Donde hoy se levanta el bloque, en el número 1 de la plaza Cristóbal de la Cueva, en La Trinidad, su bisabuelo, el panadero y confitero sevillano Francisco Jiménez, abrió un obrador en 1931 que fue el que introdujo los famosos piquitos en Málaga.

Su biznieto, Francisco Jesús Jiménez, se encuentra en una situación muy complicada: vive en un apartamento de propiedad en este bloque de ocho viviendas, que construyó su padre, pero el resto de los vecinos, siete familias, son okupas. «Se colaron dentro con una escalera de mano. Mi madre, que está en silla de ruedas, no pudo disfrutar una de las viviendas, que está adaptada para minusválidos», se lamenta.

Eso ocurría en 2012, dos años antes el actual banco malo expropiaba el bloque, salvo el apartamento que Francisco Jesús Jiménez tiene en propiedad.

La paradoja es que, como comenta, antes de construirse, parte del solar donde estaba el obrador fue expropiado por el Ayuntamiento para hacer una entrada a la nueva plaza Doctor Vargas-Machuca, sobre el parking del mercado de Bailén, por lo que el obrador se demolió. «Dijeron a mi padre que tenía que edificar, pidió un crédito y como no se pudieron vender los apartamentos el banco lo expropió, en vez de buscar una solución que hubiera sido pagar con los alquileres».

Desde que entraron los okupas en 2012 matiza eso de que él vive en el bloque: «Cuando tú dices que vives en tu casa es porque estás a gusto y relajado yo no me puedo relajar, yo lo que estoy es vigilando esto».

Francisco Jesús precisa: «He sido amenazado de muerte, me han robado esta gente, me han echado hasta un perro en mi terraza, me han acosado, han hecho seguimientos, aparte del ruido y la música... Psicológicamente estoy fatal y tengo cita con la psicóloga».

El propietario, que ha denunciado todos estas acciones, explica que también trataron de incendiar su casa lanzándole por la terraza pasta de espaguetis a la que habían prendido fuego y muestra las fotos. «Si caen en la cama la casa arde», subraya y cuenta que debe tener las ventanas y la terraza con las persianas echadas todo el día; de hecho, cuando entra en la vivienda al mediodía para mostrarla está en penumbra.

Francisco Jesús critica además que el Ayuntamiento ha empadronado a las familias okupas y explica que el año pasado estuvo tres días en huelga de hambre, el primero delante del Consistorio, para protestar por la situación que está pasando. Además, ha contactado con un abogado porque quiere recuperar el bloque familiar. «Soy la cuarta generación que se ha criado aquí», destaca. Con los nervios destrozados, pide una solución y considera una injusticia que los okupas le amarguen la vida y nadie haga nada, al tiempo que lamenta que desde el empadronamiento han entrado más personas en el bloque.

Ayuntamiento

El concejal de Urbanismo, Francisco Pomares, explicó ayer que el empadronamiento «es una cuestión de justicia social para hacer posible la escolarización de los niños y tener la tarjeta sanitaria», pero precisó que no sirve para reclamar nada con respecto a las viviendas.