será auténtico si no se hace de forma inclusiva, si permitimos que personas o familias enteras incluso vayan quedándose por el camino.