Hubo un tiempo, del que quedaban pocos testimonios gráficos, en el que en Málaga se desplegaron banderas del partido nazi, de la Italia fascista, de Marruecos e incluso del Japón imperial. Los militares rebeldes a la República acababan de ganar la guerra con la inapreciable ayuda de Hitler y Mussolini y para legitimarse empleaban la parafernalia fascista al uso, que no tenía reparos en exhibir la esvástica, la bandera de Marruecos en recuerdo de las tropas moras que ayudaron a los nacionales o en emplear la prensa local para enardecer con soflamas a los malagueños.

El trabajo del historiador Cristóbal Villalobos (Málaga, 1985), profesor de Historia en el Colegio San Estanislao de Kostka, indaga en toda esta parafernalia como forma de fundamentar el nuevo régimen en Las visitas de Franco y Ciano en 1939. Málaga entre la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, que acaba de publicar el Cedma de la Diputación.

Se trata del resumen de la tesina del máster de Historia Contemporánea con la que obtuvo la máxima nota, un sobresaliente. Y como ocurre muchas veces, nace de la casualidad: «Una vecina me dijo que tenía unos papeles antiguos que iba a tirar, aparecían fotos de María Auxiliadora pasando por los Salesianos con banderas nazis, italianas y de Falange o banderas nazis en calle Larios. Cuando las vi no tenía ni idea de lo que eran y en la bibliografía no había prácticamente nada».

Después de indagar llegó a la conclusión de que las fotos, realizadas por Arenas, es muy probable que hubieran salido del archivo del Gobierno Civil, aunque cuenta que en el destino actual de esos fondos, el Archivo Histórico Provincial, «no encontré la visita de Franco».

El vencedor en la Guerra Civil visitó Málaga el 19 de abril del 39, 18 días después de que terminara oficialmente la contienda. Por ese motivo, las autoridades malagueñas se volcaron en la preparación, gracias una importante movilización falangista y a la propaganda intensa en los periódicos de entonces, Boinas Rojas y Sur, «para movilizar a la población» y lograr que llenaran las calles. «Además, da la casualidad de que Franco visita Málaga el día en que se celebra la unificación de carlistas y falangistas y a eso hizo referencia en su discurso en el balcón del Ayuntamiento», precisa el autor.

En los días previos a la visita, con la ciudad ya engalanada, se produce la muerte durante una exhibición aérea del aviador del bando nacional Joaquín García Morato y el cortejo fúnebre recorre la calle Larios rodeado por la imponente escenografía de los vencedores, que saludan el paso del coche fúnebre brazo en alto. «He incluido en el libro este hecho porque dentro del fascismo hay una cosa muy característica que es el culto al héroe caído, algo que hacen también los italianos y los nazis».

En cuanto a la parafernalia de la visita del caudillo, el entonces jefe provincial del Movimiento, Juan Peralta, pedía en Sur ese 19 de abril «que no quede un balcón sin colgaduras ni un pecho sin emoción» y en buena medida se cumplieron las consignas.

Franco fue recibido por las autoridades en Torremolinos, entonces un barrio de Málaga. Entró en la capital acompañado por el repique de campanas de todas las iglesias y las calles principales del recorrido estuvieron engalanadas con flores y banderas nacionales además de con enseñas de países amigos como Italia y Alemania.

En la Alameda y en la calle Larios le esperaba un alfombrado de flores rojigualdas y por toda Málaga carteles con su nombre y retratos del caudillo. «Hasta en las casas de los barrios que se llamaron rojos, los vecinos pusieron el mayor empeño», contaba Boinas Rojas.

En la plaza de José Antonio, hoy de la Constitución, con un enorme lienzo con la cara de Franco, se instaló una tribuna para los mutilados y heridos del bando nacional y en el Ayuntamiento, una enorme bandera de España con el yugo y las flechas.

Además de entrar en la Catedral bajo palio, asistió en la explanada junto al Ayuntamiento a una concentración organizada por la Falange y la Central Nacional Sindicalista.

No estuvo exento de simbolismo ni significación política la visita a Málaga del yerno de Mussolini y ministro de Asuntos Exteriores Galeazzo Ciano, conde de Cortellazzo.

Como recuerda Cristóbal Villalobos, tuvo lugar el 17 de julio de 1939, «a un mes y poco del inicio de la Segunda Guerra Mundial» y si escogió Málaga como final de su gira española se debió a que «fue la primera acción de guerra de los italianos en España».

Lo paradójico, recuerda el investigador, es que los fascistas italianos se adjudicaron el éxito de la conquista de Málaga, «y es algo que la propaganda franquista se quita de en medio». A este respecto, el trabajo concluye que la participación de las tropas italianas fue totalmente decisiva, no sólo porque «más de la mitad» de las tropas fueran italianas sino porque «el grueso técnico era italiano».

El conde aterrizó en El Rompedizo, adornado con banderas españolas, italianas y de la Falange en altos mástiles. La Hoja del Lunes recordaba que desde las afueras de la ciudad hasta el puerto, se habían colgado «miles de banderas italianas y españolas». La comitiva llegó al puerto, presidido por un arco triunfal con el lema Franco Duce Franco.

Las derrotas de Hitler y Mussolini irían matizando la simbología fascista. En la siguiente visita de Franco, en 1942, ya no se aprecia «el mismo nivel de carga simbólica», señala el historiador. Tocaba rebajar el entusiasmo y repletar algunas banderas políticamente incorrectas.