La economía sigue creciendo, pero en menor medida que el año anterior, ¿pesa más la pérdida de fuelle que muestra el entorno internacional o la incertidumbre política en España?

Es una combinación de ambas cuestiones. El entorno internacional ha mejorado algo desde inicios de año, había perspectivas negativas que se han ido aclarando. De hecho, parece que la economía mundial podría crecer un 3,4% en 2016 frente al 3,1% de 2015. Pero hay factores como el precio del petróleo y la evolución de los países emergentes que siguen pesando en el ánimo de los inversores. Sigue habiendo preocupación por cómo evolucionarán Brasil, China o países como Rusia, Sudáfrica o Turquía. Y si hablamos de España, no cabe duda de que el hecho de que no se haya podido constituir en estos meses un nuevo Gobierno ha ralentizado los proyectos privados de inversión y las iniciativas importantes.

Esperemos que a partir de junio el panorama se aclare. La economía española ha entrado en una fase más madura de su ciclo. El crecimiento se va a moderar. No repetiremos el 3,2% de 2015 y estaremos seguramente por debajo del 3%. En parte, porque los vientos de cola que empujaron el pasado año (caída del precio del petróleo, devaluación del euro sobre el dólar...) se van diluyendo y pierden fuerza.

¿Es vital la confianza?

Es esencial. La economía es un estado de ánimo. Al final, las variables económicas reflejan millones de decisiones adoptadas por las familias, las empresas y las administraciones, y detrás de ellas siempre hay personas que deciden según su visión y sus perspectivas de futuro. Todo eso influye en el consumo y la inversión.

¿Málaga puede verse más afectada por esta dinámica?

No especialmente. El consumo ha estado muy retraído durante la crisis y basta darse un paseo para ver que esa preocupación va desapareciendo poco a poco. Es verdad que hay ahora un horizonte poco claro en el tema político y eso va a ralentizar algunas decisiones de inversión pero eso afectará igual a Málaga que al resto de la economía española. Y le recuerdo que en la principal industria de la provincia, que es el turismo, las perspectivas son de nuevo extraordinarias en cuanto a reservas y ocupación. Respecto a las inversiones en el sector inmobiliario, todavía es pronto para saber si se consolidará la mejora que se viene apreciando. De momento, hay que tener los pies en el suelo.

Los datos de paro y de creación de empleo mantienen una tendencia de mejora respecto al año anterior, pero también con una evolución menos intensa.

El mercado de trabajo es uno de nuestros grandes problemas y es manifiestamente mejorable. Los datos hablan por sí solos: una tasa de paro muy superior a la media europea (en el caso de los jóvenes la duplica) y más parados de larga duración. La tasa de desempleo ha bajado desde 2014 pero sigue muy alta en relación a la que había antes de la crisis. Está claro que el mercado carece de la capacidad de absorción necesaria para traducir la subida del PIB en empleo y actividad de calidad.

¿Ha servido para algo, a su juicio, la reforma laboral?

Durante la crisis, las políticas adoptadas se enfocaron a la congelación salarial. El objetivo principal era una política de devaluación interna para mejorar la productividad rápidamente. Pienso que todavía es prematuro pronunciarse sobre el efecto de la reforma pero es cierto que seguimos teniendo los mismos problemas. Los jóvenes acceden muy tarde al mercado de trabajo. Es algo desolador. No les queda otra que prolongar su periodo de formación, aceptar cualquier tipo de condición o bien emigrar el extranjero. Además, en estos años se ha consolidado la brecha entre trabajadores indefinidos y temporales, una dualidad que es una importante fuente de desigualdad. Los problemas de fondo no se han arreglado para nada, esa es la verdad.

El empleo que se genera es en su gran mayoría temporal y con un peso creciente del tiempo parcial ¿Habrá mejores contratos cuando la economía mejore, tal y como dicen los empresarios?

