­Atravesando a toda prisa una galería del futuro Miramar, con la cazadora manchada por el polvo de la obra, José Luis Santos, no da la impresión, ni mucho menos, de ser el típico dueño al que sólo se le espera en la antesala del despacho y con corbata para firmar el albarán. Desde que la remodelación del Miramar aceleró, el empresario, de origen cántabro, se deja ver por Málaga y por el hotel, al menos, dos veces a la semana. Siempre en perfecta sintonía con José Seguí, derrochando entusiasmo por cada avance, convencido del resultado final.

¿Qué es lo que le llevó a aventurarse en un proyecto tan previsiblemente complejo como el Miramar? ¿Tenía clara la inversión desde primera hora?

La idea nos interesó desde el mismo momento en el que supimos que la Junta quería sacarlo a subasta. Era una oportunidad para recuperar y devolverle su uso y su dignidad a un edificio histórico, situado, además, en el centro de una ciudad con tanta proyección y de primera línea como es Málaga. Decidimos investigar y dimos con José Seguí, que por su trayectoria, nos parecía el arquitecto idóneo. A él le entusiasmó también la idea y elaboramos la propuesta. La adjudicación fue en 2008, luego topamos con el problema de la financiación, que trastocó un poco los plazos iniciales.

¿En qué medida alteró la crisis el plan original? ¿Hubo paralización por falta de presupuesto?

El proyecto fue adjudicado antes de que estallara la crisis y los bancos, en consecuencia, decidieran cerrar el grifo. Sin crédito y después de un año, 2013, catastrófico para el turismo, con una caída de la facturación del 50 por ciento, seguir con la inversión como estaba inicialmente planificado nos hubiera costado cerrar diez hoteles. Y somos un grupo que jamás en 47 años ha liquidado un negocio ni dejado atrás ningún establecimiento. Decidimos, dadas las circunstancias, esperar.

Los achaques de la economía y de las entidades financieras, sin embargo, persistieron. ¿Temió en algún momento por la continuidad del proyecto?

Nuestra filosofía, una vez que empezamos con una obra, es siempre terminarla y con la máxima calidad posible. Nunca pensamos en desprendernos de un proyecto. Y menos en uno como éste, que siempre he sentido como mío; dejar la remodelación del Miramar hubiera sido como si me arrancaran el corazón. Para mí, por ejemplo, habría sido fácil convertir nuestro hotel Porta Fira de Barcelona en una torre con cables y un monumento a la crisis y su capacidad destructiva, pero seguimos adelante y estamos orgullosos de haber logrado un rascacielos que fue premiado como el mejor del año en 2010. No somos un grupo grande, pero sí fiable y comprometido.

Se rumorea que en todo este tiempo le han llovido las ofertas por el edificio. Incluida, alguna con un cheque en blanco y procedente de una gran cadena internacional. ¿Nunca se planteó vender?

Si en este negocio lo único que te interesa es ganar dinero es obvio que la mejor estrategia siempre es apostar por este tipo de operaciones; no hay otro modo de recuperar rápidamente la inversión y devolver los créditos a los que te los han financiado. Pero nuestro objetivo nunca ha sido ése: sé que al final para la historia los que quedan son los arquitectos, pero yo quiero llevarme la satisfacción de haber recuperado para una ciudad un proyecto respetuoso y con una obra tan bien hecha que de la seguridad de que todo se mantendrá impecable en los próximos treinta años. Lo tenemos claro: nosotros no vendemos a no ser que fuera, y no estamos en ese caso, para pagar nóminas o para comer.

La incorporación en la oferta de un hotel de cinco estrellas de esta envergadura da otro vuelo turístico a la ciudad. ¿Qué nuevas posibilidades abre el Miramar?

La pregunta que plantea se puede responder también a la inversa; es decir, reflexionando sobre lo que la ciudad puede aportarnos a nosotros y al hotel. Y, en ese sentido, no hay ninguna duda. Málaga se ha convertido en una de las ciudades turísticas más importantes de España, con todo tipo de reclamos, de la playa a la cultura y el golf. Siempre decimos que todos los clientes son buenos, pero aquí existen muchas posibilidades, incluidas las de los congresos y las convenciones.

Un hotel 5 estrellas imagino que precisa también un entorno 5 estrellas. ¿Está el barrio actualmente a la altura de las expectativas en cuanto a infraestructura y restauración?

Esa es una cuestión que atañe principalmente al propio barrio. Me consta que ya ha habido movimientos en ese sentido. Incluso una propuesta para convertir una de las calles colindantes en peatonal. En cualquier caso, no hay que olvidar que un edificio de este calibre, como cuando se inaugura un aeropuerto, siempre arrastra por sí mismo y gradualmente una transformación.