Javier González de Lara no para de reclamar a las fuerzas políticas que generen un marco de estabilidad y confianza que permita al fin superar la crisis económica iniciada hace ahora ocho años. Superado ya el ecuador de su mandato de cuatro años al frente de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), advierte de que la actual incertidumbre está frenando los proyectos de inversión y ralentizando el ritmo de la economía, sin que se sepa aún si habrá pacto de Gobierno o se tendrán que repetir las elecciones. «La inestabilidad no es la mejor receta para salir de la crisis. Estamos jugando una final y resulta que nos tenemos árbitro», lamenta.

¿Cómo han sido estos dos primeros ejercicios en la CEA?

Muy duros y complejos. Nuestras prioridades son atender la demanda de los empresarios y facilitar la creación de empresas: que haya más desregulación normativa para facilitar la actividad, más financiación y más seguridad jurídica. También hemos estado muy condicionados por el calendario electoral, que ha conllevado mucha inestabilidad política. En 2015 se perdieron más de 300 días de gobierno por las diferentes citas electorales. Y no podemos olvidar que estamos atendiendo a un tejido empresarial muy tocado tras ocho años de crisis. En este tiempo se han destruido en Andalucía 54.000 empresas (14.000 en el caso de Málaga), que equivalen a la pérdida de 300.000 empleos en la comunidad. Todo esto, en un momento político e institucional controvertido, donde queremos asumir el gran desafío de salir de la crisis. En Málaga, afortunadamente, se está produciendo una buena regeneración del tejido productivo.

La situación económica de la CEA era y continúa siendo bastante delicada ¿Cuál su objetivo para los dos próximos años?

En el ámbito interno, encontré una CEA con muchos problemas de viabilidad económica y financiera. Ya hemos hecho frente a obligaciones de pago por valor de 22 millones de euros, con refinanciaciones de deuda a corto y medio plazo. Mi aspiración es estar en equilibrio presupuestario a final de este mandato aunque de momento seguimos en pérdidas (2,5 millones en 2015). Seguimos trabajando para hacer frente a la herencia recibida y a las deudas, dando la cara con los acreedores. En este sentido hemos tenido ayuda de entidades financieras que han confiado en nosotros como Unicaja, Banco Popular y BBVA.

La economía parece haber entrado en fase de reactivación, aunque ustedes alertan de que la incertidumbre política está frenando la actividad. Y un informe presentado el pasado jueves en la asamblea general de la CEA advertía de que la recuperación en Andalucía está siendo más lenta que en España y que su modelo productivo está estancado.

El gran desafío para las empresas y para la sociedad es recuperar todo el empleo perdido, salir de la crisis y volver a la senda del crecimiento pero estamos muy condicionados por la parálisis institucional. La única forma de crecer es a través de las empresas, que tengan más dimensión y que puedan afrontar los retos de futuro. Para eso necesitamos muchas cosas: más facilidades para constituir sociedades, simplificación de trámites, menores costes en cotizaciones y que se instaure en la sociedad una mentalidad real de start up. Se debe hacer de la cultura innovadora y de los empresarios un referente social. Ahora mismo, todo eso no existe. La tasa de paro entre los jóvenes es vergonzante, y nos produce desaliento y frustración. Hay que propiciar una mayor cultura empresarial y apostar más por el autoempleo. La empresa y el empresario deben ser el centro. Pero todo eso requiere de cambios regulatorios por parte de las administraciones.

Entonces, ¿qué esperan que ocurra a lo largo de este año?

Todos deseamos que 2016 sea el año de la recuperación pero tenemos inquietudes y dudas, nubarrones que no se resuelven, sobre todo por la incertidumbre y la inestabilidad política e institucional. El escenario que vivimos no es cómodo para generar confianza empresarial. Estamos sin Gobierno. El 2015 fue un año perdido a causa de tantos procesos electorales, y eso ha dificultado la puesta en marcha de iniciativas, proyectos, programas... el 2016 va por el mismo camino. Estamos a mitad de marzo, y nos podemos encontrar con unas nuevas elecciones. La inestabilidad no es la mejor receta para salir de la crisis. Europa nos observa, los inversores necesitan un marco adecuado de tranquilidad para desenvolverse y necesitamos que también los bancos puedan confiar en los proyectos empresariales. Hay que romper esta incertidumbre.

¿Puede entonces este factor dar al traste con los plazos de salida de la crisis que pudieran manejar los empresarios?

Llevamos ya algunos años de crecimiento del PIB de Málaga y Andalucía pero ahora no sabemos qué Gobierno tendremos. Y si no están claras las regulaciones en materia de política económica, financiera, fiscal o laboral, no podemos hacer esas previsiones. La misión fundamental de un Gobierno es ejercer de árbitro y que los agentes económicos y sociales jueguen el partido dentro de la legalidad, sancionando los incumplimientos. Pero resulta que estamos jugando una final importantísima y no hay árbitro. Y ya es el segundo año que estamos así, tras todas las citas electorales de 2015.

¿Cómo detectan el freno en las inversiones?, ¿se lo constatan los propios empresarios?

La CEA es un ágora, un punto de encuentro. Tenemos casi 30 consejos y comisiones muy plurales con muchísima representación empresarial. Y todos cuentan en gran medida lo que decimos: que hay una parálisis, una ralentización de los proyectos de inversión privada. Muchos están en stand by. No quiere decir que no se vayan a ejecutar pero sí están a la espera a ver qué va a suceder y si el Gobierno que salga va a ser económicamente más radical o no.

