Es el tortuoso despertar después de una noche corta sin apenas sueño. La memoria falla y presenta agujeros como un queso gruyere. La sensación es la de no estar ni cansado ni espabilado, y en la cabeza resuena un latido sordo. El pijama está sudado y la fiesta que hay en estos momentos en el estómago confirma, que la de ayer, igual se fue un poco de las manos. Algo pincha en el costado y con una pesadez plomiza, a duras penas, uno atina a dar el primer sorbo de agua con extremada precaución.

La ducha sienta bien, pero no es suficiente para anular los efectos secundarios de un trance que viene precedido por una noche en la que la mirada se fue a la copa con demasiada frecuencia. No pocas veces, sobre todo entre los jóvenes, mañanas de Ibuprofeno como la descrita, vienen precedidas de un fenómeno que, en España, está tan correlacionado con la sociedad de la diversión como la ingesta propia de alcohol. Sólo que en este caso, se trata de su versión más juvenil y callejera: el botellón.

Sociología y economía se mezclan en un concepto que puede resultar tan sencillo como genial para los bolsillos que ofrecen menos posibilidades. Una botella de alcohol de alta graduación, una de refresco, bolsas de hielo y vasos de plástico. Menos de 20 euros son suficientes para uno de los actos más revolucionarios que ha protagonizado la juventud 2.0. Lo es sin embargo también para el Ayuntamiento de Málaga. Nunca antes se ha sancionado a tantos jóvenes por beber al aire libre como en 2015. La Policía Local ha impuesto a lo largo del pasado ejercicio un total de 4.611 sanciones. En 2013 la cifra aún estaba en las 2.686 multas.

Los inconvenientes surgen cuando la diversión del botellón se convierte, al mismo tiempo, en el principal quebradero de cabeza para los vecinos que se ven afectados por las molestias que acarrea el acto de beber en la calle. Música a gran volumen, basura apilada al día siguiente y comportamientos incívicos.

Son, a gran escala, los efectos secundarios inevitables de una costumbre que en Málaga también vivió su eclosión. Más de tres mil jóvenes peregrinaban cada fin de semana al Paseo de los Curas. Era el botellódromo improvisado de la ciudad. A la meca, en este caso, se iba con la bolsa de plástico en ristre. Cada fin de semana igual. Así fue hasta el año 2009, cuando el Ayuntamiento decidió cortar de raíz con el botellón. En el verano del mismo año la Policía Local empezó a sancionar la práctica del botellón de forma administrativa, en virtud de unas ordenanzas municipales que se han vuelto cada vez más estrictas con el consumo de bebidas alcohólicas en espacios no autorizados. Hasta el punto de que muchas de las personas sancionadas, en su inmensa mayoría jóvenes, denuncian episodios de abusos que se traducen en multas suculentas por beber una lata de cerveza en el Parque. Denuncian que, lejos de buscar un efecto educativo, las sanciones por beber al aire libre esconden un elevado componente recaudatorio.

13.632 multas por consumir alcohol en la calle. Eso es lo que arroja el balance desde la entrada en vigor de la última ordenanza del Ayuntamiento de Málaga en 2012. Los casos en los que se han aceptado alegaciones o se han revocado sanciones, según confirman fuentes del Consistorio, no llegan ni al 5 por ciento. Lo que da buena muestra de la dificultad que tiene recurrir este tipo de multas. En el apartado de la ordenanza municipal destinado a la garantía de la convivencia ciudadana y a la protección del espacio urbano en la ciudad, apoyado en el artículo 23a, se establece una multa de 300 euros por el consumo de alcohol al aire libre. Una cuantía bastante elevada para muchos jóvenes que no pueden hacer frente al pago y que, finalmente, acaban trasladando la responsabilidad a sus padres. Muchos de los multados consideran el procedimiento dudoso y denuncian un elevado afán recaudatorio.

