­El perfil de la persona que participa en un ensayo clínico es variado. En la fase I o de prueba muchos son individuos sanos que se ofrecen para probar un fármaco y, en muchos otros casos, se trata de pacientes que han recibido un tratamiento y han sufrido de nuevo las complicaciones de la enfermedad. Para el presidente del Comité de Ética de la Investigación, Antonio Pérez Rielo, la participación en los ensayos es cada vez mayor a consecuencia de que comienzan a verse como una oportunidad. «Si un paciente tiene una enfermedad avanzada y puede entrar en un ensayo clínico es muy probable que tenga efectos beneficiosos sobre la enfermedad y, si son adversos, se suspende ante cualquier complicación», apunta, al tiempo que agrega que los efectos adversos son como los que puede tener cualquier medicamento.

Pérez Rielo considera que estos han pasado a ser considerados una oportunidad porque muchos de los pacientes que participan ya han pasado por el protocolo establecido cuando se les ofrece entrar. «Los centros que investigan dan más posibilidades porque la investigación permite el acceso a estos fármacos», dice, aunque confiesa que hay hospitales que envían a pacientes y también existen usuarios que conocen el ensayo por terceros o por publicaciones y piden entrar en él.

El correcto funcionamiento -e inicio- de los ensayos depende del Comité de Ética de la Investigación, formado por profesionales de distintas disciplinas, como médicos, enfermeras, juristas, farmacólogos clínicos, o farmacéuticos, pues asegura el rigor metodológico y ético de la investigación, y regula y garantiza los derechos de los pacientes en el marco de la normativa legal.