Amenaza con volver. La campaña electoral y la figura del político reconvertido en comercial. Con el ruido todavía de fondo de los múltiples intentos frustrados para formar un Gobierno que articule la voluntad emanada el pasado 20 de diciembre. A la postre, queda claro que la nueva dispersión del voto ha puesto patas arriba la composición del Congreso. Lo ha hecho evidenciando una abrumadora incapacidad entre los partidos para llegar a un acuerdo que evite lo inevitable. Conforme transcurren los días, la situación de estancamiento se ha extendido a todas las partes y ya parece que nadie está dispuesto a trabajar para impedir una disolución de las Cortes el próximo 3 de mayo. En lugar de escandalizarse por las primeras estimaciones que ya señalan que la incertidumbre política le ha costado al país unos cunantos millones de euros, los partidos incluso parecen cómodos en la situación actual. Sin que se atisbe ya una fórmula para desbloquear esta situación, ante el probable escenario de unas nuevas elecciones, las formaciones han puesto en marcha la pesada maquinaria electoral. Sin entonar el mea culpa y todavía a un nivel subterráneo, a la espera de que culmine la ronda de consultas convocada para la semana que viene por el rey Felipe, y que apunta al último trámite antes del desenlace esperado.

Con todos los partidos temerosos por ver cómo los ciudadanos pasarán la factura, la falta de experiencia ante una hipotética repetición de elecciones, cuyo resultado nadie se atreve a predecir, ya ha hecho aflorar de nuevo la batalla interna por ver cómo quedarían confeccionadas las listas para el 26J. Es lo más parecido a una guerra civil interna y como tal, se producen desmanes en todos los bandos. Nadie puede garantizar que la que el pasado 20 de diciembre aún era la mejor lista posible, se reproduzca como una calcomanía en vísperas de unas nuevas elecciones. Cuando todos albergan el temor de pagar los platos y evitan pronunciarse y anticipar movimientos, entró, sin embargo, en escena una veterana política malagueña para precipitar los acontecimientos. Celia Villalobos, con su habitual capacidad para lanzar dardos envenenados y luego sonreír, como si nunca hubiera aspirado con ello al poder de hacer y deshacer en el PP de Málaga, mostró su firme deseo de encabezar al partido al asegurar que le gustaría ir de número uno en unas hipotéticas elecciones.

Error mayúsculo. Esto no tiene vuelta atrás. Fue el mensaje que lanzaron conjuntamente Juanma Moreno y Elías Bendodo después de que ambos lograran situar en las pasadas elecciones a su candidato, el alcalde de Estepona, Jose María García Urbano, como cabeza de lista. Su prestigio, el de un gestor encomiable y tan alejado del perfil político profesional que encarna Villalobos, sumado a la estela de haber sido el alcalde más votado del país, resultaron suficiente para que Moreno y Bendodo pudieran vender su llegada a la política nacional como una acto de renovación interna del partido. Caras frescas para una lista que había sido encabezada por Villalobos desde 1989, y cuya imagen amenazaba con perfilar al PP como un partido anquilosado en el pasado. El ascenso de García Urbano ha sido claramente una apuesta personal de Moreno y Bendodo que ahora ha dejado en evidencia a ambos dirigentes, después de que el alcalde de Estepona anunciara el pasado jueves que abandonaría el Congreso. Una renuncia que se produce después de que la Comisión del Estatuto del Diputado de la Cámara Baja advirtiera de la incompatibilidad entre su actividad profesional como registrador y el desempeño de su cargo como diputado. ¿Nadie en el PP era consciente de que esta situación se iba a producir tarde o temprano? ¿Por qué no se había consensuado con García Urbano que si accediera a ir como número uno, debía renunciar a sus actividades en el ámbito privado? Aunque su paso atrás se quiera vender ahora como la respuesta a la dirección interna del partido de «una persona, un cargo», deja en una situación delicada a sus principales valederos. Después de presionar a Mariano Rajoy para que acepte retrasar a Villalobos como número dos, Moreno y Bendodo se ven ahora en la tesitura de colocar de número uno a una Villalobos que va camino de convertirse en un verdadero fenómeno sociológico para el PP en Málaga. Si Moreno y Bendodo optaran finalmente por Villalobos, será una decisión muy difícil de explicar cuando han sido los que advirtieron de los inconvenientes de colocar a la veterana política en primera posición de salida. Más, con los últimos resultados electorales sobre la mesa. En la provincia, al contrario que en el resto del país, el PP ha logrado salvar los muebles. Que Villalobos se perfilara desde Madrid y sin consensuar sus palabras con la dirección provincial del partido resulta evidente. Lleva tanto tiempo haciendo lo contrario de lo que predica el partido en Málaga, que al final resulta hasta probable que se salga con la suya. A falta de una verdadera alternativa de peso, hay que sumarle también el hecho de que la urgencia de los plazos apremia.

Pendientes de Sánchez. En el PSOE las dudas sobre las listas están directamente ligadas a las dudas del propio Pedro Sánchez. La única dirigente que podría disputarle el puesto es Susana Díaz. Aunque es un secreto a voces que los socialistas malagueños, ante esta disyuntiva, optarían claramente por alinearse con Díaz, no parece que esto influya en la las listas del PSOE. Miguel Ángel Heredia seguiría encabezando la candidatura. Existe, en esta ocasión, un temor añadido en la posible confluencia entre Podemos e IU que se percibe como una seria amenaza. Aunque nadie lo admita, temen que Podemos gane fuerza a través de la elevada notoriedad que le otorgaría IU a la formación morada, sobre todo en los municipios rurales.

La ambición del sorpasso. Están tramando un plan. Ya se ha hecho oficial que Alberto Garzón y Pablo Iglesias trabajan para que fructifique la confluencia entre Podemos e Izquierda Unida. En los planes de ambos está desbancar al PSOE como segunda fuerza electoral. A falta de ver como se concreta esta unión, Podemos anunció que renunciaría a un proceso de primarias y mantendría a Alberto Montero como primera espada. Peligra, sin embargo, la plaza de Isabel Medina.