Caminaban por la Alameda, a la altura de las obras del metro que coinciden con Puerta del Mar, cuando cinco chicos les acorralaron y propinaron una paliza sin mediar palabra que culminó con un desgarro en la cara y en la zona del cuello, con la mandíbula amoratada y el robo del móvil.

El joven Ángel detalla cómo la noche del domingo, él y su amigo, tras salir de una cena con unas amigas, se toparon con cinco hombres que desde que el momento en el que les vieron les increparon. Eran tan solo las diez de la noche, y ambos jóvenes, de 20 años, caminaban de regreso a casa por la Alameda. De repente, cinco individuos les siguieron por detrás. « Nos dijeron cosas como qué estáis mirando, qué estáis haciendo, tenéis algún problema con nosotros y no les seguimos la corriente porque no queríamos problemas», relata el joven, que asegura que es la primera vez que tiene algún conflicto de este tipo.

Aligeraron el paso hasta tal punto de acercarse a los dos jóvenes más de la cuenta. Fue entonces cuando Ángel decidió volverse y antes de poder decir algo o ver cómo se desarrollaban los hechos, le dieron un puñetazo que le tiró al suelo e hizo que se quedara por unos segundos aturdido.

Tres de los agresores acorralaron a las víctimas mientras otros dos vigilaban la zona para que no hubiera problema alguno, según indicó uno de los afectados.

Los golpes no quedaron ahí y cuando Ángel cayó al suelo le propinaron varias patatas por el cuerpo, una de ellas en la mandíbula que se ha quedado marcada con un moratón. «El más herido he sido yo, mi amigo se puso en posición fetal y no recibió patadas en la cara. Yo como caí...» expresa Ángel. Los golpes a su amigo hicieron que se le abriera el bolsillo del pantalón y el teléfono móvil estuviera visible. Los agresores lo cogieron y se lo llevaron y desaparecieron del lugar.

«Me quedé muy mareado y me daba vueltas todo. No sé cómo saqué fuerzas de donde no tenía y pedí auxilio», relata. A pesar de ser aún temprano y una zona transitada la mala suerte hizo que nadie pasara por el lugar para socorrer a los jóvenes. Sin embargo, había un taxista próximo aparcado y Ángel no dudó en acercarse para pedirle ayuda. Con la cara ensangrentada y algo desubicado ante lo ocurrido, para sorpresa suya, el taxista no quiso ayudarle y se marchó del lugar. «El taxista al verme tendría haber dicho te acerco a algún lado o te alejo del foco de la agresión, qué menos que hacer eso, ¿no?», se pregunta aún sorprendido el joven.

Ante esa primera negativa no dudó en llamar a la policía, que se personó en pocos minutos y acompañó a los jovenes a Urgencias para hacer un parte de lesiones. «Fueron muy amables y tres patrullas dieron vueltas por la zona para ver si los veían».

No los conocían de nada, ni intercambiaron palabras con ellos, solo cree que, a juzgar por el acento que tenían al hablar español, eran extranjeros. Un acto de violencia que el propio Ángel esperó a llegar a casa para contárselo a su madre y decírselo él mismo en persona para evitar un disgusto mayor.

No ha dudado ni un solo segundo en denunciar y ayer al mediodía interponía la denuncia ante la policía para que haya constancia de lo ocurrido. «Yo me digo a mí mismo voy a estar conmigo toda la vida, ¿por qué tengo que estar con miedo? Cuando salga al Centro a hacer papeles o a tomar algo, ¿qué voy a estar con miedo por si me vuelven a pegar? No le veo lógica a ocultarse», añade Ángel. Un suceso que espera que se quede en una vivencia más con el tiempo.