«Hay extrañas presiones, insidias, nombramientos a dedo, injusticias, ausencia de democracia interna, agresividad de la dirección en el trato con los cargos electos y medias verdades». Cuando una declaración tan poco franciscana sale de la boca de un concejal de Ciudadanos suena más a o menos a la de un vegetariano confesando su amor por un chuletón de Ávila. La esperanza de plantear batalla a los vicios nocivos en la política desde la transparencia y la participación interna se ha esfumado delante de sus ojos para Beatriz Olmedo, autora de las lamentaciones iniciales. Olmedo era concejala de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Benalmádena, hasta que solicitó su baja «de manera irrevocable» cuando se enteró de que el partido le había abierto un expediente de expulsión. Después del primer brote de simpatía mutuo, los acontecimientos recientes en varios municipios de la provincia han disparado el número de bajas de concejales naranjas en varias circunscripciones, entre las que se encuentran importantes municipios de la Costa del Sol como Benalmádena, Torremolinos o el Rincón de la Victoria. Todas con un mismo patrón: las dimisiones no han venido acompañadas de una renuncia expresa al acta de concejal que, como lo que uno hace en la noche, es personal e intransferible.

El problema de agarrarse al acta no es el legítimo derecho a seguir en el machito, que para algo uno ha sido votado, sino que se plantea desde el momento en el que Ciudadanos empezó a patrimonializar la lucha, junto a Podemos, dividiendo a los partidos entre nuevos y viejos. Un eje en el que los de Rivera se situaron en el lado de lo impoluto. Consiguieron agrandarse por el flanco electoral tradicionalmente más enconado e inamovible, el que agrupa a los votantes leales al PP. Algo que, a la postre, ha resultado determinante para desbancar a los populares de numerosos ayuntamientos y que, en teoría, obliga a actuar de forma diferente para mantener la coherencia. Pero lo difícil siempre es vivir acorde a lo que se predica. El mensaje que se lanza con estas dimisiones a medias es que uno sí renuncia a su partido por voluntad propia, pero no por ello se renuncia a llegar a final de mes. Salarios idénticos al de los concejales del equipo de gobierno, encabezar empresas municipales desoyendo la directriz del partido o los 28.000 euros al mes para una concejala en Mollina... En poco tiempo ya hay quienes se parecen sospechosamente a lo peor de lo viejo.

Benalmádena, Rincón, Mollina. Son los tres núcleos que en una semana han conseguido aglutinar el descontento de la dirección provincial del partido. En Benalmádena, Ciudadanos ya se ha quedado sin representación. La mencionada Olmedo y Óscar Ramundo adoptaron la decisión de secundar a quien fuera su jefe de filas, Bernardo Jiménez, expulsado del partido por cobrar lo mismo que los concejales del equipo de gobierno formado por PSOE, IU y Alternativa por Benalmádena. Unos 45.000 euros al año dan para vivir plácidamente en la Costa del Sol. También dan pie a sospechar que los pactos pueden llegar por afinidades económicas. Más, tratándose de un partido que no es ni de izquierdas ni de derechas. La solución elegida por los tres ya exconcejales de Ciudadanos para salir del aprieto ha sido la de formar un nuevo partido. Verá la luz próximamente y habrá que echarle imaginación. El prefijo de Alternativa, que es como la primera providencia en un país que exhibe una facilidad tremenda para crear nuevas formaciones políticas, ya está pillado. En Mollina, si se confirman las acusaciones del portavoz del PP, Francisco González, la política malagueña está ante un revolucionario caso de transfuguismo nunca visto hasta el momento. Dolores Pinto, concejala electa y portavoz de Ciudadanos, estaba formando parte del equipo de gobierno a espaldas de su partido. Ahora, que todo se ha destapado, ha sido liberada. Según el PP, sin renunciar a los 28.000 euros anuales que le corresponden a los concejales con tareas de gobierno encomendadas. Los populares de Mollina deducen que Pinto estaría cobrando como cargo de confianza del PSOE, lo que confirmaría que ésta se habría guardado su afán de regeneración política para otra vida.

El primer expulsado. El dudoso honor de ser el primer cargo electo en abandonar el partido por la puerta de atrás fue para Antonio Pérez. Exconcejal en el Rincón de la Victoria, saltó a la fama por hacerse fotos tapando carteles electorales del entonces candidato a la alcaldía del PP, Francisco Salado. Por coherencia con los valores de regeneración democrática que defiende Ciudadanos, la formación pensó que debió entregar su acta al partido. Pero Pérez decidió, que, si eso, ya se lo quedaba él. En Torremolinos, Juan Machío, exedil de la formación naranja, fue expulsado por contratar a su cuñado como electricista en Samset. Dicen que está fuera del partido por 2.000 euros, la cantidad que se habría embolsado el agraciado por su contrato temporal.

De la misma manera que Albert Rivera tiene mucho cuidado en acreditar que está hasta arriba de hipotecas para asemejarse al ciudadano medio, estos exconcejales parecen empeñados en honrar al poeta Pacheco y su «ya somos todo aquello contra lo que luchamos».

Sintonía en la Diputación. En son de paz llegan los enemigos. Donde más calmadas pasan las aguas con la formación naranja en la oposición es justo en aquella institución con la que quieren acabar. Con motivo de la aprobación conjunta entre todas las fuerzas políticas de un plan extraordinario de inversiones, dotado con 24 millones de euros, Gonzalo Sichar elevó la Diputación de Málaga a la categoría de ejemplo a seguir. PP y PSOE harán del pleno de la semana que viene una escenificación en defensa de esta institución. A pesar de todo, Ciudadanos planea contraatacar para dejar claro que el salario de sus diputados es prescindible.

"Ich bin ein berliner"

Visitas de Estado las hay todos los días. Ésta, sin embargo, adquirió categoría de leyenda. En la primavera de 1963, John Fitzgerald Kennedy, el presidente más joven electo en la historia de los Estados Unidos, planeó una visita primaveral a Irlanda, Inglaterra e Italia. Ni corto ni perezoso, el canciller alemán de la época, Konrad Adenauer, lo invitó a pasarse también por Berlín. Lo demás, ya es historia viva. Ahora, la principal disyuntiva a la que se enfrentan miles de alemanes todos los años es la de dónde pasar sus vacaciones. Para que opten por la Costa del Sol, una nutrida comitiva de políticos se desplazó a la capital alemana para asistir a ITB, la feria de turismo más importante para el mercado germano. Ahí estuvieron, entre otros, Elías Bendodo, Susana Díaz y alcaldes como Manuel Barón, José Ortiz, Juan Carlos Maldonado y Óscar Medina