­Finaliza el pulso. Al menos, entendido en su planteamiento inicial. La huelga en el servicio de limpieza, que enfrenta directa e indirectamente al comité de empresa de Limasa con el Ayuntamiento, ya no es cosa de dos; hosteleros, hoteleros y comerciantes, que hasta el momento habían vivido las consecuencias de los paros en un más que discreto silencio, han estallado. Hartos de que la acumulación de basura perjudique sus negocios, han decidido dar un paso hacia adelante. Y, además, de manera irreversible. Con concentración incluida para hoy y un mensaje, que en cuanto a las reivindicaciones, deja poco sitio para la ambigüedad: el final inmediato de las movilizaciones y la reanudación de la ronda habitual.

Después de ocho largos días de reuniones y amagos de pacificación entre las partes, los negocios de zonas como el Centro echan la vista atrás y no tienen dudas del balance, que ya, a diferencia de la semana pasada, no supone únicamente un riesgo potencial. El daño es tangible. En los bares, las terrazas, una de las grandes fuentes de ingresos, se han empezado a despoblar; los malos olores y los residuos entorpecen la entrada a las tiendas. Y los efectos en la imagen de la ciudad, con conexiones diarias de los principales telediarios nacionales, se agravan. José Simón Martínez, portavoz del colectivo Mahos, no oculta el hartazgo de la restauración: «En nuestra asociación hay posturas, como es lógico, que van siendo cada vez más radicales», reseña.

En un principio, aunque confiados en la resolución del conflicto, los hosteleros se plantearon incorporar contenedores adicionales y hacerse cargo ellos mismos de la limpieza. La posibilidad, que no los ánimos, se ha desvanecido. Los establecimientos, aunque indignados, consideran que la puesta en marcha de batidas autónomas, además de no ser, en ningún caso, su responsabilidad, podría complicar aún más la situación. «No podemos llegar a todas las zonas afectadas, aunque hay compañeros que, a título personal, ya han dicho que van a retirar basura», resalta.

Lo que sí parece claro es que los hosteleros, a los que se unen una representación más amplia del tejido productivo local, no van a limitarse a manifestar su opinión. El primer movimiento, una protesta abierta a la ciudadanía frente a las puertas del Ayuntamiento, donde exigirán hoy a partir de las 11.00 horas al alcalde que no ceda frente a lo que consideran un «chantaje» por parte del comité.

La Confederación de Empresarios de Málaga (CEM), con el respaldo de numerosas organizaciones, entre ellas la Cámara de Comercio, también elaboró ayer un comunicado conjunto en el que pedía una solución consensuada y alertaba del incumplimiento de los servicios mínimos.

No son, en cualquier caso, las únicas reacciones que han surgido en los últimos días. Las redes sociales se han hecho eco de otra campaña, en este caso a través de la plataforma de peticiones change.org, que a media tarde de ayer ya contaba con 7.000 firmas pidiendo responsabilidades y vindicando el final del parón.

Las pérdidas ocasionadas por la huelga extienden también su sombra al conjunto del sector turístico, que poco a poco pasa de la abstracción de «los daños a la imagen» a referirse a daños colaterales con impacto directo y súbito en la caja registradora. Francisco Moro, responsable de la patronal hotelera en la ciudad, advierte de que ya se ha dado el caso de turistas que empiezan a pensar en la posible cancelación de sus reservas. Toda una bomba de relojería para la planificación de la Semana Santa y las contrataciones previstas, que siempre suponen un alivio en esta época del año para las abultadas necesidades de empleo que aún se observan en la Costa del Sol. «La situación crea incertidumbre y eso ralentiza la organización de las plantillas y la incorporación de los nuevos trabajadores», lamenta.

Enrique Gil, presidente de la Federación de Comercio de Málaga (Fecoma), distingue en su preocupación dos niveles; el provocado por los efectos ya verificables de la huelga y el que se deriva de un posible enquistamiento en las posturas aparentemente irreconciliables de las partes. «Esperemos que no tengamos que lamentar episodios vandálicos», indica.