Dentro de unos meses, cuando el hotel Miramar abra sus puertas, será muy complicado contemplar en el complejo algún tipo de elemento que recuerde, siquiera vagamente, al pasado judicial del edificio. Al menos, en la superficie, porque, por deseo expreso de la dirección, el palacio ha reservado entre sus cámaras interiores una estancia para rendir homenaje a una etapa que, si bien con menos brillo, también resulta histórica en la vida del inmueble. El grupo Santos ha apostado por mantener los calabozos, que serán usados como bodega, aunque sin que la transformación comporte la retirada de sus distintivos esenciales. Incluida la cancela y, sobre todo, las pintadas que dejaron los prisioneros durante sus vigilia en los juzgados. Algunas de ellas dibujadas con la llama de los mecheros, otras a bolígrafo e, incluso, algunas estampadas con restos de heces. Un retablo rudo y encolerizado, que todavía se mantiene junto al baño turco para el aseo y la estrechez de los bancos . «Si todos somos iguales, por qué algunos estamos entre rejas por intentar sobrevivir», reza uno de los escritos, rodeado de las inevitables amenazas. «Te como las entrañas y luego las cago». Reacciones que ya probablemente hayan perdido su conexión sentimental con sus autores y que ahora serán la huella del periodo judicial del palacio.