Son la mano amiga de la sanidad. La cara más amable dentro de un complejo entramado lleno de batas blancas en el que a menudo es fácil perderse por el shock de un diagnóstico o por el miedo a preguntar. Los trabajadores sociales de los hospitales prestan sus hombros, su tiempo y su experiencia para hacer más llevadera una situación límite. Porque en el hospital no sólo hay problemas de salud, también los hay emocionales, laborales, familiares y económicos.

Aunque no hay dos casos iguales, la mayoría de intervenciones tienen que ver con situaciones de violencia de género, abandono de ancianos, personas sin hogar o con problemas de adicciones y conflictos familiares, en los que el paciente suele ser menor de edad. En 2015, los trabajadores sociales atendieron a un total de 4.505 personas que requirieron de más de 19.000 consultas en los centros sanitarios públicos de la capital.

Pese a ello, los trabajadores sociales son los profesionales más desconocidos para la sociedad dentro del contexto sanitario, pero eso no impide que siempre estén ahí. Y se encuentran con no pocos problemas que deben solventar a contrarreloj, porque de la resolución de dicha dificultad depende el bienestar de una persona o una familia.

Hace unos meses la dirección de los complejos hospitalarios Carlos Haya y Clínico hizo una apuesta decidida por el trabajo social nombrando a un coordinador que sea la cara visible de estos 19 trabajadores -16 de ellos mujeres- con la intención de reforzar este servicio para que se coordine aún mejor con instituciones y entidades del tercer sector, siempre con la intención de defender al usuario y dotarle de las mejores herramientas para afrontar su situación personal. El coordinador, Juan Antonio Torres, señala que Andalucía está apostando por un modelo de sanidad más social porque cada día más ingresos hospitalarios llevan aparejados más problemas sociales. «Por eso los trabajadores sociales hospitalarios diagnosticamos y tratamos la fractura social que se produce por la exclusión social y las enfermedades invalidantes sobrevenidas», dice.

Evaluación del riesgo

El equipo está dividido por centros hospitalarios y ofrece una atención social al paciente hospitalizado optimizando situaciones, gestionando recursos y procurándole apoyo para facilitarle su reinserción en la vida social. Asimismo, valora su situación psicosocial, contexto familiar y cultural con el fin de ayudarle, incluso planificando su alta hospitalaria. Además, su trabajo va más allá del ingreso hospitalario, pues deben coordinarse con otras instituciones para asegurar la continuidad de la atención social.

Aunque cualquier persona que ingresa en un centro hospitalario es susceptible de la atención del trabajador social, la mayoría de los casos tienen que ver con personas que están en riesgo de exclusión o que han sufrido algún tipo de violencia psicológica o física.

Las víctimas de violencia de género merecen una mención especial, así como la labor integral de todo el hospital, que trabaja por preservar su privacidad y su seguridad para evitar ponerlas en riesgo. Sólo el año pasado se atendieron 343 sospechas de violencia de género en los que las víctimas que acudieron hasta los centros sanitarios por una agresión. Los trabajadores sociales emplean un protocolo de 2013 que pronto quieren actualizar y participan en el proceso desde que entran en el hospital hasta que salen. Para ello se cuenta con la red de recursos del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM). «Cuando se da una sospecha de violencia de género les alentamos a que pongan una denuncia», reconoce el coordinador de la unidad. No obstante, el hospital siempre informa al juzgado de cualquier tipo de agresión, la reconozca la víctima o no e, incluso, aunque no quiera denunciar.

Pero si hay un grupo que cada vez necesita de más atención es el de los ancianos, un sector de la población en aumento a consecuencia del envejecimiento de la población y de la cronicidad de sus patologías. Una de las trabajadoras sociales de Carlos Haya, María del Mar Sepúlveda, admite que la incorporación de la mujer al mundo laboral también ha ocasionado en parte que este grupo de edad tenga problemas psicosociales porque las cuidadoras informales -como las hijas- ya no pueden ocuparse de estas personas como antes. También explica que se dan también numerosos casos de pacientes ancianos cuyas cuidadoras son sus parejas, de la misma edad, lo que dificulta que la atención y apoyo sea el adecuado. «Ambos necesitan la ayuda».

Muchos llegan indocumentados, desnutridos y con falta de higiene. Cuando llevan varios días ingresados sin haber recibido visitas, el área de Enfermería da la voz de alarma. Entonces los trabajadores sociales se entrevistan con ellos para evaluar su riesgo social y determinar de qué recursos disponen con el fin de que cuando salgan del hospital tengan unas buenas condiciones y que su recuperación vaya según lo previsto. Pero siempre dependerá de la patología: si es un problema de salud puntual y con visos de mejora, normalmente ponen en marcha los mecanismos necesarios para que obtengan una Ayuda a Domicilio y se les dé de alta en la Ley de Dependencia. Para ello trabajan en estrecha colaboración con los Servicios Sociales de los ayuntamientos y con la delegación de Igualdad y Políticas Sociales. Si la persona no dispone de recursos trabajan para lograrles una plaza en una residencia, cuyos gastos comparte -en caso de que la pensión sea insuficiente- el Ayuntamiento de la ciudad en la que vive. Aunque muchas personas mayores viven hoy con sus hijos porque necesitan de su pensión para poder hacer frente a pagos como la hipoteca, algunos se ven «abandonados» por sus familias o sin falta de apoyos, dando lugar a largas estancias por desatención.

