El 6 de diciembre reclamé con el hastag #susanaporfavor que la presidenta de la Junta se apiadará de los alumnos, de los profesores y de los trabajadores de La Cónsula y La Fonda. Al igual que en este periódico, hay un movimiento de indignación entre los ciudadanos de Málaga, empresarios turísticos, partidos políticos, cocineros y alumnos que no entienden la ineptitud del Gobierno andaluz para mantener abiertas estas dos escuelas y que se refugia en complejos procesos administrativos, curiosamente cocinados por ellos, para dilapidar por el sumidero del fregadero de San Telmo el prestigio de las escuelas y la propia credibilidad de la Junta. No se puede entender que a fecha de hoy nadie haya dimitido, que los responsables políticos de este monumental fracaso de gestión sigan en sus puestos y, lo que es peor, prometiendo soluciones sin ruborizarse. El consejero de Empleo, Sánchez Maldonado, dijo el jueves que pondría «toda la carne en el asador» para dar con la solución y ya vimos el resultado el viernes: las escuelas y el restaurante cerrados. Qué barato les resulta a los políticos lanzar frases huecas sin que nadie les exija responsabilidades. Muy barato.

Quizás la solución es que dejen a otra administración que intente gestionar este desaguisado ante la incapacidad contrastada de la Junta. Imparable, cuanto menos.