Si yo volviera al periodismo activo formando parte de la plantilla de redactores de un periódico o emisora de radio (pretensión imposible por los años acumulados sobre mi osamenta) tendría que reciclarme, como sucede a muchos médicos, profesores, catedráticos, ingenieros, torneros y otros profesionales que después de varios años dedicados a la política tienen que retornar a sus orígenes porque han sido borrados de las listas electorales, han caído en desgracia, se han aburrido o nadie les ha votado por ser unos petardos en su quehacer de trabajar para el bienestar de los demás.

Los que retornan a la medicina tienen que ponerse al día porque desconocen nuevas terapias, nuevas maquinarias e incluso nuevos medicamentos que han salido al mercado entre el salto a la política y la vuelta al ejercicio de su carrera profesional. Los profesores de EGB, al volver a las aulas tienen que empezar, primero, por saber las siglas de los estudios vigentes, y después, asimilar nuevas técnicas de enseñanza con alumnos que se chotean de él, fuman porros en clase, le tutean con el mayor descaro y si riñen o suspenden a un chico puede ser objeto de una agresión por parte de la mamá o del papá del educando.

En el caso de los ingenieros, por ejemplo los agrónomos, tendrán que volver a hincar los codos para conocer las semillas manipuladas, los cultivos ecológicos y transgénicos, las plantaciones de nuevas especies como la jojoba, el lichi, el mango, la stevia, el tomate huevo de toro y otros que modernizan y enriquecen la agricultura y de las que ignoran casi todo.

De estos posibles reciclados por necesidad de ganarse el sustento diario quedan exentos los que han ocupado puestos de gran relevancia porque al cesar son premiados como consejeros de Endesa, Gas Natural, Telefónica, alguna petrolera, bancos, extrañas empresas estatales o autonómicas, asesorías y otras gabelas con sueldos superiores a la que percibieron en el desempeño de su carrera política, y en muchos casos, con una tarjeta de crédito opaca para que puedan comprar chucherías, como joyas, abrigos de pieles, comidas en restaurantes de una o dos estrellas Michelin y un crucerito por los fiordos noruegos.

Aprender de nuevo

Vuelvo a mi caso.

Al retornar a mi profesión tendría, como en el caso de los políticos reseñados, que ponerme al día o reciclarme. Las pautas y estilos de hace veinte años ya han pasado de moda; están obsoletos, una palabra que antes no se utilizaba y que pusieron de moda los sindicatos, que empezaron a usarla porque todo, según ellos, estaba obsoleto, que había que empezar de nuevo.

Tendría que asimilar que los fontaneros de La Moncloa no son los que reparan las tuberías y desatoran los fregaderos y bañeras de la residencia del presidente del Gobierno, sino unos señores, al parecer muy bien remunerados, que le dicen a su jefe lo que tiene hacer o decir en cada momento, quiénes tienen que encabezar las listas para las próximas elecciones generales, autonómicas o municipales y escribirle los discursos.

Me vería en la obligación de aprender que la troika no se refiere al trío que regía los destinos de la desaparecida URSS. En 1924, cuando murió Lenín, se formó un triunvirato (troika) con tres jerifaltes del comunismo, trío formado por Kamenev, Zinaviev y Stalin. Este último, más tarde, se convirtió en dictador y en el mayor asesino de la historia de la Humanidad. La troika, en estos momentos, no tiene relación alguna con la soviética: está formada por la Comisión Europa, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, que dice lo que puede o no puede gastar cada país de la Comunidad Europea. Y todos tenemos que mirar a Bruselas, y no para ver cómo hace pipí el pequeñajo más fotografiado del mundo después del puente de Brooklyn que aparece en todas las películas y telefilmes norteamericanos, sino para estar al día de lo que se cuece en la ciudad elegida como capital de Europa. Y la cocina no es solo donde se guisan las viandas sino las sedes de los partidos políticos donde se aliñan las coaliciones y pactos.

Los brotes verdes

Al informar sobre las perspectivas de la nueva cosecha de determinados productos agrícolas me vería obligado a no utilizar la cursilada de «brotes verdes», que ahora no corresponden a la cosecha de alcachofas, sino a una supuesta mejoría de la situación económica del país en el que resido. Tendría que escribir algo así como «han empezado a florecer en el campo malagueño las alcachofas».

Cuidaría mucho la interpretación de la palabra barón y, en femenino, baronesa; barones, en plural, no son los caballeros que disfrutan de un título nobiliario heredado de sus retatarabuelos, sino destacados miembros de partidos políticos que actúan en la sombra; baronesa, en singular, por ahora, es Carmen Cervera, la viuda de Thyssen, con sus museos y líos familiares. En plural, son hembras que forman parte de los grupos selectos de algunos partidos políticos. ¡La de cosas que tengo que aprender para poder volver a mi profesión!

La cárcel

Cuando alguien era condenado a prisión por un delito los periodistas utilizábamos también cárcel, sin olvidar términos más vulgares como chirona, trena y trullo; trullo, como cárcel o prisión, creo que se utiliza solo en Málaga. Ahora, cuando un chorizo de cuello, corbata, yate, BMW y chalé en Puerta de Hierro es detenido por corrupción, no va a la trena ni al trullo, va a Soto del Real, que suena a cárcel de 5 grilletes con todas las comodidades, wifi incluido.

