­Paseando, comiendo, solos, con amigos, con famosos, en el campo, en la playa, en la cama o en el probador de una tienda. Todo queda reflejado en la cámara del móvil e inmortalizado de inmediato en las redes sociales donde la autoestima depende del número de «me gusta» recibidos sobre todo en el caso de los jóvenes actuales a los que ya hay quien ha acuñado como Generación Selfie por el triunfo total de la imagen.

Esta cada vez mayor obsesión por mostrar a todo el mundo que has estado en París, que tienes nueva novia o que fuiste de los afortunados que asistió al último concierto de U2, evidencia, a juicio de psicólogos y sociólogos, un cambio en la sociedad no del todo inocuo. A juicio del psicoanalista Óscar Ventura, «el selfie es la elevación al cénit del narcisismo, estar todo el tiempo fotografiándote a ti mismo y mostrándote para decir: mira qué feliz soy, qué guapo soy, qué bien lo paso... ocultando todo lo demás y pendientes de la aprobación los otros», para añadir que «hay una invasión brutal de la intimidad, la vida privada se ve invadida por la imagen, pero es una imagen sin relato, sin palabras. Cuelgan fotos sin apenas texto, es la imagen lo que importa. La gente cada vez habla menos. Vamos hacia una sociedad absorbida e hipnotizada por la imagen».

Para Ventura «tenemos que ver qué consecuencias tiene esto y qué síntomas provoca, aunque estamos empezando a ver más soledad y aislamiento al vivir la vida a través de las imágenes. La pantalla facilita la posibilidad de cortar y el anonimato te evita tener que mostrarte de una manera auténtica. Hay una dificultad para que se encuentren los cuerpos y en algunos casos hay temor a las relaciones sociales reales».

Como indica el psicoanalista «las redes sociales permiten a todos tener sus cinco minutos de gloria». Así, posibilitan que cada uno construya la imagen que quiere mostrar, una imagen en general de felicidad, belleza y triunfo con el disfrute como centro de la vida aunque sea mentira.

En este sentido, el año pasado saltó a la actualidad el ejemplo de Essena O´Neill, una australiana de 18 años que tenía más de medio millón de seguidores en Instagram donde había colgado alrededor de 2.000 fotografías suyas y que un buen día se dio de baja de la red social y confesó que la felicidad que transmitían esas imágenes era mentira, y rechazaba «un sistema basado en la aprobación social y que cifra el éxito en el número de seguidores». Así, Óscar Ventura cree que «hay una tendencia hacia el hedonismo a través de la imagen que marca lo que hay que ser y tener para ser feliz y sin embargo lo que encontramos es una sociedad en la que nunca ha habido tantos depresivos juntos».

Este fenómeno de los selfies como reflejo de la sociedad actual sobre todo entre las generaciones más jóvenes ha sido analizado por Juan María González-Anleo en su libro «Generación selfie» en el que describe una sociedad en la que prima «el triunfo definitivo de lo visual en un mundo líquido en el que predomina la inmediatez calculada, el permanente ensayo «esto soy, aquí y ahora» quedando la intimidad perfectamente mimetizada con la pública exhibición para el consumo: serás visto, serás consumido... o no serás nada».

El estudio del Centro Reina Sofía «Jóvenes en la red: un selfie» define a los jóvenes actuales como independientes, curiosos, conscientes de los riesgos de las nuevas tecnologías y pragmáticos, y evidencia su tendencia a curiosear en el patio virtual del vecino. De hecho, el 81% de los jóvenes, según este estudio, asegura mirar información, vidas y comentarios de otras personas.

Esta exposición pública y la obsesión por sacarse fotos en todo tipo de situaciones puede además generar trastornos psicológicos. Así, según estudios psicológicos, el abuso de esta moda puede provocar una predisposición a sufrir un trastorno de ansiedad y depresión en los adolescentes al comparar sus realidades con las que muestran otros jóvenes en las redes sociales.

Los expertos advierten de la asociación entre narcisismo o baja autoestima y la obsesión por sacarse este tipo de fotografías.

Así, las personas que más fotos comparten en las redes sociales buscan los comentarios positivos de los demás a su apariencia física lo que, a juicio de los psicólogos, refuerza artificialmente una autoestima que se basa sólo en el físico sin tener en cuenta otros factores de la personalidad además de limitar las relaciones interpersonales ya que esa importancia de la imagen puede acomplejar o relegar a muchas personas que no responden a los cánones estéticos de moda.