­El Ayuntamiento de Málaga y las asociaciones Mahos y Amares, que funcionan ya en la práctica como un único colectivo, llegaron ayer a un principio de acuerdo para empezar a reordenar la hostelería del Centro y resolver la polémica de las terrazas por la vía selectiva, de manera que los controles, al igual que las posibles sanciones, se apliquen en función de las características de cada zona y, sobre todo, de su nivel de saturación y explotación por parte de los negocios.

En la primera reunión mantenida después del malestar suscitado por las inspecciones de la semana pasada, los hosteleros, que tienen pendiente con el Consistorio la revisión de la ordenanza que regula el uso de la vía pública, propusieron un plan que rompe con el tratamiento uniforme y divide el casco histórico en cuatro áreas de estudio, todas ellas perfectamente acotadas y definidas teniendo en cuenta como criterio principal el número de bares y resturantes y sus posibles puntos de colisión con la normativa.

Con este nuevo método de trabajo, tanto el Ayuntamiento como el sector pretenden ir dando solución zona por zona al problema de las terrazas y evitar al mismo tiempo que se formen nuevos espacios candentes de alta concentración, que son, en puridad, los que han despertado las alarmas y avivado las protestas de urbanistas y vecinos. La idea, de fondo, es que la oferta deje de aglutinarse y permita, de paso, revitalizar calles e, incluso, barriadas aledañas en las que todavía no ha entrado de lleno la moda de la restauración y del turismo gastronómico.

Según informó ayer Jesús Sánchez, presidente de Mahos, la recepción municipal a este proyecto ha sido positiva. Hasta el punto de que ya hay fijada una nueva reunión -la cuarta desde que arrancó la negociación- para examinar la situación de la primera de las cuatro áreas, que se corresponde con el anillo de calles al que pertenecen referencias como Sánchez Pastor, Santamaría o el Pasaje de Chinitas. «Entendemos que no podemos morir de éxito y que debemos buscar soluciones que sean buenas para la ciudad, los negocios y los vecinos. No es lo mismo instalar más mesas en una zona con muchos negocios que en otra que está con demanda potencial y semivacía», razona.

Para que la propuesta pueda ser aplicada con mayores garantías de éxito, las propias asociaciones de hostelería se han ofrecido para asesorar a los nuevos inversores que acudan al Ayuntamiento. Una labor que consideran esencial, ya que en muchas ocasiones los empresarios abren negocios sin haber sido advertidos de los límites que prevé la ley en cuestiones fundamentales para su supervivencia como la instalación de las terrazas o el uso de la música.

Para Jesús Sánchez, se abre una nueva etapa constructiva en la que ambas partes deben aprovechar para anticiparse a problemas futuros y diseñar un modelo de centro armónico y con capacidad para seguir aportando a la economía. «Muchas veces una lupa te permite apreciar la realidad en el detalle y ahí ganamos todos», puntualiza.

El estudio del distrito por zonas permitirá además abordar las diferencias de cada calle con la interlocución directa de sus protagonistas. «Entre los mismos empresarios se puede trabajar haciendo ajustes y que cada uno retire una mesa para evitar daños y multas», indica.

La buena sintonía que mostraron las partes en la reunión de ayer presume, de momento, el fin de una hostilidad que llegó a su máxima cota de alarma el pasado 11 de febrero, cuando los establecimientos, reunidos en asamblea, se plantearon, incluso, la posibilidad de convocar una huelga.

Los hosteleros confían en que la nueva visión del Centro sirva de guía a la ordenanza municipal de ocupación de la vía pública, que está en proceso de renovación, con el reto añadido de resolver el difícil puzle al que ha dado lugar el vertiginoso crecimiento de la ciudad y el despegue del turismo. Los tambores de guerra, se aplacan. A pesar de las redadas de hace sólo siete días.