En las informaciones de la página de sucesos, contagiados por la literatura policial, recurríamos a frases como «cuando merodeaba en actitud sospechosa, la policía detuvo a Fulano de Tal, conocido por El Legañas, o tras un hábil interrogatorio el detenido confesó». A veces se usaba en sentido figurado «cantó». Se comentaba, pero no se escribía, que «cantó hasta La Traviata» después del «hábil interrogatorio». Hoy los delincuentes van muy preparados, y hablan del habeas corpus y de la quinta enmienda que han oído en las películas made in Hollywood.

Ya no hay peces gordos

«Peces gordos», dedicado a personas de cierto rango, bien situados, con muy buenas relaciones e influyentes en la vida nacional o local, es una expresión que está en desuso; hoy, a esos personajes que se mueven en las altas esferas del poder, no son peces gordos, aunque sus prominentes barrigas le hacen merecedores de ese calificativo; son gentes que están en la ¡pomada!

¡Ya no hay maridos ni esposas!

Redactar ahora una noticia sobre matrimonios y parejas tiene sus dificultades. Aunque existen matrimonios compuestos por marido y mujer, la moda obliga a ser más cautos a la hora de detallar la situación de cada uno. Muchas mujeres, al referirse a la pareja con la que viven y tienen hijos, no dicen «mi marido» sino «mi chico»; el hombre, al referirse a su pareja habla de su chica, de su compañera o de su colega. Los homosexuales, en cambio, cuando hablan de su pareja del mismo sexo, no se recatan en hablar de su marido.

Lo más extendido en materia amorosa era hasta hace pocos «compañero (a) sentimental», relación que a veces termina en lo que ha venido llamar «violencia de género», en un porcentaje mayor de la muerte de la compañera a manos del compañero que de la muerte del compañero a manos de la compañera.

Han desaparecido del horizonte de la vida amorosa las amantes, las queridas, los amancebamientos€ Es historia pasada.

Cuando teníamos que informar de otro segmento del amor (la palabra segmento jamás la empleábamos), referido a la prostitución, esa era la palabra elegida. Nunca puta, ni ramera, ni una de las mil maneras para calificar a las trabajadoras del amor, que es como ahora se dice para suavizar el adjetivo calificativo. Como la tendencia es regular la profesión (en Alemania está legalizada la prostitución y pagan los impuestos como los banqueros y salchicheros) no está lejano el día en el que las españolas trabajadoras del amor paguen IVA y redacten su currículum vitae para acreditar sus méritos.

Y ahora los protocolos

Desde que se desencadenó en varios países africanos la epidemia del ébola, que se ha llevado por delante muchas vidas, la palabra protocolo, que parecía reservada al oficio o profesión de ordenar o regir las normas a seguir en ceremonias oficiales, como, por ejemplo, colocar a cada persona en lugar que le corresponde según su rango, se empezó a utilizar en los medios sanitarios para actuar en casos de epidemia, enfermedades, etc., para evitar contagios, infecciones y mayores males. En la Medicina existen protocolos o normas que regulan muchas situaciones.

Cuando se salió de la vía un AVE en Galicia, con resultados dramáticos, salieron a relucir las normas o cánones que regulan la actividad ferroviaria, pero alguien recurrió a la palabra protocolo, y hala, todos los interesados dijeron que se habían cumplido los protocolos, y ahí andamos, menos los que perdieron la vida en el fatal accidente.

Y ya tenemos los protocolos hasta en la sopa. En mis tiempos, el protocolo se ceñía a tres personas: los jefes de protocolo del Gobierno civil -Antonio Martínez-, de la Diputación Provincial -Matías Merino- y del Ayuntamiento de Málaga -Alfonso Prini-. Hoy hay jefes de protocolo hasta en las cofradías de Semana Santa, peñas, clubes€

Pernoctaciones

Ahora, en lugar de referirse a la ocupación hotelera, los profesionales del turismo recurren al verbo pernoctar. Tantas pernoctaciones registradas, tantas pernoctaciones previstas, aumentan las pernoctaciones€ Es correcto desde luego, porque pernoctar es pasar la noche fuera del domicilio habitual. La pernocta se utilizaba antes para el permiso que se daba a los soldados para dormir en su casa en lugar de hacerlo en el cuartel. El pase de pernocta era un privilegio para los soldados. Claro que entonces había muchos soldados porque la mili era obligatoria, cosa que ignoran los jóvenes hoy.

Total, que tengo muchas cosas que aprender: antes escribíamos sobre el tráfico y hoy de la DGT; el recibo de la Contribución se ha convertido en el IBI; los aparcamientos en SARE; el recibo del agua en EMASA; los ejecutivos, en guiris; la Telefónica en Movistar; el Banco Bilbao en BBV; la Universidad en UMA; el Ayuntamiento, en la Casona del Parque; las zapatillas, en tenis; los harapos en moda joven€ y la OCU, la ITV, el NIF, la ITE, el POTAUM, el DNI, el IBEX 35€ Lo único que ha quedado como estaba hace veinte años son los gilipollas aunque antes, por decoro, no se escribía en los periódicos ni se decía por la radio y la televisión. Era malsonante.

También tendría que acostumbrarme a recibir y mandar whatsapp cuando a mí lo que me priva es usar para estos menesteres las palomas mensajeras. Es más poético.