­­La prueba del talón tiene un sello netamente malagueño. Corría 1974 cuando en los laboratorios del Hospital Civil y Carlos Haya se dio con un test que hoy día es inherente al nacimiento en este país. Al médico especialista en Bioquímica clínica, Salvador Perán, se le ocurrió realizar la prueba del TSH a los recién nacidos con la idea de descartar hipotiroidismo congénito, una enfermedad invalidante que ocasiona graves secuelas a la persona que lo padece en caso de no ser tratada a tiempo.

Perán, que durante 38 años ha sido el responsable del laboratorio de Hormonas del Hospital Carlos Haya, observaba cómo cada año al menos ocho niños nacían con esta patología en la provincia. «Ya en los años 50 sabíamos que existía esta enfermedad, que ocasionaba retraso en el crecimiento, en la madurez e intelectual», señala el médico, que apunta a que si se trata a tiempo sus secuelas se evitan en el 100% de los casos.

A finales de los 60 se descubrió una técnica para medir el TSH. Perán aprendió a emplearla en Madrid inaugurando la década de los 70, lo que le llevó a pensar por qué no hacerla a los recién nacidos con la intención de evitar que desarrollaran hipotiroidismo congénito.

Por aquel entonces, según cuenta, ya se medían los parámetros de la fenilcetonuria, una enfermedad que afecta a una de cada 25.000 personas. «El hipotiroidismo congénito tiene una incidencia de uno de cada 2.300, por eso me planteé desarrollar una técnica para medir en una gota de sangre el TSH», señala. Pensó en el talón por su buena irrigación y por la facilidad para tomar la muestra a los bebés.

Esta técnica, conocida como radioinmunoanálisis (RIA) mide el TSH, que marca dicha proteína con un isótopo radiactivo para saber si existe riesgo de que se eleven los valores y, por tanto, exista hipotiroidismo congénito. «Lo apliqué a una muestra sacada en papel de filtro, tiene que ser un redondel», explica el bioquímico, que recuerda cómo, entonces, se encontró con una traba. Necesitaban los anticuerpos para hacer la prueba, aquellos que identifican la TSH. El periplo por obtenerlos les llevó a Zúrich, aunque antes pasó por la experta en tiroides Gabriela Morreale. Ella le puso en contacto con Ruth Illig, que estaba en Suiza y le conminó a desarrollarlo juntos.

Ante la imposibilidad de desplazarse a Zúrich de manera periódica a consecuencia de sus responsabilidades en la recién creada Facultad de Medicina, donde Perán ha dado clases durante 45 años, contó con la ayuda de una doctoranda, Concha Rodríguez de Vera, que durante un largo tiempo viajó al norte de Europa para traer los mencionados anticuerpos, que llegaron liofilizados. Cuando ya estaban preparados empezaron a hacer pruebas con recién nacidos del Civil, donde estaba el jefe de Pediatría Pepín Noblejas. «Le pedimos permiso, pusimos la técnica a punto. Iba muy bien», señala el bioquímico, que recuerda con pesar cómo durante su ausencia un año del laboratorio, dependiente entonces de la Facultad de Medicina, la técnica dejó de hacerse.

Estaba en Birmingham cuando supo que se convocaban unas plazas para el laboratorio de hormonas de Málaga. Se preparó y aprobó las oposiciones, volviendo a España en 1976. La técnica volvió a instaurarse y ese mismo año todos los recién nacidos malagueños se hicieron la prueba del talón.

Pero el equipo del laboratorio de hormonas volvió a encontrarse con un nuevo escollo. Algunos pediatras aseguraban que el diagnóstico del hipotiroidismo era clínico, es decir, que hasta que no se producían síntomas no se podía poner en tratamiento. «Se empeñaron en que no, aunque no se dejó de hacer por el apoyo del hospital», recuerda Perán, que añade que una vez aparecen los síntomas en la enfermedad ya no hay remedio. «Si la prueba sale positiva hay que poner el tratamiento aunque no tenga síntomas porque si no se desarrollan seguro», apunta el médico, que señala que muchos especialistas no creían que esta prueba clínica de detección precoz de las enfermedades metabólicas congénitas funcionara.

Para entonces la prueba ya se realizaba tanto en hospitales públicos como privados de la provincia, pero Perán y su equipo querían trasladarla al resto del país para evitar más casos de esta enfermedad, comúnmente conocida como «cretinismo». Pero la Administración -aún no se había transferido la sanidad a las comunidades autónomas- no estaba por la labor. Entonces el jefe del laboratorio de Hormonas de Carlos Haya hizo cuentas. «Conté con algún amigo economista. Quería demostrar el coste de cuánto costaba tratar y mantener a una persona con deficiencia y cuánto hacer la analítica: y no había color». La prueba era rentable, así que Perán se salió con la suya. «No lo aceptaron por cuestiones médicas o humanitarias, pero lo aceptaron», cuenta el ideólogo de la prueba del talón, que señala que el segundo sitio en el que empezó a hacerse fue Madrid, en 1978. No fue hasta 1992 cuando la cobertura fue total en el país.

Este hallazgo no sólo fue positivo para la sanidad malagueña. Salvador Perán reconoce que los niños malagueños fueron por delante de los del resto del país durante al menos 8 años, evitándoles esta enfermedad gracias al tesón de los laboratorios malagueños, que hacían la técnica por la insistencia de un equipo médico que no permitió que el hipotiroidismo congénito siguiera saliendo en las estadísticas.

Aunque el nombre de Perán no aparezca en wikipedia o en libros de ciencia reconociéndole como el ideólogo de la detección precoz del hipotiroidismo congénito a través de la prueba del talón, su satisfacción es personal. «Yo no le he dado importancia a esto porque era mi obligación, me siento satisfecho íntimamente», admite el profesor y médico jubilado, que ahora escribe libros y da conferencias. Reconoce que el mayor de los premios fue conocer a una alumna de Medicina que le confesó que tenía hipotiroidismo congénito. Fue en su última clase, cuando en una charla de bioquímica clínica explicó el hipotiroidismo congénito. Al final, ella se acercó. «Tenía muy buenas notas, eso es lo que al final queda», señala Perán, a sabiendas de que, sin la prueba del talón, esa mujer hoy no sería médico.

Salvador PeránBioquímico, profesor y escritor

Salvador Perán es bioquímico, profesor jubilado de la Universidad y durante cuatro décadas fue el jefe del laboratorio de determinaciones hormonales del hospital Carlos Haya. Además de ser el «padre» de la prueba del talón, por la que luchó contra colegas y jefes para evitar el hipotiroidismo congénito, escribe libros sobre nutrición y ciencia. El último, «La dieta del tigre» hace un repaso sobre la importancia de la alimentación sin caer en los excesos. Por eso, recomienda volver a los orígenes de la dieta sin olvidar que comer es sólo una parte de la vida, no la vida en sí misma.