El tiempo no juega a su favor. El efecto Aylan se ha ido diluyendo. El niño sirio ya no despierta conciencias. Y el boom de los meses de septiembre y octubre, cuando el conflicto parecía ser el gran problema de Europa, ha perdido fuelle. Frenar la salida de Reino Unido es ahora el tema prioritario. Arrastran cinco años de agónico sufrimiento. Más de 250.000 muertos, once millones de desplazados y un país totalmente devastado. Caer en el olvido puede ser una auténtica desgracia, lo saben muy bien los ucranianos o los eritreos que siguen llegando a nuestras fronteras ante el desconocimiento de muchos y la pasividad de otros. No es que busquen un futuro mejor, es que simplemente buscan tenerlo. Huyen de la muerte. De las bombas. De la guerra. No tienen otra opción que arriesgar lo único que les queda: su propia vida.

¿Cuánto más tendrán que soportar?, ¿dónde está el límite en estos dramas humanitarios? Organizaciones y voluntarios llevan meses esperando. Pero el desconocimiento es absoluto. «Nos pidieron plazas con premura, pero no tenemos ni la menor idea de cuándo ni cómo se va a producir la llegada. Seguimos pendiente de la asignación del cupo por parte de la UE», confiesa la directora general de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Málaga, Ruth Sarabia. «Todo está bastante parado, no hay intención de iniciar ningún traslado», lamenta Francisco Cansino, coordinador de CEAR en Málaga.

La propuesta para la reubicación de la Comisión Europea, según la cual España acogería a unos 17.000 refugiados, sigue siendo papel mojado. El desbloqueo de la situación actual es fundamental para conocer el número de refugiados que le corresponde a la provincia y, en consecuencia, para que comiencen a llegar. Mientras tanto, las entidades implicadas -Cruz Roja, la Asociación Comisión Católica Española de Migraciones (Accem) y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR)- siguen cumpliendo las instrucciones del Gobierno: ampliar el número de plazas de acogida. «Ahora mismo, lo primordial es equipar los recursos disponibles para comenzar cuanto antes a alojar a refugiados. Sean o no sean sirios, y sean o no sean reubicados». Para ello, CEAR ha conseguido habilitar, hasta el momento, en torno a unas 100 plazas. Además de las 60 camas de su centro municipal, dispone ya de 20 plazas extra y otra veintena de pisos que aún necesitan ser equipados (cocinas, literas y demás mobiliario). A lo que hay que sumar un nuevo acuerdo, que permitirá disponer de unas 40 plazas adicionales en Antequera.

Cruz Roja dispone de 42 camas y sigue recibiendo el ofrecimiento de viviendas que, aunque no han sido demasiadas, han demostrado la solidaridad de los malagueños frente al drama. Sí que han sido muchas las personas que se han ofrecido como voluntarios, sobre todo tras la muerte de Aylan. Y, el Ayuntamiento, por su parte, está a punto de concluir los trabajos que permitirán contar con otros 30 pisos.

Un goteo constante

Unas cien personas llegan a Málaga todas las semanas a través del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla (CETI). Durante 2015, unas 6.000 personas fueron atendidas por alguna de las tres ONG que trabajan en la acogida de refugiados. Solo Cruz Roja asistió a más de 2.700 sirios el pasado año, tras haber realizado la ruta del norte de África, «que a pesar de ser menos llamativa o más invisible, no deja de ser un goteo constante día tras día», lamenta David Ortiz, responsable del área de inmigración y refugiados de Cruz Roja en Málaga. Sin embargo, solo una minoría, que ni siquiera llega a un 5%, decide probar suerte en la capital malagueña. «Son personas que están de paso. Para ellos, España es sólo un puente, un nexo de unión hacia sus destinos finales, principalmente Alemania» explica.

Pero el CETI no es la única puerta de entrada. En un primer momento, el mayor flujo se produjo mediante visados por el aeropuerto. El coordinador de CEAR, sigue de cerca la integración de una veintena de refugiados, que llegados por esta vía, se instalaron en la ciudad con el apoyo de una red familiar previa. «Deciden quedarse cuando cuentan con conocidos o familiares por la zona». Aún así, su situación actual es de bastante inestabilidad, no solo por el idioma, la cultura o la búsqueda de trabajo. La losa que arrastran, por lo que han dejado atrás, es una dificultad añadida a la hora de comenzar de nuevo en un país extraño. «Es complicado, parten con menos de cero». Por eso, es esencial realizar una labor de seguimiento con ellos que les proporcione ayuda psicológica, formativa o jurídica.

Es cierto que el conflicto sirio atañe a miles de personas, y que está cercano a Occidente, pero eso no significa que podamos olvidar que también llegan personas huyendo por otras circustancias. Incluso personas perseguidas en Rusia por ser homosexuales. «Es duro recibir a otras personas que dicen sentirse refugiados de segunda, porque hay otros de primera», dice Cansino. La inactividad e insensibilidad hacia los refugiados sirios no está justificada, tampoco en las víctimas de otros conflictos.

@aidagar