¿A qué se refiere?

Pues a un Gobierno que tenga una visión agresiva respecto a los agentes económicos. No lo sabemos. Existe el temor de la inestabilidad, de que las políticas que han funcionado hasta ahora (avaladas por la UE y por el BCE) puedan cambiar de rumbo. El temor es que pueda haber una política económica radicalmente distinta a la basada en los procesos de consolidación fiscal y de control del déficit, que no se permita actuar con la misma libertad a las empresas... hay preocupación, es un hecho, y creo que cualquier ciudadano lo puede percibir.

¿Falta diálogo?

Sí. Es urgente recuperar el diálogo político, social e institucional, que ha dado excelente frutos en España. Siempre digo que el mejor ejemplo de ese diálogo somos las empreas y los sindicatos, que desde la Transición hemos sabido pasa de la confrontación a la concertación. Un dato: en 1979 se perdieron en España 180 millones de horas de trabajo por huelgas y conflictos laborales. En 2008 fueron sólo 9 millones, un 95% menos. El diálogo reduce los conflictos y necesitamos que nuestros políticos lo hagan en este difícil momento postelectoral. Está también el problema de la deriva nacionalista en Cataluña, que nos preocupa muchísimo. Queremos moderación, prudencia, consenso y que las fuerzas mayoritarias, que son básicamente los partidos constitucionalistas, den un paso al frente con firmeza.

¿La hipotética repetición de las elecciones es peor perspectiva que cualquier posible pacto?

No sabría decirle, es difícil tener elementos de juicio. Hace algún tiempo pensaba que lo mejor era abreviar y alcanzar cuanto antes un consenso pero se ha visto que estamos muy lejos de ello. Hay diferencias entre los dos grandes partidos muy preocupantes. Lo que desearía, como cualquier ciudadano moderado y prudente, es que las fuerzas políticas mayoritarias (PP, PSOE e incluso C's) se pusieran de acuerdo para alcanzar una alianza y un Gobierno estable. Eso es lo que opino y creo que la mayoría de empresarios de este país piensa igual. Lograr una estabilidad a través de aquellos que tienen el grueso de la legitimidad representativa, sin perjuicio del máximo respeto a todas las fuerzas políticas.

El PSOE y C’s plantean cambios en la reforma laboral y en la modalidad de contratos, ¿qué piensan los empresarios?

No es una cuestión que nos preocupe en exceso por una razón muy sencilla: estamos abiertos a todo, a cualquier modificación normativa. Todo es revisable en la normativa laboral o fiscal, no hay que sacralizar nada salvo elementos como la unidad de España o la protección de los derechos y las libertades públicas. Lo importante es tener estabilidad y un Gobierno que sepa cuál es su hoja de ruta.

¿Pero opina que la reforma debe ser revisada? Ha sido una de las medidas más contestadas del Gobierno de Rajoy. Se promulgó sin los agentes sociales y su principal consecuencia ha sido facilitar el despido.

Puede ser modificada siempre que participemos los agentes sociales y económicos. Cuando hemos participado en otras, éstas han tenido mayor consideración. Pero sí creo que esta última reforma laboral ha tenido efectos positivos, en tanto ha permitido poner en marcha mecanismos de flexibilidad para las empresa que han permitido su supervivencia. Igual no se han transmitido bien sus virtudes. Se lanzó la idea de que la reforma era para crear empleo, y ése no era el discurso ni el mensaje. Era más bien para evitar una mayor destrucción de empresas y de empleo, que es algo muy distinto. Las normas por sí no crean empleo, pero sí se ha logrado que no cayeran más empresas. Porque podrían haberse destruido muchas más. Dicho esto, la reforma es mejorable y los empresarios y sindicatos estamos dispuesto a negociarlo si nos llaman.

Otra gran crítica es que la reforma ha precarizado al máximo el empleo ¿No cree que el mercado debería generar más empleo estable? El 95% de los contratos que se firman cada mes en Málaga son temporales y se dispara el empleo a tiempo parcial.

Lógicamente, tras ocho años de crisis, es el momento de pedir que el empleo sea mejor. Es verdad que aún no se genera empleo de calidad. No podemos pasar del cero al infinito de golpe, entre otras cosas, porque la economía no termina de consolidarse. Hay mucha estacionalidad y eso condiciona la calidad del empleo. El empresario necesita tiempo, estabilidad, un marco adecuado. Al menos se crea empleo, que es la gran noticia, aunque no sea el que todos esperamos. Ahí coincidimos. Aspiramos a que sea de mayor calidad pero para eso tenemos que tener claro qué Gobierno y qué modelo de sociedad queremos. A dónde queremos ir. Y eso es algo que todavía no estamos percibiendo.

La tasa de paro entre los jóvenes sigue siendo inaceptable y ronda actualmente el 46% ¿Por qué a las empresas les cuesta tanto apostar por la juventud?

No creo que sea una cuestión de ver quién es el culpable. Las empresas están todavía tratando de sobrevivir. O sobrevives o desapareces, y en esa situación muchas han tenido que realizar reestructuraciones de personal draconianas, muy difíciles y que han generado unos desajustes sociales importantes. El daño social ha sido importantísimo, es cierto, pero las empresas también lo han sufrido. La crisis ha sido de tal envergadura que ha generado una fractura que llevará tiempo recuperar. Nos han tocado vivir este tiempo y hay que tomar medidas. Por eso demandamos tanto una estabilidad para crecer y salir de la crisis.