Fue un éxito total y en parte una fiesta, hasta el punto de que la lustrosa Compañía Telefónica Nacional de España, fundada cuatro años antes y que había puesto orden en el maremágnum de la telefonía en España, invitó en los periódicos a los malagueños a visitar el nuevo edificio al día siguiente, sábado, de 4 a 6 de la tarde y el domingo de 11 a 1.

Se trataba de la flamante central automática junto a la Catedral, en la calle Molina Lario, una preciosa construcción diseñada por Fernando Guerrero Strachan, con unos fastuosos remates que una desgraciada reforma hizo desaparecer décadas más tarde (en su lugar, al edificio se le incrustó una planta más con la que perdió buena parte de su identidad y belleza).

La inauguración, el 29 de junio de 1928, supuso la llegada de la telefonía moderna a Málaga. La propia central automática, que sustituía a la vieja central telefónica de la calle Calderería, significaba que para llamar dentro de Málaga no había que pedir línea a la telefonista: contaba con 2.800 lineas urbanas automatizadas, mientras que seis operadoras se encargaban de las interurbanas.

Por este motivo, La Unión Mercantil informaba al día siguiente de que, de ahora en adelante, los usuarios malagueños escucharían en sus teléfonos unos «zumbidos» intermitentes que les indicarían que el teléfono estaba marcando, llamando a un abonado o que la línea estaba ocupada. «En lo sucesivo, cada vez que un malagueño necesite hacer uso del teléfono tendrá que convertirse en jugador de la rueda de la fortuna ante el enterado disco, en espera de que la suerte (...) le depare el interlocutor deseado», señala.

De paso, el famoso diario malagueño aprovechaba para homenajear a esas telefonistas que tanto ayudaron a cerrar negocios, facilitar operaciones de bolsa o, a los periodistas, a proporcionar información de última hora. Una reflexión esta, por cierto, que refleja que el teléfono era todavía un instrumento de las clases pudientes.

El mismo año de la fundación de la Compañía Telefónica Nacional de España, en 1924, la nueva empresa estatal en régimen de monopolio se hizo cargo de la concesión de varias capitales, entre ellas Málaga, como recuerdan los historiadores Elías de Mateo y Víctor Manuel Heredia en su monumental obra Málaga tecnológica.

Hasta entonces el negocio estaba en muchas manos privadas. Según destacan los dos historiadores las primeras solicitudes de líneas que se conocen en nuestra ciudad datan del año del nacimiento de Picasso, 1881 y se trata de comerciantes e industriales que piden comunicación entre sus oficinas centrales y las fábricas y almacenes.

Francisco Sánchez, 1928. Sala de descanso para el personal femenino. Foto: Archivo Histórico Fotográfico de Telefónica

Precisamente la nueva central suponía la radical transformación de lo que en Málaga era un servicio «defectuoso, inseguro y anticuado», recordó el día de la inauguración un representante de la compañía.

De esa transformación eran conscientes los malagueños porque desde 1926, Telefónica estaba levantando las calles para instalar sus conducciones, mientras la ciudad se llenaba de postes para las modernas líneas.

En concreto, además de la construcción de la moderna central junto a la Catedral en ese par de años se desplegaron por Málaga 2.513 metros de canalización subterránea, lo que suponía 27.000 metros de conducto y 135.700 metros de cable, además de empalmes, cámaras, cajas de distribución y muchas horas de trabajo.

Francisco Sánchez, 1926. Canalización en el parque de Málaga, junto al Hospital Noble. Foto: Archivo Histórico Fotográfico de Telefónica

Junto con las obras en Málaga capital, Telefónica hizo lo propio en Ronda, Marbella, Estepona, Vélez, Coín, Campillos y Archidona. Como novedad, la potente compañía nacional, que ya mantenía conexión telefónica con Francia y Gibraltar, acababa de completar por entonces la conexión telefónica con Portugal, Inglaterra, Bélgica, Suiza y los Países Bajos. El día de la inauguración de la central automática el representante de Telefónica auguró que, en breve, se podría hablar por teléfono incluso con América. Lo nunca visto ni escuchado.