­Policías, investigadores, periodistas... todos ellos trabajan día a día con personas que les mienten o que, al menos, les intentan maquillar la realidad. Convertirse en un detector de mentiras humano es posible, ya que gran parte de esa información se descifra a través del comportamiento no verbal. Movimientos de cabeza, dirección de los ojos o «micropicores» son algunas de las señales que el interlocutor puede analizar para saber si intentan engañarle en algún sentido. Existen hasta 3.000 herramientas diferentes que desnudan el lenguaje y la gestualidad de los hablantes.

Algunos de estos trucos se explican en el taller «Comportamiento no verbal y detección de mentiras», que ha sido impartido por Nacho Cobaleda y Javier Torregrosa en Florida Universitària. El curso se desarrolla en el marco del máster en Comunicación no verbal científica, donde se analiza aquello que no se dice a partir de la neurociencia y la morfopsicología.

«El curso va dirigido principalmente a periodistas. Están acostumbrados a tratar con todo tipo de personas, de relevancia pública o no, y es de vital importancia que detecte cuándo se le está mintiendo», explica a Torregrosa, quien junto a su compañero ha impartido cursos por toda Europa y países de Sudamérica. «En la prensa rosa, en la deportiva, en la política... en todos los campos puede haber personas interesadas en no mostrarse como son o en ocultar cierta información», añade el experto.

Así, en las presentaciones ante sus alumnos muestran, por ejemplo, una grabación en la que Lance Armstrong niega que se dopara, meses antes de que la verdad saliera finalmente a la luz. «Cuando se dice ´no´ y es sincero, el movimiento de cabeza empieza por su izquierda. Si nos miente o tiene dudas sobre lo que nos está diciendo, comienza por la derecha», explica Torregrosa.

Los «síes» verdaderos. Lo mismo ocurre con los «síes». «Si es un sí verdadero, el primer movimiento de la cabeza es hacia abajo, mientras que si es un sí con reservas, es hacia arriba. No siempre implica una mentira deliberada, sino un ´sí cortés´, como cuando no quieres quedar con alguien pero no quieres decírselo a la cara», señala el experto sinergólogo.

Del mismo modo, cuando alguien oculta un sentimiento de desagrado, se ve reflejado en su mirada. «A veces decimos comentarios que sientan mal a los de nuestro alrededor, aunque ellos intentan ocultarlo. Una manera de detectar si esa persona está siendo políticamente correcta y callándose lo que realmente piensa es mirándole a los ojos. El párpado inferior del ojo se cae, se desprende un poco dejando ver la esclerótica „la parte blanca que constituye el globo ocular-», indica el alicantino Torregrosa.

«Micropicores». Entre las miles de herramientas con que los sinergólogos (los que son expertos en lenguaje no verbal) cuentan, también está la detección de los «micropicores» y de rascamientos involuntarios de partes del cuerpo provocados por escozores puntuales que nada tienen que ver con picaduras de insectos o alergias.

«Cuando te rascas la nariz, la cabeza, las manos o cualquier otra parte del cuerpo sin ninguna razón física significa que hay una contradicción entre lo que dices y lo que piensas», apunta Torregrosa. El lugar de origen de estos picores tiene diferentes significados.

Por ejemplo, rascarse la cabeza puede denotar que alguien está buscando la solución a un problema. «Cuando un individuo se rasca la zona del bigote significa que está viendo su autoridad menoscabada o que se siente avergonzado ante los demás», analiza el experto.

Por otra parte, rascarse la nariz, pasar los dedos por las aletas de la misma, puede indicar que hay un problema, que no le gusta lo que está viendo. «Eso lo hacen mucho los entrenadores de equipos de fútbol durante los partidos», apunta Torregrosa. Cuando el rascamiento se produce en los brazos, hay distintos matices. «Puede significar que quiere hacer algo, pero si el picor es en el antebrazo se traduce en que quieres ayuda», señala el sinergólogo.

Y así infinitamente. Dominar todos estos aspectos es más fácil gracias a la ciencia y a los estudios que, desde los años 80 aproximadamente, lleva a cabo el gobierno de Estados Unidos y sus servicios de inteligencia.

Desde la forma del cráneo o la nariz pasando por las microexpresiones o el tono de voz, cualquier elemento puede delatar los pensamientos no verbalizados y los sentimientos reprimidos.