El fin de semana pasado los termómetros volvieron a escalar por encima de los 20 grados. Las pocas nubes que planearon sobre el cielo se asemejaban más a un guiñapo que a una seria amenaza de lluvia. El horizonte pintado de un azul profundo parecía una invitación para ascender en escalera de caracol hacia uno de los muchos puntos que permiten disfrutar de las vistas privilegiadas a la ciudad. Como si contemplarlo con los propios ojos no hiciera necesario una explicación dilatada de lo que se asemeja a un milagro en pleno mes de enero.

«Málaga, ciudad genial» reza el reclamo del Ayuntamiento. En esta ocasión, lo que podría ser interpretado como un lógico intento propagandístico por parte de una institución pública se ha visto respaldado por los propios malagueños. ¿Qué necesita una ciudad para ser el sitio ideal en el que uno quiere vivir? ¿De qué hay que prescindir? Son las mismas preguntas que se plantean en todas las capitales del mundo pero que, en Málaga, parecen haber encontrado las respuestas adecuadas. Al menos, si se da por válida la opinión de los propios malagueños.

Es complicado idear hasta qué punto llega la estima que sienten los locales por su ciudad, cuando se constata que ésta se pronuncia en un mismo aliento con urbes como Oslo, Zúrich y Múnich o, incluso, adelanta a una capital tan idolatrada en el ideario colectivo de la perfección urbanística y del bienestar como lo puede ser Estocolmo. Málaga se ha convertido en la única urbe española que se ha colado en el ranking de las diez ciudades que mejor calidad de vida ofrecen en toda Europa. Así lo oficializó la semana pasada la Comisión Europea con un estudio planteado a gran escala y que sirvió para determinar la percepción que tienen los ciudadanos de su propio hábitat. Unos 4.000 malagueños fueron pulsados para conocer su grado de satisfacción. Con el resultado obtenido, la capital de la Costa del Sol subraya su calificativo como uno de los lugares envidiables dentro la geografía española y como uno de los paraísos de Europa.

Una mirada detallada al estudio ofrece, sin embargo, una segunda lectura. Detrás de un bonito titular que sirvió para catapultar a Málaga a todos los telediarios nacionales, sólo se revela una parte de la realidad. Así lo advierte también el sociólogo y profesor en la Universidad de Málaga, Luis Ayuso, que tiende a desconfiar de este tipo de «competiciones urbanas» por la elevada carga subjetiva que esconden los indicadores con las que se plantean. Sobre todo, cuando el ranking final se basa en las sensaciones individuales que pueda tener cada uno. «De entrada, Málaga parte con la ventaja de ser un destino turístico. La gente asocia su ciudad con un lugar que otras personas eligen para pasar sus dos mejores semanas del año. Si le preguntas a un malagueño por la calidad de vida de su ciudad, la asociación es automática y esto se refleja en todos los índices de felicidad», señala Ayuso sobre el problema de plantear una encuesta en base a percepciones sensoriales. «El estudio cuenta con muchas variables, pero el ranking se construye a raíz de opiniones subjetivas», explica, además de matizar que «los indicadores subjetivos pueden llevarte al resultado deseado si estrujas los datos como te conviene».

Hablar de guetos urbanos en Málaga sería una osadía. Su patrimonio cultural e histórico es reconocido en todo el mundo, las calles del centro histórico pueden resultar atractivas para los amantes del ocio nocturno, el transporte público, enriquecido ahora por el metro, funciona relativamente bien y las abundantes horas de sol brindan a Málaga un clima privilegiado que pocas ciudades en Europa pueden ofrecer.

Sin embargo, al igual que una lista con los libros más leídos no dictamina nada sobre la calidad literaria de las obras que la componen, la sensación de vivir y el estado espiritual de cada uno pueden ser puestos en duda a la hora de repartir el liderazgo global entre ciudades. ¿Dónde se situaría Málaga si la calidad de vida se hubiera medido en torno a estadísticas de rigor como lo pueden ser la tasa de empleo local, la facilidad para acceder a una vivienda, el precio de los alquileres, la puntualidad de la EMT, el grado de satisfacción con la limpieza o el porcentaje de zonas verdes que ofrece la ciudad? Sin duda, esta realidad paralela, cuantificada en cifras concretas, hubiera sacado a Málaga de este top 10.

Mucho ruido y poco verde

Lo curioso es que, a pesar de que los malagueños ven a su ciudad como una de las que mejor calidad de vida ofrece, el propio estudio del Eurobarómetro refleja la desconfianza que existe en muchos aspectos. Así, el 49% de los encuestados no aprueba los niveles de ruido de la capital. El mismo porcentaje indica que las zonas verdes son insuficientes. Más sangrante aún es la valoración que hacen los malagueños de un tema que siempre está de actualidad, como lo es la limpieza de la ciudad. El 63% de los encuestados declaran que esta es insuficiente y colocan a Málaga en el décimo puesto por la cola en comparación con las 83 capitales en las que se ha realizado esta encuesta.

La contradicción entre estos valores, a priori desfavorables, y la valoración final que hacen los malagueños sobre la calidad de vida esconde, sin embargo, también aspectos tan alarmantes como lo puede ser la socialización del desempleo. Cuando la tasa de paro está en un 27% y hay 183.079 malagueños inscritos en las oficinas de empleo buscando trabajo, para Ayuso no hay otra explicación: «En Andalucía, donde nunca hemos bajado de una tasa de paro del 18%, tú te socializas en el desempleo. El paro forma parte de nuestra sociedad y ésta se adapta. La gente aprende a sobrevivir y es un drama. Pero nos hemos acostumbrado».

Preguntado por la poca importancia que tiene la ausencia de zonas verdes a la hora de determinar la calidad de vida para los malagueños, Ayuso señala que se trata de una «preocupación postmoderna» que, aunque cada vez se está implantando más en la conciencia, todavía no ha adquirido el peso que puede tener para otros ciudadanos europeos. Lo mismo pasa con la limpieza. Aunque constituya un motivo de aireada protesta, no tapa la sensación de privilegio que despierta en el malagueño el poder disfrutar de un paseo por la playa en pleno enero.

«Siempre que haces encuestas de felicidad, lo normal es compararte con el que tienes al lado. La construcción social funciona así y Málaga tiene motivos objetivos suficientes para salir bien parada en este sentido», señala Ayuso. Clima, playa y una amplia red de infraestructuras suman sin lugar a dudas. Conectada por tierra, mar y aire, aunque golpeada duramente por el desempleo, Málaga está cada vez más cerca de la ciudad genial que aspira ser. El ciudadano, que es soberano, lo percibe.