Algunas de ellas llevaban décadas sin verse, con la imagen de sus compañeras todavía con el uniforme azul marino o la falda escocesa de Preu, el último año antes de la Universidad.

Cuando salieron del Colegio de La Asunción, a mediados de los 60, siguieron caminos distintos. En el caso de Mavi Gutiérrez del Álamo estuvo viviendo 40 años en Barcelona y al regresar a Málaga, buscó a sus antiguas compañeras «por internet».

La ocasión de recuperar a todas sus amistades llegó el curso pasado, con la celebración de los 150 años del Colegio de La Asunción en Málaga, el primer centro abierto en España por las monjas de la congregación francesa. «Cuando nos reunimos en la misa del colegio, como había mucha gente, quedamos en hacer una comida en los Baños del Carmen en junio», explica Mavi.

Ese primer almuerzo se ha transformado en un encuentro semanal que se celebra de forma alterna en la playa de Pedregalejo -muy cerca del colegio, en lo alto del Valle de los Galanes- y en el Centro, donde viven muchas de las alumnas de entonces.

La Opinión compartió esta semana uno de esos encuentros con esta veintena de amigas, muchas de ellas abuelas y con nietos estudiando en el colegio que ellas dejaron hace más de medio siglo. «Aquí lo importante es el cariño que seguimos sintiendo por el colegio porque hemos pasado muchísimos años y cómo, después de tanto tiempo sin vernos, ha surgido un grupo de amigas bueno de verdad, porque nos ayudamos unas a otras y también nos divertimos. Eso es constante», explica Chica Gómez Ruiz, exalumna y antigua integrante del equipo de baloncesto.

Y llegan los recuerdos. Entre las monjas que más disciplina imponían, Herminia Tato destaca a la madre Margarita, «que en la clase de los mayores imponía mucho respeto», aunque si de respeto se trata, Mavi Gutiérrez del Álamo pone el ejemplo de la madre Guadalupe, «la maestra de estudios, una verdadera autoridad que te miraba y ya te entraba el horror».

Marujita Fernández Bustamante, por su parte, se queda con el buen recuerdo de la madre Pilar, «que para mí fue muchísimo» y que murió en Granada, a donde esta antigua alumna acudió a recordarla.

Y no eran sólo religiosas las que enseñaban en La Asunción, pues por el colegio han pasado profesores seglares: «Teníamos a don Mariano López, que daba Literatura; don Manuel Valdivia, Biología; o Pablo Schmidt que daba Francés», enumera Purita López Ruiz, a la que sus compañeras recuerdan como la más empollona. «Casi todos los hombres eran mayores menos el profesor de Francés, que nos gustaba», apunta Begoña Lumbreras.

Pero la llegada de un profesor a este colegio femenino, como comenta Blanca Marina, llevaba consigo un protocolo inflexible: «En alguna ocasión tuvo que venir don Manuel Laza o don Mariano López y siempre había a la vez una monja guardándonos la clase. De guardia, no sabemos por qué», ríe.

Y no se les olvida a estas amigas la muerte en accidente de tráfico de su profesor de Griego. Pese a la triste circunstancia, las clases debían continuar «y como las monjas tenían muy buena relación con el Colegio del Palo, se pusieron de acuerdo con el padre Rodríguez, que daba clase a los niños», cuenta Chica Gómez. Estaban en Preu y cada vez que había clase de Griego, un grupo de alumnas, capitaneada por una monja, ponía rumbo al Colegio del Palo, entonces sólo masculino, y cuando ya entraban en el recinto las niñas de Preu tenían la orden de la monja de agachar la cabeza y no distraerse con los comentarios de los alumnos, que las aguardaban expectantes.

Y ya en clase de Griego las sentaban separadas de los colegiales y con la monja también dentro del aula. «Nos sentaban por orden alfabético y por mi apellido era la última y detrás de mi estaba la madre Guadalupe, así que si miraba aunque fuera un poco me tocaba en la espalda para que mirara para otro lado», comenta entre risas Herminia Tato, a quien estas visitas al Palo le dejaron un pretendiente seminarista que ella rechazó, «y me dieron las gracias por no robarle un alma a Dios».

Son muchas las amigas que aportan anécdotas. Es el caso de Paloma Amorós, que no quiere dejar pasar algunos motes de las profesoras como La Mortadelo, la madre Pilar la de las Botas, La Merche o La Vizcondesa, llamada así por su marcado estrabismo.

Mariana Pérez-Lanzac, que estaba interna, no podrá olvidar nunca la oruga que encontró en la ensalada y la explicación que le dieron las monjas: «Me dijeron que la oruga era de la huerta de las monjas y que me la tenía que comer» -al final no lo hizo-. Blanca María Vila tiene muy presente todavía «los sábados y sábados que pasé sin poder salir del colegio porque era mala estudiante».

Por cierto que a La Asunción acudían muchas jóvenes que vivían en el Centro y a las que recogía el autobús escolar, conducido por Gregorio, «una persona maravillosa que nos quería a todas», recalca Cuca Pérez Avilés. Tampoco el autobús, al menos un modelo muy precario que funcionó unos años, se libró de los motes: Cote Graciani recuerda que lo conocían como el Coco, «porque se llevaba a los niños poquito a poco, porque no cabían».

Y al ser una congregación surgida en Francia, Begoña Lumbreras recuerda que había que pedir «la sortie» para ir al servicio y que antes había que conseguir «la permission», simbolizada en una pieza de madera con la que ya se podía salir de clase.

Su hermana Vivi Lumbreras se detiene en el viaje de fin de curso a Portugal y en cómo localizaron en Fátima al padre José María, otro de sus profesores, que iba en moto y que optó por acompañarlas todo el viaje, moto incluida. Por último, Pilar González Carrasco, cuya hermana, Cristina, ha sido 12 años superiora general en todo el mundo de la congregación de La Asunción, comenta que el año pasado se celebraron los 50 años de su curso e incluyó una visita al patio colorao, uno de los más conocidos del colegio y al Centro Pompidou.

Las amigas de siempre se han reencontrado. La semana que viene volverán a compartir los años inolvidables en La Asunción.

Las exalumnas

La lista de antiguas alumnas de este reportaje la forman: Chica Gómez Ruiz; Mariana Pérez-Lanzac; May Giménez Pacheco; Marujita Fernández Bustamante; Vivi y Begoña Lumbreras Krauel; Cuca Pérez Avilés; Purita López Ruiz; Paloma Amorós González; Mavi Gutiérrez del Álamo; Herminia Tato Martínez; Juani Eguílaz de Prado; María José Sánchez Gil; María Jesús López Pérez-Lanzac; Blanca Marina Benítez; Cote Graciani Moya; Lourdes Souviron Rubio; Pilar González Carrasco; Julia Fazio; Blanca María Vila Hinojosa; Blanca Meliveo García; Rosario Pérez de la Cruz Manrique y María del Valle Climent.