El violinero y aparejador Juan Manuel Pozo sostiene un violín cargado de historia. «Todo un verano, cuando tenía 10 años, estuve recogiendo almendras, mi madre me dio 500 pesetas y con ese dinero le compré el violín a un cura de los Maristas». Corría el año 54 y 62 años más tarde Juan Manuel, socio durante décadas de la Peña Juan Breva, arranca de él no sólo verdiales sino también unos fandangos de Huelva.

Pero el violín tiene mucha más historia: «Hace 40 años había muy pocos violines sobre el terreno, así que yo se lo prestaba a los fiesteros buenos, buenos como Joaquín Palomo, Palomillo, Tarará o Paco Maroto. Es el violín que más concursos ha ganado», cuenta.

Esta es una de las muchas historias de la fiesta que ayer se pudieron escuchar en el día grande, el de la 54 edición de la Fiesta Mayor de los Verdiales, en la que participaron 23 pandas, menos que en otras ocasiones porque algunos fiesteros tuvieron que trabajar, pero también por fallecimiento de algún miembro o familiar, como fue el caso de las históricas pandas de Jotrón y Comillas, de estilo Montes.

Junto a Juan Manuel Pozo está Manuel Fernández Maldonado, expresidente de la peña Juan Breva. Los dos amigos, con otros socios y exsocios de la peña forman «la panda mala», de la que Manuel es el alcalde, una excusa verdialera para disfrutar de la fiesta. «Hacemos lo que podemos, no entramos a concurso porque nos pueden apedrear», bromea Manuel, que echa de menos el ambiente y la cercanía de la Venta del Túnel, una cita en la que alguna vez fue jurado de la Fiesta Mayor. «El jurado estaba en cuatro sillas, venían las pandas una a una y te cantaban delante. Tú cogías, les puntuabas y seguía otra panda», recuerda.

Es mediodía y en la gran carpa del recinto ferial comenzarán las pandas del estilo Comares, y seguirán Montes y Almogía.

¿De dónde vienen los verdiales? Es la pregunta del millón. Hay mucha controversia pero Manuel Fernández Maldonado descarta el origen morisco: «Es muy anterior a la música andalusí, puede que de la época prerromana. Si se mantuvo en Málaga creo que se ha debido a la orografía del terreno», sostiene.

Muy cerca de la carpa se encuentra otro aspecto de la fiesta, el artesano. Maribel Gómez, de Almogía, lleva desde los tiempos de la Venta de San Cayetano acudiendo todos los años a la Fiesta Mayor con su taller de cerámica y detalles verdialeros, en su mayoría sombreros fiesteros en varias escalas. «Mi marido hace la base, con chaponcito o cartón duro, las flores las hago de papel de pinocho y se pega todo con una pistola de silicona», resume. En un día como el de ayer mucha gente se llevaba un recuerdo o un regalo navideño. «Son detallitos, además acompañamos a la fiesta».

Y como la mañana es larga, en una zona con pérgolas, cerca de los aparcamientos, ensaya la panda de Bataná, de estilo Montes, que concursa por vez primera. Una de las bailaoras es la paleña Gema Rodríguez, que confiesa que siempre ha estado unida a los verdiales «porque mi hermano, Francisco Rodríguez, de la Primera del Puerto de la Torre, es fiestero de toda la vida, desde niño». También Gema quería ser verdialera, «pero me daba vergüenza», reconoce, pero cuando en El Palo se abrió la Escuela de Verdiales, se animó y ya lleva nueve años bailando.

Gema comenta que anima a la gente a bailar porque, aparte de que no es difícil, «se hacen muchísimas amistades y vamos a muchos sitios».

Uno de ellos, el pasado 25 de diciembre, en la Venta Álvaro del Camino de Casabermeja, donde la panda recuperó la tradición de las antiguas rifas, peticiones extravagantes hechas por fiesteros o por el público a cambio de dinero para la panda y realizadas con mucho humor: «A las mujeres nos vendaron los ojos para poder bailar y también a la pata coja y los fiesteros tocaron sentados en círculo».

Un gran aficionado y fiestero es el perchelero José Antonio Larrosa, propietario del bar más antiguo de Málaga, El Trovador, en la calle Duque de la Victoria. Platillero y violinero, le gusta más el estilo de Montes «porque su cadencia es más bonita». Aunque ha formado parte de una panda de verdiales, prefiere las reuniones de amigos de diversas pandas y aficionados. «Cuando estás metido en la fiesta las sensaciones que te dan son las que valen, te mueves digamos a base de impulso» y también recuerda que en esas reuniones de amigos, «cuando todas las platillos entras en trance, es que me ha pasado».

Su mujer, Mayte Paisal, también es verdialera. Es bailaora de la panda Primera de Benagalbón y «esto me ha gustado desde chica, cuando me dormía en casa de mis tíos con el sonido de la fiesta». Mayte recuerda que antes había «muchas formas de Montes» a la hora de bailar, y pone como ejemplo la forma de bailar de su tía, «que se ha perdido porque yo sí lo bailo pero no tengo nadie con quien bailarlo».

Ayer fue lunes, sí, pero los fiesteros vencieron al lunes y ganó la Fiesta Mayor de Verdiales.

Ganadores. Pero hubo, claro, otros ganadores, los oficiales: En estilo Comares, la Primera de Comares; en estilo Montes, la Primera del Puerto de la Torre; y en estilo Almogía, Raíces de Almogía.