Al final del año, es momento de hacer balance y establecer las nuevas estrategias de futuro que guiarán nuestra actividad en los meses venideros, un periodo que se abre cargado de trabajo y de esperanza para los empresarios malagueños, y al que debemos sacarle el mayor de los rendimientos a favor de nuestro tejido productivo.

Como parte de la transformación en la que está inmerso nuestro entorno, las empresas no somos en absoluto ajenas a los cambios políticos, sociales y tecnológicos que nos rodean, y a su vez evolucionamos con ellos.

Este factor resulta especialmente visible en lo que respecta al avance acelerado de las tecnologías de la comunicación y la información, y a los procesos de innovación visibles en tantos ámbitos personales y profesionales.

En los últimos tiempos, esta evolución ha alcanzado a todos los aspectos de nuestra vida en sociedad. Tanto es así, que ya consideramos el cambio constante como algo consustancial a nuestro entorno.

Y para adaptarnos a estas nuevas etapas, favoreciendo la consolidación y el desarrollo de nuestro tejido empresarial, consideramos imprescindible retomar el conocido debate acerca de si debe cambiarse nuestro modelo productivo; nosotros, desde la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM), afirmamos que lo que hay que conseguir es hacer más productivo el modelo.

Málaga es la provincia andaluza líder en creación de empresas desde hace veinte años -una de cada tres nuevas empresas constituidas se crea en nuestra provincia-, y en esta senda debemos seguir, fortaleciendo nuestros sectores productivos más tradicionales (servicios, turismo, construcción, agroalimentario, comercio,…) y apostando por otros en crecimiento, como es el caso de la logística y el transporte, la energía, empresas vinculadas con la economía digital, las industrias culturales,…

En este sentido, debo insistir en la necesidad de propiciar un marco favorable a la inversión, facilitando el acceso al crédito a nuestras pymes, propiciando una mayor desregulación normativa e impulsando la necesaria simplificación administrativa, a fin de seguir creciendo.

Por otra parte, es esencial que las empresas apuesten por la innovación, por la digitalización y por las nuevas formas de gestión, a fin de ser competitivas respecto a otras compañías de su entorno.

En este sentido, no podemos obviar tampoco la importancia de la formación permanente como herramienta de recualificación continua de nuestros recursos humanos, que son la clave de éxito de cualquier empresa.

Y, por último, para ser competitivos en este nuevo tiempo, nuestras empresas deben aumentar su dimensión, logrando ser más resistentes a las vicisitudes de unos mercados exigentes y a menudo volátiles.

Si en los pasados años de crisis se produjo una pérdida de hasta el 44 por ciento de nuestro censo de compañías con más de 50 trabajadores, es preciso ahora apostar por incrementar el tamaño de nuestras empresas. Requisito imprescindible para ello es que se genere un entorno legal y económico de apoyo al crecimiento, así como a la internacionalización y la innovación.

Todo esto, tomando como guía la responsabilidad social y la ética empresarial, como referentes seguros que nos permitirán no sólo adaptarnos y crecer, sino estar perfectamente integrados en la sociedad a la que pertenecemos y a la que la empresa, como generadora de riqueza y empleo, provee de recursos también para avanzar.

En suma, podríamos afirmar que la clave del desarrollo de nuestra tierra para los tiempos venideros está en ser capaces de entender e integrar los avances humanos y tecnológicos con la misión empresarial, y la cohesión social y política con el progreso económico.

Sólo así estaremos preparados para competir, para consolidar el desarrollo de nuestro tejido productivo, para converger con las regiones más avanzadas de nuestro entorno y, en definitiva, para colocar a la provincia de Málaga en el lugar que le corresponde.

*Javier González de Lara y Sarria es presidente Confederación de Empresarios de Málaga (CEM)