Dolores López cerró la taquilla de los cines Astoria y Victoria la noche del 9 de diciembre de 2004. Llevaba de los 14 años ejerciendo de todo en dos de las últimas clásicas de Málaga y 31 años después asistía a la última función de unos cines sumidos en la decadencia por la dejadez de sus dueños. En la sala se pasaban las películas 'Melinda y Melinda' y 'Luna de Avellaneda'. Dos cintas, que visto lo sucedido 12 años después, fueron programadas por una mente perversa debido a que la historia que cuentan retratan de alguna manera los problemas del Ayuntamiento de Málaga y de su alcalde, Francisco de la Torre, para dar un uso a estos inmuebles que compró en 2010, para alegría de la promotora Baensa, por veinte millones de euros. Todo un récord de taquilla.

La primera de las cintas que se pasó en esa triste noche del 9 de diciembre de 2004 fue una película del director neoyorquino Woody Allen que gira sobre conversación sostenida por un grupo de amigos en un restaurante y que tiene por objeto dirimir que qué es más representativo de la vida, si la comedia o la tragedia. Salvando las distancias es más o menos lo que se discute en el salón de plenos del Ayuntamiento de Málaga cada vez que una moción de algún partido trata sobre el futuro de los cines Astoria y Victoria. Ya no sabe uno si reírse al ver como se votan mociones y más mociones idénticas o se presentan proyectos y más proyectos que acaban en la papelera o dejarse llevar por la parte trágica de la historia de tener en un enclave privilegiado de la ciudad un mamotreto de edificio que desentona con la pujanza turística y cultural de Málaga.

La segunda de las películas quizás fue aún más apropiada para pasarla el día de la último función. La cinta argentina versa sobre un club de barrio que vivió en el pasado una época de esplendor pero cuyo futuro corre peligro y se ponen sobre la mesa diversas alternativas para darle un uso al club que evite su desaparición, su demolición, originando debates y debates sobre cuál de las alternativas sería la más válida.

Visto con perspectiva quizás hubiera sido interesante programar también un último pase conjunto de 'La Historia interminable', del alemán Michael Ende, por que hoy se ha votado en el pleno de la ciudad la misma moción que hace meses solicitando la demolición de un edificio en el que en los últimos seis años ha tenido tantos proyectos como los Baños del Carmen o el encauzamiento del río Guadalmedina. En su interior se ha barajado que acogiera la ampliación de la Casa Natal de Picasso; más tarde Francisco de la Torre pensó que sería el sitio idóneo para su ansiado CaixaForum; luego se ideó como el escenario ideal para crear el "museo de los museos"; albergó en el imaginario colectivo también un mercado gourmet... La tesis del alcalde siempre ha sido ubicar allí un proyecto cultural en colaboración con un socio privado, pero ninguno ha cuajado y ante tal indefinición el propio PP optó en su programa electoral de las pasadas elecciones municipales no concretar ningún proyecto y reflejar sólo la necesidad de convocar un concurso de ideas para definir su uso. Y en eso se está, pero sin prisas y con ciertas dudas sobre su desarrollo.

Primero por que el colegio de Arquitectos de Málaga rechaza que en este concurso de ideas se defina tanto lo futuros usos del edificio como la solución arquitectónica, cuando lo lógico sería que desde el Ayuntamiento definiera el contenido y los arquitectos diseñaran el continente. En segundo plano queda el invento de realizar una consulta popular sobre qué harían los malagueños con el edificio del Astoria, consulta que el propio concejal de Urbanismo, Francisco Pomares, concibe como un divertimiento al asegurar que no será vinculante y que, ojo, la elección recibiría algo así como una palmadita en la espalda. Y como epílogo está el debate abierto si hay que demolerlo, como se ha aprobado por enésima vez, y si es necesario para su demolición contar antes con un proyecto constructivo definitivo.

Todo un serial donde cada grupo municipal en el Ayuntamiento de Málaga tiene ya en mente qué haría. Ciudadanos se descolgó con la ubicación de un hotel de lujo. Málaga para la Gente apuesta por la consulta ciudadana o por dejar una plaza diáfana que diera protagonismo al entorno de la Alcazaba; el PSOE apoya que se derribe ya, hacer algo transitorio (sin decir el qué) y estar otra eternidad pensando qué hace de forma definitiva; Málaga Ahora se decanta también por la consulta popular; y el PP sigue con la idea del concurso de ideas con los arquitectos, que ya ha trasladado al consejo social de la ciudad, pero sin concretar el uso que le daría al edificio.

Una alternativa que ningún grupo ha tenido en consideración podría ser convertir esta zona noble de Málaga en ese ansiado Auditorio de Música que se pensó para el Muelle de San Andrés y que costaba un pastizal. Ubicarlo casi en el corazón de la milla de oro cultural de Málaga (Teatro Cervantes, Casa Natal, Palacio de la Aduana, Pompidou...) potenciaría aún más la marca cultural de Málaga; podría ser la sede perfecta de la Orquesta Filarmónica de Málaga, se liberaría la programación del Cervantes y daría cabida a otros géneros como la danza, el jazz, ciclos de flamenco y a los jóvenes creadores de la ciudad. La idea, lanzada por el crítico de La Opinión de Málaga, Alejandro FernándezLa Opinión de MálagaAlejandro Fernández, se merece una pensada. Ahí queda.