Los hoteles de la Costa del Sol se renuevan. Ya sin tanta timidez como hace apenas un lustro, cuando la incidencia de la crisis desaconsejaba profundamente cualquier tipo de maniobra a gran escala. El paso adelante dado por el sector en los dos últimos años, con recuperación incluida de la rentabilidad, ha permitido a los empresarios ganar confianza. Y con la fe, en este caso, han llegado los hechos. Rebasando, incluso, la previsión facilitada por la patronal hace poco más de un trimestre.

Según la Asociación de Empresarios Hoteleros de la Costa del Sol (Aehcos), son muchos los establecimientos que, alentados por las expectativas con la que ha abierto el nuevo curso, se han decidido a última hora a asumir el riesgo de la inversión y promover reformas. Las cifras aportadas el pasado noviembre se han quedado felizmente cortas: de los 30 hoteles que planeaban remodelar su infraestructura se ha pasado a alrededor de 40 y con un salto en el gasto que se acerca al doble de lo cifrado en primera instancia: en torno, en total, a 50 millones de euros.

La cantidad, calculada a raíz de las últimas informaciones recibidas por Antonio Aranda, gerente de la entidad, ha servido para impulsar todo tipo de remodelaciones: desde arreglos decorativos a transformaciones integrales y millonarias. Con el espectacular balance del año todavía fresco, los hoteles han puesto en marcha este invierno la rueda de los operarios: un desfile de técnicos y albañiles, profesionales cuya sola presencia suena a promesa de modernización o, como mínimo, de mejora. Para el representante de la patronal, se trata de un esfuerzo que sirve para ablandar, y de qué forma, las puertas del futuro. «La crisis, por fortuna, nos pilló con los deberes hechos y la planta actualizada. Pero era inevitable seguir con la inversión para que no llegara el momento en el que nos viéramos fuera de juego y perdiéramos en calidad», señala.

La apuesta por la modernización refleja un estado de conciencia colectivo que dista mucho del que flotaba sobre el negocio en la época del famoso desmoronamiento de los mercados. El sector rezuma optimismo y la mayor constatación de su excelente salud, además, claro está, de la entrada de divisas, reside en este tipo de movimientos. Y más, como ocurre en la Costa del Sol, cuando no es un hecho aislado. Ni en el tiempo, ni mucho menos, en el espacio. Por segundo año consecutivo los establecimientos se atreven con reformas cuyos números van más allá de lo anecdótico: si se suman ambas temporadas, la de 2015 y esta de 2016, el montante asciende a 134 millones y un centenar de hoteles.

Sin duda, cifras nada despreciables que hablan de un cambio de tendencia, si bien con cuentas pendientes que van más allá de los límites y las competencias de los propios establecimientos. El sector alienta a los bancos a abrir el grifo del crédito y a los poderes públicos a estirar los incentivos y las subvenciones para reformas, que actualmente, son asumidas en su mayor parte por las empresas. La Costa del Sol lucha por cubrirse las espaldas. Y más en previsión del resurgir inevitable de la competencia.