Málaga vuelve a ensanchar su crédito turístico. Con una euforia en sus pasos, prudentes y al mismo tiempo agigantados, que choca a veces frontalmente con el ritmo, más pesado, que ha llevado la industria en la última década. Justo cuando la economía general se agripó, la ciudad, apenas un vestíbulo de entrada en los noventa para la Costa del Sol, se impuso en el mapa del sector. Y, desde entonces, no ha parado de crecer. Tanto en estancias, como en la propia oferta, que se ha multiplicado, ganando cada vez más cuota de mercado, e, incluso, de silueta en la propia geografía urbana.

Con las perspectivas de crecimiento para 2016 plenamente desencadenadas, son muchos los empresarios que se han lanzado a invertir en el turismo. Abrir un hotel en Málaga, pese al inevitable riesgo, empieza a ser una de las operaciones financieras más seguras que se pueden acometer en la provincia. El destino cautiva y convence al capital. Incluido en la figura, celosamente previsora, de las cadenas y de los grupos empresariales. En breve, Room Mate abrirá una nueva referencia en la ciudad, a lo que se suma el proyecto del Miramar y una plétora de iniciativas bastante poblada para los próximos meses, superior ya en muchas ocasiones en empuje al resto de la Costa del Sol.

La capital, también en la evolución de su planta hotelera, se consolida como valor en alza del litoral. Y la prueba está en el registro general de Turismo Andaluz, que recoge las solicitudes de nuevas plazas de alojamiento para su posterior tramitación. De los doce proyectos relativos a la provincia que existen actualmente sobre la mesa, explican fuentes del servicio, ocho corresponden a Málaga. Eso significa que casi dos tercios de los hoteles que abrirán próximamente en la Costa del Sol -Room Mate y Miramar aparte- se emplazarán en la ciudad, lo que da buena muestra de la confianza que últimamente el destino despierta en los inversores.

El crecimiento de la oferta local viene, además, bendecido por partida doble. Málaga, y ahí están los datos, no sólo amplía su paleta de alojamientos con pintura gruesa y vistosa. También se percibe una intención en cuanto al tipo de hospedaje, que, al menos en lo que respecta a las últimas propuestas y a los hoteles, entronca con los estándares de calidad que reivindica insistentemente el sector. La mitad de las solicitudes recibidas en el registro para la capital son para establecimientos de 4 estrellas. La lista se completa -hasta llegar a los ocho- con otros dos catalogados con el rango de dos estrellas, una pensión y un albergue o hostal, fórmula esta última que, aunque con más modestia, se va poco a poco implantando y haciéndose un hueco entre las preferencias de los turistas que visitan la ciudad.

El hecho de que Málaga avance con un impulso proporcionalmente mayor en cuanto al número de hoteles no significa, sin embargo, que el resto de la Costa del Sol, que sigue concentrando la mayoría de los alojamientos, haya llegado a su tope o renuncie a arriesgarse con nuevos proyectos. Alicaído el ladrillo, el turismo se ha convertido en un negocio en el que toda la provincia parece dispuesta a presentar credencial. Los otros cuatro hoteles previstos en la provincia, además de en Torremolinos, se ubican en Arenas, Archidona y El Burgo, poblaciones que tratan de abrirse camino, cada una con sus argumentos y en escala diferente en lo que respecta a la ambición.

La de capital, en cualquier caso, está claro que apunta muy alto. Ya en 2015, y con un incremento cercano al 20%, la ciudad se asomó por primera vez en su historia a las 10.000 plazas hoteleras. Más de un centenar de alternativas a las que se agregan, y con una fortaleza a tono, modalidades de moda, y de progresión endiablada, como los apartamentos. Las cifras que maneja el destino avalan el interés. En los últimos diez años, Málaga fue la ciudad que más creció a nivel turístico, aumentado el volumen de viajeros alojados en un 127% y el de pernoctaciones en un 120%. Números, todos ellos, que, con el mérito añadido de alzarse en un periodo marcado por la crisis, ejemplifican el gran salto hacia el futuro experimentado por la industria. Málaga, la de las mil tabernas, no tendrá en los próximos años ni remotamente mil librerías -sería un milagro llegar a más de quince-, pero empieza a funcionar con un negocio otrora impensable: la cultura del turismo y del hotel.