­No es por síndrome de avestruz y, mucho menos, por moda. Los malagueños hace ya bastante tiempo que les cuesta salir de la casa de sus padres. Pronto, y tal y como evolucionan las cifras, encontrar a alguien menor de 35 años y con hogar independiente va a ser toda una rareza, casi un milagro estadístico de los que se transmiten de boca a boca con atributos de leyenda urbana. ¿Exageración? Los datos no permiten decir lo contrario; son menos del 20 por ciento los que actualmente consiguen marcharse. Y la cifra sigue en retroceso, casi a la deriva, sin sensibilidad alguna a la mejora de la que hablan los economistas y los analistas internacionales.

Si la emancipación en Málaga se considera un milagro no es por ganas de inmiscuir a la fe, sino por falta de recursos racionales para invocar cualquier tipo de esperanza. La ciencia, en este caso, no admite matices, los números son claros: el precio de la vivienda y la capacidad adquisitiva de los jóvenes avanzan en paralelo, sin que apenas exista proporcionalidad ni posibilidad de tocarse. Y más en la provincia, donde la evolución del paro cultiva hondamente el desencuentro con la oferta inmobiliaria, que sigue siendo la más cara de Andalucía.

El último número del Observatorio de la Emancipación se muestra categórico. Con el salario neto actual de los menores de 30 resulta prácticamente imposible comprar o alquilar una vivienda. Y eso a pesar de que los precios han moderado su escalada. Especialmente, en las provincias de interior, que carecen de la presión añadida del turismo.

En el año que analiza el informe -que se detiene a final del primer trimestre de 2015- Málaga se distingue como la segunda circunscripción andaluza en cuanto a encarecimiento. En concreto, el trabajo fija una media, para la vivienda libre, de 148.720 euros. Se trata de la tarifa más elevada de la región, con una diferencia del 1,43 por ciento respecto al año anterior. O dicho de otro modo, el precio de la vivienda se recupera mientras el salario joven continúa haciendo aguas. Y con números alarmantes: la media de ingresos netos para los menores de 30 estaba en esa fecha en 10.454 euros anuales.

Si el mercado inmobiliario tiene previsto despertar a partir del vigor económico de los jóvenes debería pensar en otro país o en otro itinerario de soluciones. En Málaga los costes mínimos de la vivienda suponen el 60 por ciento del salario. Y la situación no mejora siquiera en lo que se refiere el alquiler. En este sentido, las matemáticas vuelven a ser implacables: con una renta media establecida en 469 euros y los salarios disminuidos, se hace de nuevo casi utópico la posibilidad de que los jóvenes se instalen por su cuenta. De hecho, y una vez enfrentadas ambas variables, el estudio calcula que los jóvenes apenas dispondrían de un máximo de 261 euros para invertirlos en el arrendamiento.

La situación tampoco mejora a la hora de optar por fórmulas crediticias y pagos a largo plazo. A la reticencia de los bancos se agrega la fragilidad de las condiciones laborales, que impiden que los jóvenes cuenten con un horizonte de remuneración lo suficientemente amplio como para lanzarse a grandes aventuras inversoras. El rostro del comprador en Málaga tiene, sin duda, más de 35 años. Y salvo cambio radical en la coyuntura del empleo juvenil lo va a seguir teniendo en los próximos años. En Andalucía sólo 3 de cada 10 trabaja y los que lo hacen soportan altas cotas de precariedad. Saldo insuficiente para armar una sociedad con personas autónomas y solventes.