Encarnación Rojas, abogada malagueña, avisa de la extrema dificultad de recurrir este tipo de multas y aconseja a los jóvenes que se cercioren si han sido multados o no. «Se creen que simplemente les han pedido el DNI para proceder a la identificación, y luego ven como les llueve la notificación de la multa en sus casas». Aunque los afectados describan escenarios muchas veces en contradicción con lo expuesto en la sanción, Rojas incide en la dificultad de la situación: «A mí no me gusta engañar a la gente. Por el concepto jurídico de la presunción de veracidad, la palabra de un agente siempre está por encima de la del afectado». Una vez que se recurre la multa, también se pierde el derecho a cambiar la sanción por trabajos a la comunidad. El Ayuntamiento ofrece esta posibilidad para los sancionados si no son mayores de 30 años.

Más multas en el Centro Histórico

Los datos aportados por el Ayuntamiento arrojan igualmente una radiografía muy clara de dónde se produce el botellón. El Centro Histórico es el que más denuncias ha acumulado. Con 860 multas la zona de ocio por excelencia de la capital acumula el grueso de los casos. En segundo lugar aparece el Parque del Oeste con unas 638. Llaman la atención las denuncias en el recinto ferial del Cortijo de Torres, donde se notificaron 112 multas. Todas en el mes de agosto y, seguramente, relacionadas con la Feria cuando el consumo de alcohol en la calle estaba permitido.

¿Significan estas actuaciones de la Policia Local que se ha terminado el botellón en Málaga? Si bien es cierto que ya no se producen las grandes aglomeraciones de antaño, cuando el botellón se erigió como auténtico fenómeno vertebrador, las multas confirman que sigue siendo una realidad. Lo que sí se ha logrado ha sido acabar con las grandes peregrinaciones de la bolsa verde en mano.

María Viñas. CentroMultas aleatorias

En el parque que hay detrás de la calle Nosquera. Ahí, se decidió quedar María con unos amigos. Admite que compraron unas litronas para hacer tiempo antes de entrar al Modernícolas. Pero, según detalla, cuando llegaron los dos agentes de la Policía Local, ya se las habían bebido y las habían tirado a la basura. «Me pidieron el DNI a mí y a mis amigos y señalaron unas latas de cerveza que había en el suelo, pero que no eran nuestras. A pesar de ello, nos sancionaron a todos. Lo sorprendente es, a pesar de todo, que de cinco amigos sólo nos haya llegado la multa a dos. No entiendo esta forma de proceder», afirma.

Pablo Rodríguez. El EjidoUnas latas en el parque

La aglomeración un sábado por la noche en el Centro Histórico fue demasiado para Pablo y su grupo de amigos. Decidieron comprar unas latas de cerveza y subirse al Ejido. Sentados en el banco de un parque, aparecieron de repente dos agentes de la Policía Local y se originó lo que para este joven fue un «abuso de autoridad». «Lo único que teníamos encima era una lata de cerveza cada uno y una bolsa de patatas. Sufrimos un cacheo en profundidad, hasta tal punto que tuvimos que aguardar hasta que llegara otro grupo de agentes con perros». El resultado, una multa de 101 euros para cada uno de los presentes.

Alejandra Benítez. Alameda"Seguid bebiendo"

Lo curioso de esta historia no es la multa en sí, de sobra merecida por hacer botellón en plena Alameda y armando jaleo, si no el hecho de que una vez multado el grupo de amigos en el que se encontraba también Alejandra, los agentes de la Policía Local no tuvieran ningún inconveniente en que siguieran bebiendo. «Veníamos de hacer el último examen del cuatrimestre y nos pusimos a beber al lado de un cajero en la Alameda, cuando dos agentes paisano procedieron a sancionarnos por el consumo de alcohol en la calle. Una vez multados nos dijeron que podíamos seguir y que ya no iban a volver», relata Alejandra.

Federico Camacho. CentroRecurrir para nada

Federico Rodríguez es de lo pocos que intentaron recurrir su sanción por beber alcohol en la calle. Explica que el despliegue de policías locales, furgón inclusive, ya le pareció algo «exagerado» para la hora que era. «Tampoco es que eran las tres de la madrugada. Aún era de día cuando nos abordaron y empezaron a cachearnos de malas maneras. Nadie de nosotros había bebido. Sí es verdad que en el suelo había muchas botellas vacías y latas. Decidí recurrir porque era injusto. Pero desestimaron mi recurso y ya no pude permutar la multa por la posibilidad de realizar trabajos a la comunidad», lamenta este joven.