Son líderes de opinión, creadores de tendencias y reclamos publicitarios con vida propia. Referentes principales de la conocida generación millennials -jóvenes nacidos en los últimos 30 años-, los youtubers tienen en Instagram su álbum de fotos personal, registran su vida en Snapchat y consumen más batería móvil que prensa o televisión.

Una profesión nueva que puede generar desde altos ingresos y legiones de seguidores hasta una fama impensable para los que no viven pegados a la red. Empleos de 24 horas y jornadas interminables protagonizadas por cámaras y pantallas.

JennyMufe, o lo que es lo mismo, Jennifer Reyes, es una de las malagueñas más influyentes en este mundo. Su desparpajo ante el piloto, que enciende dos veces por semana -cuando publica sus vídeos-, la ha convertido en una de las chicas malagueñas más seguidas en el sector de la life style, un área que engloba el maquillaje, la moda y los trucos de belleza. Los cosméticos y Youtube han cambiado su vida por completo. Su canal surgió «tras quedarse en paro, cuando buscaba un hobby con el que entretenerse. El aburrimiento me llevó a grabar vídeos de maquillaje». Meses más tarde, acumulaba cursos con los que perfeccionó la técnica y la edición de los vídeos y la calidad de la imagen, pasó de ser «bastante regular, a mejorar considerablemente» y el resultado salta a la vista. A sus 28 años, está encantada con todo lo que ha conseguido en estos últimos años gracias a la red, pero reconoce que «no siempre es fácil encajar las numerosas críticas y, sobre todo, el excesivo interés por su vida personal».

Con más de 68.000 suscriptores, algunos de sus vídeos más populares cuentan con hasta 800.000 visitas, algo inimaginable para ella cuando creó su canal en 2009. «En ese momento no había ninguna malagueña que se dedicara a subir vídeos a Youtube, se puede decir que fui la primera», ahora la cosa es diferente, e incluso, ya tiene «un grupito de blogger de belleza para quedadas».

La suelen reconocer en la calle, pero su cambio más significativo llegó en el terreno laboral. Grabar para el canal supuso que sumara apoyos y se decidiese a abrir su propio negocio, una tienda de complementos y moda, que desde su apertura hace un año no ha parado de crecer. «Comencé con un local de 60 metros cuadrados -baño incluido-, el que tengo hoy mide el doble», afirma orgullosa. Sabe que gran parte de su éxito se debe a las miles de seguidoras que, adictas al maquillaje, peregrinan hasta su comercio, al que llamó Quizás.

Define sus vídeos como consejos realistas y asequibles para personas preocupadas por su imagen, «siempre low cost o precios económicos, con claridad y sin rodeos». Un aspecto fundamental para ella, puesto que entiende que «hay que ajustarse a las circustancias y no todo el mundo puede gastar 40 euros en una base de maquillaje de alta gama». Lo mismo ocurre, en sus famosas «sesiones de moda», una cita que sus suscriptoras esperan religiosa e impacientemente, y que cada vez realiza con más ilusión y frecuencia. Cuando analiza su rutina diaria se da cuenta de que Youtube necesita de bastante tiempo y dedicación.

También las redes como Facebook o Instagram, a las que está «totalmente enganchada», y por supuesto, a su móvil, sin el que no puede vivir ni un segundo, «me pongo de los nervios si veo que le queda poca batería», confiesa entre risas.A diferencia de otros youtubers, no genera demasiados ingresos por las visualizaciones y los contratos de publicidad asociados a la plataforma, pero sí que ha conseguido muchas colaboraciones con firmas tan conocidas como MAC, Loreal, Nars o Benefit para promocionar nuevos productos. «La primera vez que una marca me regaló una bolsa con tester daba saltos de alegría», recuerda.

Con ese objetivo, explica que son muchas las chicas que intentan contactar con ella, no para seguir sus pasos, sino para obtener artículos gratis. Además, se calcula que los programas de publicidad de la plataforma pagan una media de un euro por mil visualizaciones.

Lo del marbellí Juan Manuel Rivero, más conocido como Juanmasaurus es otra cosa distinta. Ha convertido su vocación, subir vídeos a Youtube, en su profesión. Hace unos tres años se dijo a sí mismo: «Me voy a hacer youtuber», y así comenzó todo. Pero el cambió radical llegó cuando el año pasado recibió una llamada desde Madrid como invitación a un gran evento de una reputada marca. Desde entonces, no ha parado de ser la imagen publicitaria de numerosas empresas como Coca Cola y su presencia en actos se multiplica día a día.

Con solo 21 años es el ídolo de muchos jóvenes y sus dos canales suman un total de 300.000 suscriptores. Vídeos en tono de humor, donde prima la ironía y que él mismo define como «para echar un buen rato» han sido los responsables de que ahora «lo paran continuamente al pasar por Gran Vía».

Su dedicación es plena y exclusiva, y su salario es para él más que aceptable. Se considera adicto a las redes sociales y disfruta conociendo gente nueva. Nada más levantarse se pone a revisar emails, una tarea que prácticamente le ocupa toda la mañana, después de comer e ir al gimnasio, es el momento de atender a medios de comunicación. Por las noches, su agenda es igual de intensa, y al menos tres veces en semana asiste a algún evento como reclamo. Sin embargo, aunque le cuesta buscar algún aspecto negativo, las críticas y, en mayor medida, la falta de privacidad le preocupan. «No es agradable que algún seguidor me toque en la puerta de casa, por ejemplo», cuenta.

Está en su mejor momento, con aproximadamente un millón y medio de visitas al mes, acaba de publicar su primer libro, 10 pasos para ser una diva, con el que regresará a Málaga el 2 de diciembre para firmar, inmerso en la promoción de su obra sobre celebrities con Beyonce a la cabeza.

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@aidagar