­Se cumplieron las expectativas. Una vez más Málaga logró reponerse a la incertidumbre inicial, avivada por la amenaza de lluvia, y firmar una Semana Santa que a nivel turístico vuelve a ser de crecimiento. Después de un final de fiestas cercano al lleno, la ciudad se mantuvo en la misma dinámica al alza que empuja a la industria desde principios de año. Y con un clima generalizado de júbilo económico que se extendió también a la hostelería, donde la facturación se elevó, incluso, por encima de la marca de 2015.

Según informó ayer el alcalde, Francisco de la Torre, los hoteles llegaron en esta ocasión a computar alrededor de 67.000 pernoctaciones. La cifra, redondeada por la avalancha de turistas del pasado fin de semana, supone un paso adelante tasado por el sector en un 8,7 por ciento, lo que, unido al aumento de ventas en bares y restaurantes -de otros 5 puntos- dibuja un panorama bastante más generoso que el que se barruntaba hace apenas unos días, cuando la suma de condicionantes negativos hacía presagiar una lectura a la baja de las previsiones.

El buen balance tiene el mérito añadido de haberse impuesto a todo tipo de imprevistos; desde la huelga en el servicio de limpieza a las precipitaciones y los atentados terroristas de Bruselas, que complicaron el tránsito por los aeropuertos e inhibieron a muchos turistas. De la Torre añade, además, la dificultad de lidiar en la comparación con un ejercicio, el de 2015, en el que la Semana Santa fue en abril, que es una fecha tradicionalmente con mayor rendimiento y afluencia. La ocupación, eso sí, ha estado por debajo de lo esperado. De acuerdo con la patronal hotelera, Aehcos, la cuota ha variado del 81% de la primera mitad al 95 de los últimos días, con casos, especialmente en el centro, en los que se ha funcionado al límite de la capacidad, con todas las plazas vendidas y con reserva.

Lejos de interpretar el dato como un ligero retroceso, el Ayuntamiento explica que el desajuste en la ocupación obedece al aumento de la oferta; Málaga ha contado estas fiestas con 1.050 camas más que en 2015. Un repunte que deja entrever el recorrido que ha adquirido el sector, todavía, según los empresarios, con margen de crecimiento. Otro de los aspectos destacados que ha deparado la Semana Santa está en la estancia media, que se ha situado en 4,9 días, el doble de lo habitual.

Buena parte de esa elevación responde al comportamiento de los turistas españoles, que han vuelto a ser mayoría en estas fiestas, concentrando el 74,1 por ciento de las visitas. En la lectura que hace el Consistorio, la Semana Santa aparece de nuevo como un periodo de descanso ligado fundamentalmente a las escapadas y los desplazamientos no excesivos. La prueba está en que han sido los propios andaluces los que más clientela han reportado a la industria, seguidos de los madrileños y los catalanes. El sector se ha visto asimismo favorecido por la llegada de tres cruceros con un total de 7.273 pasajeros.

La pujanza de la demanda interna se nota igualmente en el transporte público y en el número de usuarios de servicios como el metro, que ha sido utilizado por 156.000 personas. Para José Simón Martínez, portavoz de Mahos, colectivo que agrupa a los hosteleros, las sensaciones, aunque no necesariamente tocadas por la euforia, son positivas. Sobre todo, si se advierte el largo recuento de amenazas y el atropellado compás de inicio. A falta de computar los resultados del resto de la provincia, todo parece indicar que los principales destinos de playa también han superado con nota la primera gran cita de la temporada turística. Marbella, sin ir más lejos, ya hablaba ayer de una ocupación que en muchos hoteles podría puntear finalmente cerca del cien por cien. En suma, una prueba superada, y en espera del verano, para la industria.