­Fue uno de los afortunados. Javier Ojeda tuvo la suerte de ver la silueta de uno de Sus Majestades una noche, mientras intentaba conciliar el sueño en su casa de Ciudad Jardín para que los Reyes dejaran sin problema los regalos en casa. «Yo me ponía muy nervioso. Para mí y mis hermanos era súper especial», explica.

El cantante de Danza Invisible recuerda la Navidad en familia, con la tradicional cena del día 24 que reunía a todos y que poco a poco se ha convertido en una cita en la que la madre de Javier se luce y supera año tras año, según detalla. «Mi madre se ha especializado en platos de cocina gourmet. Se tira diez días ideando qué hacer para el 24», narra.

Le encantaban las figuritas de indios para pasar las horas haciendo batallitas y coleccionaba minerales. Cree que era un niño responsable a la hora de pedir regalos pero tiene constancia de que su madre guarda una carta que él mismo redactó y deja en evidencia sus palabras. «Era un crío y por lo visto pedí lo más grande», resume. Los Reyes Magos atendían a sus peticiones y dice que acertaban en un 75% de los casos.

La música no estaba entre sus peticiones cuando era aún un niño pero después, con el tiempo, se ha convertido en un clásico que no falla.

«Todos los años me regalan música y me encanta», añade mientras cuenta cómo tener niños le devolvió esa ilusión que mantuvo durante años de cara a la noche de Reyes. «Mi chico, Pablo, aún se pone muy nervioso ese día».

Ojeda tuvo la suerte de vivir en una familia completa y estructurada, según explica, y las navidades siempre se han asociado a pasar unos días en familia. Una costumbre que mantienen vigente todavía y en la que aprovechan para contar anécdotas e historias de todos ellos del pasado.