El alquiler de viviendas, parcialmente alicaído durante la crisis, vuelve a dispararse. A una velocidad ajena a los desvelos de la burbuja. Especialmente, en Málaga y en sus precios, que se sitúan de nuevo, y adheridos al tren del turismo, en niveles cercanos a los que punteaban en la época más dura del ladrillazo. El crecimiento del número de viajeros y, sobre todo, el surgimiento del arrendamiento del tipo vacacional, han ensanchado brutalmente la demanda. Y, con el empuje, las tarifas han empezado a ascender; a un ritmo que apenas tiene parangón en el resto de poblaciones de Andalucía.

Los informes relativos a 2015 de Idealista y Fotocasa, dos de los portales que acumulan en España más anuncios y referencias, coinciden en una misma conclusión: la ciudad es el punto de la comunidad que más se ha encarecido. Con una subida en el último año del 13,5 por ciento, casi cuatro veces superior a la registrada en el conjunto de la región y de España. Después del demarraje de estos meses, la capital inicia el curso con el metro cuadrado a 7,8 euros, lo que la convierte en la localidad más cara para vivir de alquiler de la autonomía, tan sólo por debajo de la inalcanzable Marbella (9,6) y empatada con Torremolinos.

El incremento de 2015, que empieza a marcar tendencia, neutraliza buena parte del abaratamiento computado durante los años de contracción de la clientela. En Málaga, donde la caída no fue tan pronunciada como en el resto de Andalucía -el descenso llegó en la comunidad a los 27,7 puntos de media en menos de una década-, este nuevo repunte deja el arrendamiento en una escala alta, objetiva y tangible. Sobre todo, para el bolsillo de los residentes, que retorna en gran medida, y por causas diferentes, a la desproporción con el salario que existía con anterioridad a la depresión económica.

De acuerdo con las cifras aportadas por ambos informes, el alquiler de una vivienda de 100 metros cuadrados costaría ya en Málaga 780 euros mensuales. Una cifra construida a partir de la media recabada en el conjunto la ciudad, con el ruido informativo que introduce respecto al centro la realidad, muy distinta, de los barrios periféricos, pero que aun así sirve para evidenciar la magnitud del salto emprendido por el sector en apenas doce meses. A finales de 2014 un arrendamiento de las mismas dimensiones y características costaba 675 euros; se ha producido un incremento en bruto de más de 100 euros. Y dentro, además, de un movimiento que no parece muy próximo a retroceder.

En plena expansión de la vivienda vacacional -recientemente regulada en Andalucía- Málaga aparece señalada por los analistas como una de las ciudades con mayor potencial de crecimiento en el mercado. De momento, los precios no alcanzan, por fortuna, los de puntos como Barcelona y Mallorca, pero el margen de maniobra es tan amplio como inequívoco en su dirección. La capital, a juzgar por los resultados de 2005, ya ha ingresado en el grupo selecto de los cuatro municipios que más elevan sus tarifas anualmente.

El fenómeno, aunque largamente abultado, no es, sin embargo, exclusivo de Málaga. Otras localidades de la provincia, al menos en 2015, también se hicieron eco del encarecimiento. Todas -con Mijas, Rincón de la Victoria y Estepona a la cabeza- con el mismo denominador común: el desarrollo del turismo, que está inmerso en un periodo de recuperación, con avance incluido en las rentabilidades.

A la hora de explicar el aumento de los precios, las memorias de Fotocasa e Idealista no lo reducen todo a una sola carta. La situación actual es heredera de la irrupción de las viviendas vacacionales, pero también de otros factores relacionados íntimamente con las tendencias y necesidades del mercado inmobiliario. Contenida la compraventa, que todavía no ha recobrado su antigua pujanza, el alquiler se ha impuesto prácticamente como la única forma de recuperar la inversión y sacarle rendimiento a las propiedades.

El análisis de los portales deja filtrarse además una razón que tiene mucho que ver con un cambio de mentalidad azuzado por la crisis. Sin salario ni estabilidad laboral lo suficientemente apuntalada como para pensar en la adquisición, la población ha dejado de obsesionarse con el patrimonio personal y a desdramatizar el hecho de vivir de alquiler. Un viraje en cuanto a las pretensiones que tropieza ahora, sin embargo, con una subida de precios que va más allá en su escalada de la simple ecuación de la oferta y la demanda. Hasta comprobar la eficacia de la nueva ley, la vivienda vacacional supone una fuente de desequilibrio de poderosa e irredenta zancada -el poder adquisitivo y los precios que se manejan entre los turistas supera ampliamente al de los residentes-. El mercado se desdibuja para recomenzar de nuevo. Quién sabe ya si, en algunas zonas, convertido en otra cosa.