­­­Ha asesorado en el proyecto de prevención del suicidio Alienta desde el punto de vista científico aportando su experiencia como psiquiatra y sus conocimientos, para crear unas herramientas de detección e intervención capaces de frenar a la que hoy se considera una de las epidemias del siglo XXI: los suicidios. Reconoce que, aunque aún no hay demasiadas respuestas, esperan poder darlas a través de su estudio integral llegando a todos los sectores.

Málaga es una de las ciudades españolas con más suicidios. ¿Qué está pasando?

Ahora mismo no tenemos los expertos no tenemos repuesta, pero ni en Málaga ni en el resto de la comunidad científica internacional. Es un hecho que está aumentando la enfermedad mental y que más del 95% de los suicidas tienen un diagnostico de salud mental previo. Como patología social tiene que ver con muchos elementos como valores, crisis o soledad, son factores de riesgo. Aunque no tengamos respuesta sí existe una gran preocupación y como psiquiatra veo una gran sensibilidad y esfuerzo.

¿Está la sociedad concienciada con este problema social?

Sí, cada vez los profesionales quieren saber más, les preocupa, quieren formarse y deben hacerlo. Lo estamos haciendo con los de urgencias y los de la UCI nos lo piden. Se está pidiendo intervenir muy desde el principio para saber cómo acercarse al paciente, a la familia... Muchas enfermedades crónicas llevan a la desesperación y de ahí van a la depresión.

¿Cuantos suicidios son fruto del arrebato y cuantos una decisión? Puede haber una parte de decisiones existenciales, pero son una minoría.

Es un problema silente, aún tabú, pero parece que está cambiando. La OMS ha cambiado sus recomendaciones en los últimos años, antes pedían no hablar por fenómenos como el Werther, pero ahora hay recomendaciones muy precisas sobre cómo comunicarlo. Aun así se comunica poco, pero empiezo a leer algo más en prensa. En prevención es clarísima y fundamental la educación sanitaria, quitar el estigma.

¿A quién le queda más estigma? ¿A la familia del suicida o al suicida que no consigue su propósito?

Creo que a ambos, la víctima es la persona y la familia. La persona se avergüenza porque hay una serie de mitos que funcionan en la calle como que «el que lo quiere hacer lo consigue», «que lo hace buscando algo», que es «para llamar la atención»... Es muy estigmatizante, cuando uno llega a una situación de intentar quitarse la vida desde el dolor y la enfermedad, que se le vea como manipulador es tremendo. Y a la familia le ocurre igual, sabe que perjudica la figura del ser querido y genera muchas culpas. El duelo de un suicida es mucho más complicado y requiere una intervención con la familia.

¿Y está la sanidad bien preparada para evitarlo?

En el contexto en el que trabajo sí estamos preparándonos, hay una mayor conciencia aunque siga existiendo el estigma. Sobre todo hay que tomar conciencia y trabajar todos juntos.

¿Y la colaboración en el programa Alienta?

Entramos en el diseño del programa para ayudar a la formación y sensibilización. Es un tema de interés para nosotros, es valiosísimo formar a agentes sociales. En principio se está trabajando con usuarios de servicios sociales pero después queremos acudir a los colegios, es la primera causa de muerte en adolescentes, que no llegan al médico. Llevamos tiempo trabajando en esto y pronto sacaremos un programa más ambicioso de prevención del suicidio.