Mi opinión es que el tipo de empleo que se crea responde más al tipo de estructura económica y de empresas que tenemos más que a una cuestión de confianza empresarial, que es también un factor adicional e influye en la propensión del empresario a contratar. Si son firmas pequeñas y del sector del comercio, el turismo o la hostelería, que son segmentos de elevada estacionalidad, es difícil pensar que podamos tener un tipo de empleo muy diferente al de ahora. Con este modelo productivo no podemos esperar milagros. Es como pedirle naranjas a un limonero. Al final, seguimos con una proporción relativa muy elevada de empleos temporales y eso tiene efectos nefastos sobre nuestra productividad en general. La cuestión es si podemos plantar semillas para tener otro tipo de árboles que nos den un fruto diferente. Es un tema que no es fácil de improvisar. Requiere de tiempo y de hacer las cosas bien.

¿Se trata entonces de diversificar ese modelo productivo?

En primer lugar, hay que decir que la economía de Málaga se ha comportado bien durante la crisis en el sentido de que su principal industria, el turismo, ha sabido ampliar mercados y afianzarse como destino de referencia. Los cambios de modelo son deseables siempre y cuando supongan primero reforzar lo bueno que ya se tiene. Yo no sería capaz de entender que Málaga aspirara a convertirse en algo totalmente distinto debilitando los activos en los que tiene una ventaja clarísima. Ahora bien, se pueden hacer muchísimas cosas para diversificar el modelo. Contamos con grandes infraestructuras de comunicación, el Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) y la Universidad de Málaga. Podemos aspirar a cualquier cosa. Siempre me gusta pensar que si la economía española y andaluza ha sido capaz de mejorar la internacionalización de sus empresas en estos años, no es imposible que podamos cambiar nuestro modelo de producción. Es cierto que para ello ha sido necesario apoyo institucional y decisión en los agentes económicos. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo en el tema de una industria moderna y generadora de servicios? La idea está clara, pero hace falta un esfuerzo conjunto y ser pacientes y constantes. Los agentes económicos deben concienciarse de que Málaga necesita uno o dos pilares adicionales de actividad económica.

¿Cuáles podrían ser?

Uno clarísimo es el de las nuevas tecnologías, pivotado sobre el PTA. Ahí tenemos una oportunidad enorme y gente muy bien formada para poder atraer a grandes empresas, actores de primera categoría que se instalen en Málaga y que creen un efecto de difusión en otras empresas por toda la provincia. El otro pilar podría ser el segmento de servicios profesionales y financieros, aprovechando además que en Málaga tenemos la sede de la principal entidad andaluza (Unicaja). El potencial en ese segmento también es altísimo.

Algunos ven fundamental que se reabra el crédito bancario para que el sector privado crezca, ¿está ocurriendo eso ya?

Aún no en la medida que sería deseable. El crédito va volviendo poco a poco, a un ritmo pausado. Hay que tener en cuenta que el sector financiero afronta desafíos extraordinarios, con un endurecimiento del marco regulatorio y una coyuntura de tipos de interés negativo que convierte en un reto el conseguir rentabilidad. También es imprescindible que haya una demanda solvente. No digo que no la haya pero no podemos olvidar que el sector privado sigue muy endeudado y que las perspectivas económicas no se terminan de asentar. El canal de crédito sigue sin estar completamente abierto pero se irá desatascando.

¿Cuándo se saldrá de la crisis?

Estamos en un momento de claroscuros. Las cifras macroeconómicas presentan una mejora pero hay también indicadores que no lo hacen, como es el caso de la deuda pública. El empleo se recupera muy tímidamente. Y mantenemos la incertidumbre política. Los programas económicos que plantean los partidos son muy distintos en su contenido y los efectos pueden ser radicalmente distintos. Yo diría que hemos dejado de caer y estamos como en una meseta pero nos falta mucho para volver a vislumbrar una perspectiva de crecimiento más allá del PIB que se traduzca en empleo y en mayores posibilidades económicas para los ciudadanos. Tiene que ser una recuperación no sólo de números, sino sentida por los ciudadanos.