Otro de los grandes grupos que más atenciones requiere es el de los inmigrantes. La gran mayoría de ellos procede de África y muchos han cruzado en una patera el Mediterráneo para llegar a Europa. La mayoría llega con problemas físicos y también psicológicos derivados del maltrato de las mafias o de haber perdido a alguien en las aguas del Estrecho. Otros, simplemente, acaban en Málaga porque tenían la convicción de que en España tendrían más oportunidades. Muchos de ellos se enmarcan en el colectivo de sintecho, a los que ayudan en colaboración con Puerta Única.

Para ello, la colaboración con ONG y fuerzas del orden es fundamental. En la mayoría de casos interviene Cruz Roja, aunque Málaga Acoge también les ayuda, sobre todo en lo que se refiere a regular la situación legal de estas personas en España. Los consulados también juegan un papel fundamental en la concesión de ayudas o información para estas personas, que pueden evitar ser deportados por motivos humanitarios si el motivo de ingreso en el hospital es una enfermedad sobrevenida y si en su país no hay recursos para atenderles.

Desatención

Dentro del colectivo de inmigrantes están los extranjeros -la mayoría comunitarios- asentados en la Costa del Sol. Muchos entran dentro del subgrupo de pacientes ancianos, con las mismas dificultades, a las que se añade que la red familiar esté lejos o que no tengan contacto con ellos, lo que dificulta aún más a los trabajadores sociales poder encontrar un apoyo que les ayude en su día a día. La trabajadora social del Clínico Ana Estrada señala que se han dado caso de personas que vivían en el aeropuerto y de muchos que, a pesar de llevar años residiendo en la provincia, no conocen el idioma. Ante casos de demencia, tanto en personas nacionales como extranjeras, deben decretar la incapacitación de la persona, trámite para el que acuden al Juzgado número 11 de la Ciudad de la Justicia. También trabajan codo con codo con la Fundación Malagueña de Tutela, que les asiste en los trámites para que la persona esté bien atendida.

Muchas de las personas que llegan a la unidad de Trabajo Social son familiares de personas a las que les ha sobrevenido una enfermedad progresiva e incapacitante como ictus, para lo que necesitan crear una nueva vida. En este sentido, Estrada señala que hay que ayudarles en el papeleo de la jubilación, pedir la valoración de la discapacidad y, por ende, de la Dependencia, así como estudiar sus domicilios, a menudo poco accesibles. «Se vuelven dependientes y también necesitan de apoyo emocional, todo es nuevo para ellos».

Similar situación se vive en los cuidados paliativos o en las unidades de ingreso donde hay enfermos terminales. Para ello se coordinan con otras entidades como Cudeca o la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), que les ayudan a sobrellevar el diagnóstico y a morir con dignidad.

Pero los trabajadores sociales también trabajan con menores. En el hospital Materno a menudo tienen que mediar con familias desestructuradas llegando a tener que intervenir, en ocasiones, la Fiscalía de Menores. También llegan casos de maltrato, de hecho el año pasado se atendieron 182. Sospechas que pueden deberse a un mal cuidado o a que directamente exista una situación de riesgo social por lo que se ponen en contacto con Servicios Sociales y Protección de Menores. «Ante la mínima duda siempre se protege al niño», señala.

Muchos menores acuden a este centro para tratarse desde otra provincia o desde el Norte de África o Melilla, por eso desde la unidad se les pone en contacto con entidades sin ánimo de lucro que le prestan su ayuda, como la Fundación Ronald McDonald, Luis Olivares, César Scariolo o la AECC.

Gloria González, una de las trabajadoras sociales del Materno admite que la mayoría de los que proceden de Marruecos necesitan permisos sanitarios y sus padres salvoconductos o visados para poder viajar con ellos. «Llegan con la dificultad del idioma, sin apoyo familiar o dinero y con enfermedades muy graves», reconoce la trabajadora social, que señala que también ayudan a estas familias cuando hay que repatriar un cadáver.

En el otro ala del centro sanitario también se dan problemas psicosociales para los que se requiere de la intervención de los trabajadores sociales. En la zona de Obstetricia y Ginecología, además de atender casos de malos tratos, abandono o problemas de redes de apoyo, las profesionales deben atender casos de renuncia de bebés, que cuando nacen van a Neonatología y, después, con una familia de acogida de emergencia previa intervención de la Junta de Andalucía. Al ser centro de referencia para las zonas ya mencionadas, también ayudan a madres con embarazos de riesgo que acuden al centro para dar a luz y que no tienen recursos e, incluso, se ocupan de los hijos de aquellas que llegan con niños y sin más redes de apoyo.