­La esquina que une la calle Alemania con la Alameda de Colón se ha convertido en la vivienda improvisada para Miguel Ángel García, un hombre de 48 años en paro y con dos niños a su cargo que hoy cumple una semana en huelga de hambre ante la asfixia económica que vive y que ha recurrido a esta medida extrema para ver si alguien estudia su caso.

Solo a base de agua durante estos días para no deshidratarse, las cosas son complicadas para este padre de familia de una niña de 14 años y un menor de 11 desde hace tiempo. Con los niños bajo su custodia ante la situación de desamparo por parte de la madre, según explica, desde principios de año de 2014 no tiene trabajo. Cerró su taller de bicicletas en cuanto vio que los números no salían y su búsqueda incesante de empleo aún no ha dado frutos. Desde entonces ha tirado con ayudas sociales e incluso ha recurrido al comedor Santo Domingo.

Este es el primer mes que cobra la ayuda de 426 euros, una ayuda para desempleados mayores de 45 años. Sin embargo, mantiene una deuda de cerca de 4.000 euros entre cuotas impagadas de su etapa como autónomo y de algunas facturas de la luz y el agua del piso de protección oficial en el que vive en régimen de alquiler con sus hijos.

No obstante, reconoce que con la nueva entrada de ingresos su situación ha mejorado sustancialmente: «Sin recargos podemos tirar. Muy limitados pero podemos aunque haya carencias». Y es que una de sus quejas es el sistema de cobro por parte de las entidades con las que mantiene su deuda. Miguel Ángel admite que tiene aún algunos recibos sin pagar de cuando era autónomo y aunque en casa miran al milímetro los gastos, el tiempo de espera entre una ayuda y otra le genera recargos que lo ahogan.

El pasado 22 de noviembre le cortaron la luz y fue la gota que colmó el vaso. Con ansiedad constante y preguntándose cómo puede salir de la situación, el 22 de diciembre, el día que los pequeños recogían las notas y se iban a pasar unos días con la madre, aprovechó para salir de casa y ponerse en huelga de hambre.

Desde entonces está en la calle, desesperado ante la situación extrema que vive y que dice que es como la que miles de mujeres soportan a diario. No pide que le eximan de las deudas que tiene, pero sí que alguien estudie su situación, le dé plazos y pueda tener un trabajo con el que sacar de la precariedad a sus hijos. «Lo que a mí me sucede es algo muy extendido sobre todo entre mujeres. Tienen más carga que yo y encima están aguantando a unos sinvergüenzas», expresa Miguel Ángel. Espera que la situación se arregle, es su última baza.